viernes, 14 de agosto de 2009

COINCIDENCIAS




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PRIMERAS PÁGINAS




Antes de las ocho de la mañana el tráfico en las calles era denso y lento, luego colapso continuo e insoportable. A esa hora, nuestra protagonista en delicada prenda articulada por finas tiras elásticas y porción de tela en triángulo isósceles perfecto, y en este caso semitransparente tanguita frambuesa, retozaba inquieta entre la sábana caprichosa que se colaba acariciándole suave entre las piernas, suave muy suave pero con firmeza rítmica un caballo negro era cepillado por un hombre desnudo de espalda sudorosa que su deseo paladeó salada de mar, culo prieto y piernas como columnas, ajeno a su presencia el hombre seguía cepillando al animal, y sólo el equino en mirada cómplice, la veía acercándose entre olores de cuadra, establo caballo, hombre y paja, contempló su mano de uñas fresadas y la deslizó por entre los muslos del cepillador para al tiempo lamerle la nuca cuando aquel dios manifiesto se giró transformado en quien por desgracia conocía, intentando besarla con dientes aderezados con algún trozo de hamburguesa por masticar, briznas de lechuga, y pasta de patata frita en los asientos de las muelas.
Con nombre de estrella o de pez, y apellido resonando en copa de vino, Yisel despertó en el momento exacto para evitar un horrible fin. Sobresaltada pero aliviada ante la evaporación del terrorífico monstruo, pensó en quedarse dormitando un ratito pero apenas dispuso de tiempo para ponerse una bata de raso que tan corta como azul apenas la cubría permaneciendo desnudas sus bien formadas, vigorosas, y espléndidas largas piernas, que la llevaron de puntillas pies descalzos al baño para asomada al infinito agujero de espacio y tiempo que es todo váter, vomitar la angustia agria que ahogaba succionándole el estómago, estrangulándole la garganta, tras haber vuelto a mal soñar con el Chico Cocodrilo.
Ni en Dios, ni en Satanás, Yisel no creía en esos cuentos pero si en el poder revelador que encerraba la ciencia adivinatoria de los sueños. Podía consultar el libro Sommeils, Clés d'Interprétation que le había regalado su amiga Jessica, la exocupa de Barcelona. Lo tenía ahí mismo, encima del escritorio bajo unas piedras volcánicas de Lanzarote, pero qué falta le hacía consultar ningún libro para entender el significado de ese sueño. Llevaba cinco días sin sexo, por lo que tenía ganas de tío, y si era potente y la tenía grande como la de un caballo pues mejor que mejor, esto por un lado, lo más preocupante era la aparición de a quien Yisel, que desconocía y para nada le interesaba su nombre, denominaba Chico Cocodrilo, porque de las pocas veces que lo había visto ya la primera y subsiguientes siempre llevaba, verde y antiguo, un pequeño cocodrilo cosido en sus ropas, Continuó con la segunda parte que toda buena vomitera reclama, y asumió el presagio impertinente que el sueño tornado pesadilla le anunciaba, comprendiendo que antes que la próxima luna estuviera blanca, amarilla, o rojiza redonda brillando en el cielo el Chico Cocodrilo reaparecería, una vez más, estropeándole el día.
- Qué mal gollo. –afirmó sin separarse de el váter, que en ese momento le trajo a su memoria esa mañana deslumbrante de sol, calor inhumano, y pegajosos insectos en la que se entrecruzaron sus pasos. Comenzó a cepillarse los dientes, y con su boca fresca de menta prosiguió a examinar e higienizar la bolita pearcing que habitaba bajo el labio inferior de su boca y le colocó aquel chico ruso, unos días antes de aquella tarde de fiesta en que visitaron los bosques cercanos a Barcelona para comer hongos en la noche en la que conoció a la ocupa que luego le regaló el libro, a un psicólogo reciclado jardinero y escribía un libro de ajedrez en inglés, a Toni más vale cabeza de ratón que rabo de león, decía superingenioso, a una pareja de chicos uno de ellos primero enamorado luego de las setas encarnación de Jorge Drexler, el otro el alemán con quien pasados unos días compartió habitación, y hablaban tanto de tíos, de pollas, y de la situación en el tercer mundo, que entre reír y llorar, fumar y fumar, y algunas salidas a discos, esa semana apenas durmieron veinte horas. Me voy a trabajar a Sri Lanka para Dentistas sin Fronteras le comunicó él, para todo seguido aparecer, cual arte de magia frente a los ojos de Yisel, dos entradas para el FIB.
- We’re going down to the music, to the fiesta!
Sonaron los pitidos nada más saltaron dentro del tren que casi pierden, se cerraron puertas y comenzó a moverse primero lento, luego más rápido y de tanta risa que les había entrado compartieron una pastilla que primero los hizo hablar, luego bailar en un vagón donde todos los que estaban iban al festival, y el alemán se besó con otro alemán, y Yisel tras participar la cola de gentes que daban a los servicios usos múltiples, se encerró en el lavabo con un inglés durante doce minutos casi trece en los que no les hizo falta decirse ni una palabra pues ambos llevaban música en los oídos, sintió Yisel el pasar fugaz de otro tren muy rápido en dirección contraria y en el vientre orgasmo, venía que venía el verano rojo intuición de frutas, bailes nocturnos descalza sobre arenas canela, guitarras lejanas, aromas a pino, vinos, estrellas adornando su piel, pezones excitados, gafas de diseño, labios calientes de sol, salivas, sustancias corrosivas, presentía olas acercándose y regresando, ciclos de luna, penetraciones intensas, miradas azules, las estrellas brillando en tiempo acordeón notas yendo y viniendo, sintiendo momentos por llegar, hablando con camareros en ciudades por visitar, paladeando humos, ginebras, caramelos, pastillas, endorfinas y cocaínas, lenguas de nicotina, un pene a la mantequilla, la danza de un cigarrillo hipnótico, el azul de la Tierra, perfumes y pólvora en el aire, deseos carnívoros de hombre en sus manos, de carne en sus labios, viento en el pelo, y en el pelo noche durante toda la noche, saludos diversos, subían los tonos, se preparaban los vatios, llegaba el momento, se estremecía, desesperaba, se felicitaba, abrazaba, besaba, reía, compartía, contemplaba, vibraba la llegada de la música, se abría receptiva, y frente al escenario fue el alemán, su zapato cobró vida, escuchó risas rápidas de niños pedaleando entre campos de vainilla, amor bajo tormenta, el trasero de un chico, el aire tocado dulce marihuana, el calor de un beso que se dieron más alante, mientras coreaban a los teloneros un estudiante chino moriría, de quien nunca sabría, un rapero chileno, una peluquera de nombre María que había viajado a Kenia, Londres, París, Nueva York, Madagascar, Kocomo, India, Australia, Arrecife de Coral, Marruecos, Buenos Aires, Panamá, en El Amazonas, en Dubai hace tres meses hizo el amor, les gustaba follar varias veces por semana, echar un polvo de tanto en tanto, practicaba submarinismo, besaba, bailaba, trabajaba, iba a clases de francés, pero que importaba nada cuando el escenario que todos formaban prometía inminente amanecer verde cerveza láser y hierba, qué se diluyera el universo y se volviera a refundir, estallaron las luces, Adalbert le metió una pastilla en la boca y compartieron instante eternidad en escenario Franz Ferdinand.
Rememoró músicas, sensaciones violeta se agachó un tanto para bajar dejando caer el tanguita a sus pies, y como si se supiera observada desanudó lentamente su cintura para girarse hacia la ducha y abrir el agua mientras los rasos azules ondeaban en libertad cosquilleándole los pechos, qué noche tan fantástica y brisa mediterránea que evolucionó su mente para que en ella pudieran entrar sonidos, luces, músicas, imágenes y sensaciones, tanteó la temperatura del agua probándola con una mano, y primero un pie y luego otro, entró en la ducha y corrió la cortina para entregarse al agua, como en esa noche a los miles de vatios luz y sonidos que la penetraban, cerró los ojos para mojar cara y pelo, vibrando desde la punta de los deditos de los pies paseando y recreando la piel de todo su cuerpo recorriéndola con esponja jabonosa en cuello, brazos, pechos y ombligo jugueteando en vientre y entre piernas una y otra vez utilizando el gel de el estudiante de química que terminaba de instalarse en la habitación del fondo, se excitó sabiendo que el chico utilizaba ese mismo gel para enjabonarse pecho, vientre, pene, y testículos más pequeños o más grandes que los de el escocés a quien le propuso la penetrara con el primer canto de las aves que despiertan al alba, porque le apetecía en ese momento, y porque sí, le dio un condón con una sonrisa, y la penetró en el interior de una tienda de campaña donde sobre sacos de dormir ella lo abrazó con su vagina, y los dos fueron felices durante unos instantes, se besaron, y vistió sin decir nada, sin despedirse para salir de la tienda con los primeros claros, la lona era azul, dos de los amigos del chico esperaban fuera mientras seguían bebiendo cerveza, y a ellos sí les dijo adiós, y nunca se habían vuelto a ver, comenzó a dirigir los hilillos de agua para el retirando todo el jabón y espuma de pelo y cuerpo resbalando suave por espalda y culo, por vientre y entrepiernas, por pechos y caderas, suave por brazos y muslos, sin querer ir dejando de resbalar por ese cuerpo, piel y curvas.
Y en la mañana que llegó tras esa noche andaba por la carretera donde todo tenía tan mala pinta, que si no hubiera encendido el cigarrito de hierba hubiera vomitado, como cuando casi lo hizo al oír su propuesta de matrimonio, y la impresión de verse disfrazada de novia primero le causó risa, luego una extraña angustia. Pero eso sucedió algo después, algunos meses pasada la mañana en la que después de esa noche se halló así misma caminando por una carretera que no sabía a dónde llevaba, con el sol que cada vez calentaba más en la cabeza, y tenía tanta sed, tanta sed que sabía si paraba de caminar moriría, caminaba y caminaba con la esperanza de encontrar agua, transitando su inconsciente por entre pasillos de armarios frigoríficos de puertas transparentes repletos de botellas de cervezas doradas y verdes, de botes rojos, negros y azules alineados en formación para ser bebidos, de botellines de mil y un zumos naranjas, fresas, limón, reconfortantes compuestos energéticos, frescas botellas en cristal verde de agua transparente mineral natural con gas, y ella sólo podía caminar, caminar sobre el recalentado asfalto de la carretera que la encarrilaba sin saber a dónde, pero siempre adelante siguió marcha pues todos los caminos conducen a Roma y aunque no quería ir a esa ciudad de curas donde gobernaba un ex-animador de cruceros, machista, corrupto, superoperado, y mujeriego al tiempo que más conservador que el Papa, seguiría caminando, caminando si no se la comían las moscas caminando hasta llegar a algún sitio, y en ese sitio seguro abría agua. Caminaba y caminaba hasta que tras filtrar córnea, cristalino y líquidos varios se formó una imagen desdibujada que recogieron las miles de células nerviosas de la retina, conos y bastones, para a toda prisa ser transmitidas a través de los nervios ópticos en forma de señales al cerebro donde una vez transformadas en imágenes invertidas, se les daba la vuelta, ¡alehop! para poner el sol arriba y abajo el asfalto que pisaba acercándose a aquel objeto brillante brillante, blanco, grande pero sin pasarse, y extraño situado en el arcén de la carretera, en mitad justo en medio, impidiendo, cortando, obstaculizando su camino. Ralentizó su marcha para acercarse cada vez más lentamente a ese objeto no identificado, hasta que la mente siempre curiosa, juguetona, y zalamera, ante aquella visión aún lejana, inconclusa e interrogante, le recordó que seguía teniendo la boca seca, sed, y le presentó cuatro posibilidades para ese híbrido de formas tanto lineales como curvas.
A- Era un frigorífico de tamaño medio repleto de toda clase de refrescos.
B- Era un ovni que había descendido allí mismo y no se parecía en nada a los que el cine americano nos mostraba.
C- Un inodoro.
D- Un mueble de oficina para un ordenador muy antiguo, o un ordenador muy grande y antiguo.

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