viernes, 18 de diciembre de 2009

Coincidencias. - texto integro.

COINCIDENCIAS
© SERGI DURÀ






















































"Nada es dos veces
Nada sucede dos veces
Y es lo que determina
Que nazcamos sin destreza
Y muramos sin rutina
Ningún día se repite,
Ni dos noches son iguales
Ni dos besos parecidos,
Ni dos citas similares
Entre sonrisas y abrazos
Verás que la paz se fragua
Aunque seamos distintos
Cual dos gotas de agua"

Wisława Szymborska
Nobel de Literatura 1996.






"Yo coloco el hilo conductor en las manos de los hombres perspicaces para que ellos, mediante la reflexión, lo descubran por sí mismos".

Libro del Hombre Perfecto.
Násafi (filósofo persa, siglo XIII)

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Antes de las ocho de la mañana el tráfico en las calles era denso y lento, luego colapso continuo e insoportable. A esa hora, nuestra protagonista en delicada prenda articulada por finas tiras elásticas y porción de tela en triángulo isósceles perfecto, y en este caso semitransparente tanguita frambuesa, retozaba inquieta entre la sábana caprichosa que se colaba acariciándole suave entre las piernas, suave muy suave pero con firmeza rítmica un caballo negro era cepillado por un hombre desnudo de espalda sudorosa que su deseo paladeó salada de mar, culo prieto y piernas como columnas, ajeno a su presencia el hombre seguía cepillando al animal, y sólo el equino en mirada cómplice, la veía acercándose entre olores de cuadra, establo caballo, hombre y paja, contempló su mano de uñas fresadas y la deslizó por entre los muslos del cepillador para al tiempo lamerle la nuca cuando aquel dios manifiesto se giró transformado en quien por desgracia conocía, intentando besarla con dientes aderezados con algún trozo de hamburguesa por masticar, briznas de lechuga, y pasta de patata frita en los asientos de las muelas.
Con nombre de estrella o de pez, y apellido resonando en copa de vino, Yisel Charboneau despertó en el momento exacto para evitar un horrible fin. Sobresaltada pero aliviada ante la evaporación del terrorífico monstruo, pensó en quedarse dormitando un ratito pero apenas dispuso de tiempo para ponerse una bata de raso que tan corta como azul apenas la cubría permaneciendo desnudas sus bien formadas, vigorosas, y espléndidas largas piernas, que la llevaron de puntillas pies descalzos al baño para asomada al infinito agujero de espacio y tiempo que es todo váter, vomitar la angustia agria que ahogaba succionándole el estómago, estrangulándole la garganta, tras haber vuelto a mal soñar con el Chico Cocodrilo.
Ni en Dios, ni en Satanás, Yisel no creía en esos cuentos pero si en el poder revelador que encerraba la ciencia adivinatoria de los sueños. Podía consultar el libro Sommeils, Clés d'Interprétation que le había regalado su amiga Jessica, la exocupa de Barcelona. Lo tenía ahí mismo, encima del escritorio bajo unas piedras volcánicas de Lanzarote, pero qué falta le hacía consultar ningún libro para entender el significado de ese sueño. Llevaba cinco días sin sexo, por lo que tenía ganas de tío, y si era potente y la tenía grande como la de un caballo pues mejor que mejor, esto por un lado, lo más preocupante era la aparición de a quien Yisel, que desconocía y para nada le interesaba su nombre, denominaba Chico Cocodrilo, porque de las pocas veces que lo había visto ya la primera y subsiguientes siempre llevaba, verde y antiguo, un pequeño cocodrilo cosido en sus ropas, Continuó con la segunda parte que toda buena vomitera reclama, y asumió el presagio impertinente que el sueño tornado pesadilla le anunciaba, comprendiendo que antes que la próxima luna estuviera blanca, amarilla, o rojiza redonda brillando en el cielo el Chico Cocodrilo reaparecería, una vez más, estropeándole el día.
- Qué mal gollo. –afirmó sin separarse de el váter, que en ese momento le trajo a su memoria esa mañana deslumbrante de sol, calor inhumano, y pegajosos insectos en la que se entrecruzaron sus pasos. Comenzó a cepillarse los dientes, y con su boca fresca de menta prosiguió a examinar e higienizar la bolita pearcing que habitaba bajo el labio inferior de su boca y le colocó aquel chico ruso, unos días antes de aquella tarde de fiesta en que visitaron los bosques cercanos a Barcelona para comer hongos en la noche en la que conoció a la ocupa que luego le regaló el libro, a un psicólogo reciclado jardinero y escribía un libro de ajedrez en inglés, a Toni más vale cabeza de ratón que rabo de león, decía superingenioso, a una pareja de chicos uno de ellos primero enamorado luego de las setas encarnación de Jorge Drexler, el otro el alemán con quien pasados unos días compartió habitación, y hablaban tanto de tíos, de pollas, y de la situación en el tercer mundo, que entre reír y llorar, fumar y fumar, y algunas salidas a discos, esa semana apenas durmieron veinte horas. Me voy a trabajar a Sri Lanka para Dentistas sin Fronteras le comunicó él, para todo seguido aparecer, cual arte de magia frente a los ojos de Yisel, dos entradas para el FIB.
- We’re going down to the music, to the fiesta!
Sonaron los pitidos nada más saltaron dentro del tren que casi pierden, se cerraron puertas y comenzó a moverse primero lento, luego más rápido y de tanta risa que les había entrado compartieron una pastilla que primero los hizo hablar, luego bailar en un vagón donde todos los que estaban iban al festival, y el alemán se besó con otro alemán, y Yisel tras participar la cola de gentes que daban a los servicios usos múltiples, se encerró en el lavabo con un inglés durante doce minutos casi trece en los que no les hizo falta decirse ni una palabra pues ambos llevaban música en los oídos, sintió Yisel el pasar fugaz de otro tren muy rápido en dirección contraria y en el vientre orgasmo, venía que venía el verano rojo intuición de frutas, bailes nocturnos descalza sobre arenas canela, guitarras lejanas, aromas a pino, vinos, estrellas adornando su piel, pezones excitados, gafas de diseño, labios calientes de sol, salivas, sustancias corrosivas, presentía olas acercándose y regresando, ciclos de luna, penetraciones intensas, miradas azules, las estrellas brillando en tiempo acordeón notas yendo y viniendo, sintiendo momentos por llegar, hablando con camareros en ciudades por visitar, paladeando humos, ginebras, caramelos, pastillas, endorfinas y cocaínas, lenguas de nicotina, un pene a la mantequilla, la danza de un cigarrillo hipnótico, el azul de la Tierra, perfumes y pólvora en el aire, deseos carnívoros de hombre en sus manos, de carne en sus labios, viento en el pelo, y en el pelo noche durante toda la noche, saludos diversos, subían los tonos, se preparaban los vatios, llegaba el momento, se estremecía, desesperaba, se felicitaba, abrazaba, besaba, reía, compartía, contemplaba, vibraba la llegada de la música, se abría receptiva, y frente al escenario fue el alemán, su zapato cobró vida, escuchó risas rápidas de niños pedaleando entre campos de vainilla, amor bajo tormenta, el trasero de un chico, el aire tocado dulce marihuana, el calor de un beso que se dieron más alante, mientras coreaban a los teloneros un estudiante chino moriría, de quien nunca sabría, un rapero chileno, una peluquera de nombre María que había viajado a Kenia, Londres, París, Nueva York, Madagascar, Kocomo, India, Australia, Arrecife de Coral, Marruecos, Buenos Aires, Panamá, en El Amazonas, en Dubai hace tres meses hizo el amor, les gustaba follar varias veces por semana, echar un polvo de tanto en tanto, practicaba submarinismo, besaba, bailaba, trabajaba, iba a clases de francés, pero que importaba nada cuando el escenario que todos formaban prometía inminente amanecer verde cerveza láser y hierba, qué se diluyera el universo y se volviera a refundir, estallaron las luces, Adalbert le metió una pastilla en la boca y compartieron instante eternidad en escenario Franz Ferdinand.
Rememoró músicas, sensaciones violeta se agachó un tanto para bajar dejando caer el tanguita a sus pies, y como si se supiera observada desanudó lentamente su cintura para girarse hacia la ducha y abrir el agua mientras los rasos azules ondeaban en libertad cosquilleándole los pechos, qué noche tan fantástica y brisa mediterránea que evolucionó su mente para que en ella pudieran entrar sonidos, luces, músicas, imágenes y sensaciones, tanteó la temperatura del agua probándola con una mano, y primero un pie y luego otro, entró en la ducha y corrió la cortina para entregarse al agua, como en esa noche a los miles de vatios luz y sonidos que la penetraban, cerró los ojos para mojar cara y pelo, vibrando desde la punta de los deditos de los pies paseando y recreando la piel de todo su cuerpo recorriéndola con esponja jabonosa en cuello, brazos, pechos y ombligo jugueteando en vientre y entre piernas una y otra vez utilizando el gel de el estudiante de química que terminaba de instalarse en la habitación del fondo, se excitó sabiendo que el chico utilizaba ese mismo gel para enjabonarse pecho, vientre, pene, y testículos más pequeños o más grandes que los de el escocés a quien le propuso la penetrara con el primer canto de las aves que despiertan al alba, porque le apetecía en ese momento, y porque sí, le dio un condón con una sonrisa, y la penetró en el interior de una tienda de campaña donde sobre sacos de dormir ella lo abrazó con su vagina, y los dos fueron felices durante unos instantes, se besaron, y vistió sin decir nada, sin despedirse para salir de la tienda con los primeros claros, la lona era azul, dos de los amigos del chico esperaban fuera mientras seguían bebiendo cerveza, y a ellos sí les dijo adiós, y nunca se habían vuelto a ver, comenzó a dirigir los hilillos de agua para el retirando todo el jabón y espuma de pelo y cuerpo resbalando suave por espalda y culo, por vientre y entrepiernas, por pechos y caderas, suave por brazos y muslos, sin querer ir dejando de resbalar por ese cuerpo, piel y curvas.
Y en la mañana que llegó tras esa noche andaba por la carretera donde todo tenía tan mala pinta, que si no hubiera encendido el cigarrito de hierba hubiera vomitado, como cuando casi lo hizo al oír su propuesta de matrimonio, y la impresión de verse disfrazada de novia primero le causó risa, luego una extraña angustia. Pero eso sucedió algo después, algunos meses pasada la mañana en la que después de esa noche se halló así misma caminando por una carretera que no sabía a dónde llevaba, con el sol que cada vez calentaba más en la cabeza, y tenía tanta sed, tanta sed que sabía si paraba de caminar moriría, caminaba y caminaba con la esperanza de encontrar agua, transitando su inconsciente por entre pasillos de armarios frigoríficos de puertas transparentes repletos de botellas de cervezas doradas y verdes, de botes rojos, negros y azules alineados en formación para ser bebidos, de botellines de mil y un zumos naranjas, fresas, limón, reconfortantes compuestos energéticos, frescas botellas en cristal verde de agua transparente mineral natural con gas, y ella sólo podía caminar, caminar sobre el recalentado asfalto de la carretera que la encarrilaba sin saber a dónde, pero siempre adelante siguió marcha pues todos los caminos conducen a Roma y aunque no quería ir a esa ciudad de curas donde gobernaba un ex-animador de cruceros, machista, corrupto, superoperado, y mujeriego al tiempo que más conservador que el Papa, seguiría caminando, caminando si no se la comían las moscas caminando hasta llegar a algún sitio, y en ese sitio seguro abría agua. Caminaba y caminaba hasta que tras filtrar córnea, cristalino y líquidos varios se formó una imagen desdibujada que recogieron las miles de células nerviosas de la retina, conos y bastones, para a toda prisa ser transmitidas a través de los nervios ópticos en forma de señales al cerebro donde una vez transformadas en imágenes invertidas, se les daba la vuelta, ¡alehop! para poner el sol arriba y abajo el asfalto que pisaba acercándose a aquel objeto brillante brillante, blanco, grande pero sin pasarse, y extraño situado en el arcén de la carretera, en mitad justo en medio, impidiendo, cortando, obstaculizando su camino. Ralentizó su marcha para acercarse cada vez más lentamente a ese objeto no identificado, hasta que la mente siempre curiosa, juguetona, y zalamera, ante aquella visión aún lejana, inconclusa e interrogante, le recordó que seguía teniendo la boca seca, sed, y le presentó cuatro posibilidades para ese híbrido de formas tanto lineales como curvas.
A- Era un frigorífico de tamaño medio repleto de toda clase de refrescos.
B- Era un ovni que había descendido allí mismo y no se parecía en nada a los que el cine americano nos mostraba.
C- Un inodoro.
D- Un mueble de oficina para un ordenador muy antiguo, o un ordenador muy grande y antiguo.



Avistar un váter allí posicionado y tranquilo junto a la carretera la propulsó a recuperar los efectos de algunas sustancias y como si hubieran apretado el play comenzó a oír a The Killers, el caso es que escuchaba la música sin saber como tomarse, ese encuentro, que como ningún hombre había conseguido nunca, la colmó de dudas, incertidumbres, misterios, y enigmas por resolver.
Se aproximó a una distancia respetando cierta educación, y se detuvo para curiosear. El váter permaneció en su lugar, tranquilo y relajado, sin inmutarse en absoluto por su presencia. Nadie dijo nada. Aventó una mosca cercana a su oído y no pudo evitar sentirse vulnerada en lo más íntimo, como si la inteligencia de aquel Señor Váter sonriera por dentro pues con sólo una mirada le había bastado para conocer todos sus secretos de mujer, de ciudadana, de persona. Se sonrojó al percibir y sentir que la estaba desnudando y que ante él, aún mucho más incluso que con cualquier hombre, quisiera o no, sin mediar conversación alguna siempre, siempre se bajaba el tanguita para ofrecerse, incluso mucho antes de tener conciencia ya le rendía tributo y veneraba. Creyó percibir una leve mueca irónica desde tan privilegiada prepotencia, y quiso revelarse y gritarle su enfado, pero cómo podía gritarle a quien la había observado hacerse mujer, cómo enfrentarse a quien contempló su primera felación sentada sobre su tapa, en quien se había apoyado para víctima del amor dejarse penetrar y recuperada la consciencia exigir continuidad hasta obtenido el orgasmo, como negar nada a quien ya en el colegio había sido cómplice de sus primeros pitillos, o testigo confidente de lloros por los primeros amores, qué podía hacer ante quien tantos gin-tonics le había sujetado mientras ella se pintaba los labios y recolocaba los pechos, como darle la espalda a quien había sido bandeja para tantos medios y gramos cocaína, que tan amable se prestaba, amigo imposible que ofrecía la cartera sin probar. Váter que tantas decisiones había inspirado, y no sólo a ella si no a grandes pensadores, genios, científicos, y premios Nobel, pero no ningún discurso de toma de presidencia, ningún agradecimiento en Asamblea General de las Naciones Unidas, o ceremonia en la noche de los Oscar, ninguna mención o reconocimiento, y ahora ella estaba allí juzgando sin ser juzgada, sintió vergüenza, cariño hacia ese compañero y aliado, pero seguía teniendo sed, focalizó en la cisterna, quizá contenía agua.
La verdad es que no sabía que decir, como actuar para poder ayudar, desconocía cómo podía haber llegado hasta allí ese váter. Era por voluntad propia, era una víctima de la violencia o la exclusión social, se había fugado de alguna prisión, era un váter huérfano que nunca había tenido casa, y si era ese el caso ¿podría ella adoptarlo legalmente?
Paso a paso, en vuelta en torno al inodoro intentando averiguar en qué modo la observaba. No con ojos, porque no parecía tener ojos, pero bueno podía tener sensores de sonido, o de calor, dispositivos capaces de ver la luz ultravioleta, Se divirtió al verse en esas imágenes desbordadas azul verdoso, verdes, amarillos, naranjas, rojo, violeta, según la temperatura del cuerpo, claro. Aunque todo aquello podía formar parte de algo mucho más grande, parte de una cámara oculta miró alrededor para a unos pasos, encontrar a un hombre moreno vestido con chaleco amarillo reflectante que dejaba al descubierto su pecho musculoso, unos brazos tan morenos como fuertes, y apretados los vaqueros ciñendo sus abultadas partes. sus ojos la miraban con fijación conectando con los de Yisel, joven y robusto, levantó un objeto redondeado, y sin dejar de mirarla llevó el artefacto por encima de su cabeza y un chorro de líquido fue a parar directo a su boca que jugaba con el líquido que caía con labios y lengua sin quitarle los ojos de encima.
La sed abrió y entreabrió, los ojos y boca de Yisel.
- ¿Quieres? –ofreció él, balanceando el artefacto que dejó colgando de su mano, Yisel se acercó y al ir a coger, cogiendo el objeto que no sabía muy bien como funcionaba se dio cuenta pesaba como la piedra, pues además estaba hecho de piedra tan pesada que no podía sostener, lo sujetó él, Yisel abrió más los labios, y levantado por él, surgió un hilo de agua al interior de su boca tan fresca y buena como nunca hubiera podido imaginar, bebió y bebió de aquel manantial que sació su sed pero no su deseo para quien el aguador tostado de sol, ya había destinado como escenario una caseta de ventas prefabricada instalada allí mismo. La hizo pasar al interior con ansia inmediatez de sexo, y cerró tras él. Dentro la oscuridad completa donde brillaba el encendido de sus cuerpos, respiraciones, y una cremallera que bajaba, la de su falda que cayó al suelo, la colocó para que se apoyara sobre algo que resultó ser una mesa, y apartado a un lado el tanguita ya estaba chupándola, comiéndole los labios vaginales cada vez más inflamados y entreabiertos, mordisqueándola, dándole alguna palmada en el sexo que cada vez se abría, agrandaba, y mojaba más, notó la lengua de aquel hombre culebreando en ochos por entre sus labios y entrada del ano que por momentos perdía la voluntad entreabriéndose al deseo.
La giró para comerle la boca, y enganchó la bolita pearcing con los dientes estirando y soltando estirando y soltando su labio inferior. Notó Yisel el pantalón abultado contra su sexo mojado, y calientes, grandes y firmes, de sol, espiga y deseo las manos del hombre acariciándole cabeza, nuca, y pelo. Comenzó ella a pasear lengua por entre los pelos de su pecho le desabrochaba el pantalón, y bajaba la cremallera cuando sonó repetidas veces el pitido cercano de un coche.
- Ssss. Quédate aquí –notó Yisel un dedo indicando que permaneciera en silencio su boca-. Vuelvo enseguida.
Se abrochó, la puerta se abrió inundando el interior de luz, y se cerró retornando una oscuridad aun más densa que la anterior. Subió sus ropas sorprendiéndose al notar lo mojada que estaba, y oyó voces.
- Vamos a almorzar hombre que tampoco es para tanto… vang vamos que yo te invito… no te preocupes hombre que antes de que venga mi padre, que no va a venir estamos de vuelta.
Oyó el sonido de otro coche que se acercaba.
- Vale. –oyó, y un coche alejándose.
Esperaría a ese hombre aunque tardara un año en volver, nunca había sentido tanto deseo animal a esa hora de la mañana, y además quería que le explicara el mecanismo de esa cosa de piedra de la que brotaba agua fresca. Esperaría lo que hiciera falta, esperaría a ese hombre un siglo si se hacía necesario, se prometió, pero sola, sin música, sin Internet ni nada, y allí en total oscuridad un minuto parecía medio milenio, así que rebuscó por su bolso para liarse un cigarrito con un poco de hierba, que montó tranquilamente en la oscuridad, y con la llama del mechero ubicó la mesa, las paredes y prendió el cigarrito en calada larga y lenta, oyendo el sonido avivándose al inhalar, el de su boca al tirar el humo sobrante se abrió la puerta cegándola tanta luminosidad.
Yisel lo empujó contra la puerta que se cerró regresando la oscuridad, y le pasó con su boca primero una, luego dos, después una tercera calada de esa hierba afrodisíaca boca a boca, seguidamente al comprobar que aún no estaba excitado, le demostró lo mucho que ella si lo estaba tomando uno de sus dedos para pasearlo por la entrada caliente de su vagina, que el tocó y tocó a indicación de ella, que le tuvo que señalar tres veces la posición del clítoris, fingir gemidos y parar de gemir para que supiera donde tenía que tocar. Le extrañó tanta incompetencia y falta de iniciativa, pero algunos hombres eran como niños, cuando se les daba un juguete podían pasar horas haciendo lo mismo. Fuera como fuera, y ya que estaban en el tema, Yisel apoyó su culo contra el sexo de él, golpeo de nuevo, se colocó a cuatro patas apoyada sobre la mesa, y le indicó, y le desabrochó el pantalón, y se bajo el tanguita, finalmente notó algo moviéndose contra ella, al tiempo que se preguntaba por qué no la penetraba. Por qué no la penetraba seguía moviéndose aquel imbécil, percibió Yisel que tenía una especie de pene entre sus nalgas, y oyó gemidos disimulados con una especie de tos al tiempo que los movimientos se aceleraron y frenaron.
Si le hubieran contado que los extraterrestres habían llegado a París lo podría entender, pero cómo aceptar que aquel hombre hubiera terminado entre sus piernas sin tan siquiera haberle metido la puntita, ni proporcionado rastro de placer. Se subió el tanga, arreglándose la falda en un segundo, se giró y en la oscuridad soltó una bofetada que explotó con fuerza en la parte izquierda de la cara de aquel, que antes de poder reaccionar recibió un segundo manotazo en la mejilla derecha.
Un estúpido perfume a colonia infantil avivó la rabia del deseo frustrado y Yisel siguió soltando guantadas a razón de cinco cada tres segundos.
- ¡Alto. Por favor. Por favor!
Yisel se detuvo no por querer dejar de golpearle, si no alarmada por esa voz, diferente a la del hombre del chaleco, encendió el mechero para ver al temblor de la llama una cara redondeada rosácea y un pequeño cocodrilo cosido a su camisa, continuó pegándole todavía con más fuerza, furiosa, al que no era quien debía ser.
- ¡Para por favor, para! – la sujetó inmovilizándola por los brazos- ¿Quién eres, dime cómo te llamas?
Un rotundo rodillazo le devolvió la libertad de movimientos. Abrió la puerta mientras aquella escoria se retorcía de dolor divisando como de él se alejaba esa damisela de corta falda.
- Espera, dime… -pero la damisela de corta falda que además llevaba el tatuaje de una especie de hoja en la parte baja de la espalda siguió alejándose, y él que nunca había tenido la palabra exacta en el momento preciso, con el humo de la hierba, tras el orgasmo, los golpes y el dolor atenuándose quedó sobre el suelo repitiendo mientras se dormía te quiero, te quiero, mi damisela, mi damisela.



En esas horas entre el primer café y almuerzo. En esas horas en las que algunos funcionarios acuden a trabajar. En esas horas y más concretamente a las 9:56 y jueves. Bautizado, comulgado, y confirmado por el padre Daniel que más tarde aparecerá, con el mismo nombre de su padre, José María, requerido, enviado, y espoleado por su padre José María, se dispuso a trabajar junto a otros, y tras pagar lo que había tomado junto a dos transportistas y un estibador. Total 5 bocadillos, 7 cervezas, 3 cafés, 6 carajillos, 18 chupitos, 1 copa y 4 gin-tonics, todos ellos se fueron a trabajar en uno de los Mercedes viejos de su padre que los acercó hasta el muelle donde junto a otras muchas, una grúa gigante y roja que como los trenes circulaba por raíles, enganchaba y transportaba contenedores metálicos, rojos, verdes, y azules que los camiones de su padre terminaban de descargar junto a tuberías, hormigoneras, camiones y más camiones llegaban al puerto de Valencia donde junto a otros materiales de construcción serían embarcados destino Dubai, ya que entre playas y naranjos no se construiría nada más durante muchos, muchos años.
Dentro de alguno de esos cajones de hierro viajaban, protegida la cerámica por cientos de metros de envoltorio plástico con burbujas de aire que al apretarlas hacían, plaz y este a su vez protegido por un papel blanco sintético, y todo esto plaz, plaz, plaz, dentro de cajas de cartón marrón duro con el dibujo de una copa para indicar fragilidad y en que posición debían ser colocadas siempre, allí en algún contenedor, que no supieron decirle cual, junto a puertas, encimeras, electrodomésticos, bañeras hidromasaje, aires acondicionados, y otros, viajaban los 60 inodoros que su padre le había ordenado recoger de una promoción en construcción que nunca se terminaría, para ser enviados en larga travesía sin apenas ventilación, sin las mínimas medidas higiénico-sanitarias, afinados sin apenas espacio, apelotonados igual que turistas en clase turista viajaban esos Inodoros, vírgenes e inmaculados, como la virgen de la Inmaculada Concepción.
La grúa embarcaba los contenedores apilándolos en el barco, y José María sentía encogiéndosele el corazón, ya que era consciente gracias a esos váteres que dos días antes tuvo que ir a recoger, se sentía en deuda, agradecido para con todos ellos y les deseó fueran lo mejor tratados y felices en los Emiratos donde pronto iniciarían una nueva vida, a esos que habían propiciado conociera al objeto de su amor, siendo consciente era posible que nunca más supiera de la Damisela de Corta Falda, que robaba el aire y desbordaba su corazón.
El mismo chaleco amarillo reflectante y los mismos pantalones apretados, Dimitri el rumano que al llegar primero el impertinente hijo de el jefe, y en ese mismo momento el padre de el impertinente hijo de el jefe, el jefe, se vio obligado a dejar a ese bomboncito caliente en la caseta de ventas, donde seguidamente entró el impertinente hijo de el jefe, y pasadas dos tres horas. Quieres qué terminemos lo empezado, le soltó el rumano nada más volver a verla en la pequeña estación de tren. Demasiado tagde, replicó Yisel. Vente un momento conmigo. Ya estuve con otro. Pero tus ojos me dicen, que sigues teniendo ganas, acertó el rumano. Chao, la miró de arriba abajo el rumano mientras ella subió al tren. Hazme un regalo, dime tu nombre. Yisel. Dejó al rumano en el andén con recuerdos calientes y boca en su sexo que aún saboreaba mientras el impertinente hijo del jefe permanecía junto al agua absorto en la contemplación del movimiento de grúas y traslado de contenedores, con ojos enamorados al borde de la lágrima.
- Me dijo que le gustaba tu perfume, y tu estilo –le espetó, acercándose sin dirigir mirada a José María, que acomodado en su burbuja de dolor, percibió las palabras sin entender nada, cual comienzo de un lejano cuento.
- ¿Cómo dices Dimitri? ¿Hablas conmigo?
El rumano había dado muchas vueltas, visto muchas miradas de hombres y mujeres enamoradas, personas en estados irracionales y vulnerables de las que había sacado buenas tajadas, el gesto de José María era de acertijo abierto en libro infantil.
- Esa chica se había fijado en ti.
- ¿Qué chica?
- La chica del pearcing, Yisel.
- Yisel –pronunció extasiado el nombre de la Damisela de Corta Falda-. Yisel –repitió recreándose en la belleza sin igual de ese nombre-. ¿Qué sabes de esa chica, qué sabes de Yisel?
- Muchas cosas –encendió un cigarrillo para hacer tiempo dejando que él se acercara al tema dando los rodeos que creyera oportunos para hacerle sentirse cómodo, y pudieran tratar el tema de un modo indirecto, que ya intentaría hacer lucrativo.
- ¿Sabes donde encontrarla?
El rumano respondió con la misma sibilinosidad y falta de interés en el asunto.
- Podría, conozco a unos amigos a los que preguntar.
- ¿De verdad, de verdad harías eso por mí?
- Claro –se rascó la entrepierna-, esta noche llamaré a mis amigos.
- ¿Puedes llamarlos ahora?
Dimitri vaciló dos segundos.
- Claro hombre. Voy a llamarlos. –se alejó unos metros, apoyó el pie en un amarre pintado de amarillo, al que le habían asignado el número 42 también pintado en amarillo sobre el cemento. Vio un pez corriendo bajo el agua, y a aquel que disimulaba sin dejar de mirarlo, se vio forzado a tirar el cigarro cuando aún le quedaban dos caladas, y actuar al respecto sacando el teléfono de su bolsillo, llamó a su chica, también rumana, y todo en rumano le explicó la situación a manejar. La chica que se arreglaba para ir a trabajar mientras tendía una lavadora, atendía al capítulo 329 de la telenovela, y enviaba un mail a su hermana esperando el rosa o el morado de una prueba de embarazo, le indicó que le pasara con el sujeto anunciándola como Andrea la hermana del novio de una prima de Yisel.
- Toma, Andrea la hermana de la prima de el… Andrea quiere hablar contigo.
Aprobaciones, afirmaciones, alguna pregunta, y sobrecogidas exclamaciones completaron los seis minutos en que José María estuvo al teléfono. Luego colgó y abrazó a Dimitri, durante unos segundos en los que al rumano le costó aguantar a aquel tío con barba oliendo a infantil.
- Andrea me llamará para decirme donde esta Yisel –habló rápido José María-, pero ahora lo más importante, lo primero que tenemos que hacer es trasladar al hospital a esa niña rubia con cara de ángel y dos añitos recién cumplidos al borde de la muerte, para que la curen.
Dimitri sólo pudo asentir con la cabeza, y cinco minutos más tarde contar uno tras otro 87, 88, 89 todos y cada uno de los 100 increíbles billetes de 500 euros, que le producían cálida embriaguez al tiempo que, roja, grande, hoy, respondieron a antiguas preguntas los billetes que contó de nuevo, y José María ponía en sus manos y bajo su custodia para trasladar al hospital a esa niña rubia con cara de ángel y dos añitos recién cumplidos al borde de la muerte, para que la curen, y como nunca había tenido tanto dinero no supo donde llevarlo, y terminó por colocárselo entre el calzoncillo y el vientre, besó a José María y paró un taxi.
Roja, la moto que Dimitri se iba a comprar sería roja. Grande, viviría en un piso o en una casa, eso le daba igual pero la pantalla de televisión sería grande, y también el frigorífico, y la cama, grande. Hoy, hoy era el día en que mandaba a la mierda ese trabajo de obrero a su jefe y al impertinente del hijo del jefe.
Amó a la vida en el cuerpo de su chica desnuda sobre una cama cubierta de billetes morados, recogió todos y volvió a contar uno a uno todos los billetes hasta 100, se los guardó donde estaban seguros y otro taxi los acercó al aeropuerto caminando al embarque recibieron la primera llamada de José María, feliz y satisfecho al haber podido ayudar a trasladar al hospital a esa niña rubia con cara de ángel y dos añitos recién cumplidos al borde de la muerte, para que la curen y su tía Yisel la pudiera pronto abrazar, y él también le haría regalos, y Yisel, su sobrinita y él pasearían por jardines de flores, y esa misma tarde tras llamar cinco veces a Dimitri que primero no le cogió la llamada, luego le colgó, luego estaba fuera de cobertura, luego le saltó un contestador en rumano, y luego sí le descolgaron pero por mucho que preguntó.
- Dimitri, Dimitri, soy José María, soy José María, el hijo de José María, ¿me escuchas? ¿Está esa niña rubia con cara de ángel y dos añitos recién cumplidos al borde de la muerte, mejor? ¿Me oyes? ¿Ya sabe Andrea donde está Yisel? –obteniendo por respuesta sonidos como de ambientación de aeropuerto hasta que se cortó.
Vamos a contestarle, le dijo su chica a Dimitri. Pero si no sabemos donde puede estar esa chica. Y eso qué importa, le cogió ella el teléfono.
Un minuto más tarde dos pitidos altos, largos y claros anunciaron a José María la llegada de un sms a su terminal de telefonía móvil.



Tu chica esta en ibiza



Sabía que Dios lo había ayudado, lo iba a ayudar para recuperar a Yisel, y estaba tan contento que al llegar a casa sorprendió dando dos besos a su madre:
- ¿Hijo mío, no te habrás enamorado?
- Qué va -respondió-, es sólo que estoy contento.
Marchó masticando un trozo de chorizo al tiempo que no podía evitar canturrear una canción que sin saber por qué se le había metido en la cabeza. Volando, volando a Ibiza voy, a Ibiza voy, o esta otra masticando otro trozo de chorizo, un puente desde Ibiza hasta Valencia… la, la, la, la Brasil, Brasil, pum, pum, pum, pum.
Recordaba a la perfección esas canciones que cantó, y cantó, y repitió y repitió hora tras hora hasta que al día siguiente su madre le dijo.
- ¿Qué, se te ha ido la novia a Ibiza?
- No, que va, yo no tengo novia, es una amiga, se llama Yisel.
- Yisel. Tiene nombre como de pez.
Yisel, Yisel, Yisel, lo estuvo intentando pero no consiguió recordar ninguna canción con su nombre, así que se sentó a buscar en youtube, donde al no encontrar. Tanto mejor que no exista, se alegró, así podré componerla yo. Uah, Uuh Yisel de mi amor, Uah, Uuh, Yisel de mi corazón.
Le bastaba con recordar el azul del cielo en la mañana en que se conocieron, cuando le sopló humo de su boca a la suya para sin saber qué pasaba obligarlo a tocarla mojada entre las piernas, esa primera vez que entró en ella y la forma en que la hizo sentir, el sabor de sus besos, la delicadeza con la que siempre lo trataba, sus curiosidades e ingenuidad, su cara de niña cuando se cepillaba con esa feminidad mientras él la observaba desde la cama, su pelo, la tibieza de su piel, sus manos, su calor. Las ansias de esa chica por compartir una vida junto a él, los viajes que hacían por Italia, las ricas vieiras que cocinaba alguna noche de domingos para él, su risa como fresca agua de río, su pearcing de plata.
Hubiera dado diez años de su vida, y un brazo, el izquierdo, para que nunca se hubiera separado de él, y hubieran seguido siempre juntos para cruzar semáforos en rojo bajo la lluvia, comerse un croissant a medias, y compartir pasta de dientes con Yisel de quien nada había vuelto a saber desde que lo dejó amargado de dolor para largarse regalándole una mirada entreverada de odio y desprecio con que la muchacha trataba de disfrazar sus verdaderos sentimientos.
Una nube cruzando el cielo lo llevó a venirse abajo, Yisel no llamaría, ni hoy, ni mañana, ni pasado. Lo más probable es que no llamara nunca, ya que cómo podía llamarlo si no tenía su teléfono. Todo desconocía, nada comprendía, pero de algún modo tenía que empezar a aceptar que estaba solo, Yisel lo había olvidado, esa era la única realidad, lo había abandonado, se autodefinió cual barco sin rumbo, sin timón, sin velas, y hasta sin mar.
Pero una historia como la que ellos habían empezado no podía terminar de aquella manera. Yisel lo quería, él amaba a Yisel, y eso siempre sería igual, lo mismo que el azúcar siempre tendría un sabor dulce, y aunque por motivos que desconocía, ella no había podido evitar su partida a remota isla, el atesoraba su nombre, Yisel, y también conocía el de esa remota isla, Ibiza. Ibiza y Yisel, la buscaría y la encontraría. Se sintió henchido de esperanza, sabía que la encontraría. La encontraré, se repetía una y otra vez, la encontraré, y pasados tres o cuatro años, tras un trabajo insulso en algún recinto gris, unos compañeros antipáticos y un jefe cabrón terminaría la jornada tras hacer alguna hora extra que nunca se las pagaban, sobre las ocho para regresar en metro apestado de gentes que si cayera muerto seguirían entrando y saliendo de el vagón sin inmutarse, para regresar a su magnífica casa de 73 metros cuadrados construidos, 51 pisables situada en el 6º C 1ª interior a la piscina, zona de juegos para los niños y jardines a compartir entre los vecinos de poco mas de 600 viviendas, que sería suya en tan solo treinta y ocho años, ya que se habían apretado el cinturón y entregado una buena entrada. Paseó de el metro a casa cargado con dos garrafas de diez litros de agua mineral Bezoya, que te crece la polla, siendo esta la que más gustaba a su querida Yisel que tras llegar a casa con los brazos descolgados por el peso, le diría con dulzura.
- Quédate hay en la puerta y ni te muevas que estoy limpiando y seguro que traes los zapatos llenos de porquería –cercándolo con el mocho-. ¡Ni te muevas!
Y allí en la puerta se quedaría José María, diez minutos de nada sin poder moverse y aguantándose las ganas de ir al baño. La trataría como a una reina, como a una princesa. Luego acompañarían la velada con una suculenta sopa de sobre, pan descongelado en el microondas con hamburguesa, la tele para no tener que contarse nada, y así y todo acabarían discutiendo como siempre porque a esa mujer se le había metido en la cabeza, vamos entre ceja y ceja, que estaba muy pendiente de su madre a la que no tragaba, o debido a que siempre dejaba el baño manga con hombro renegaba, para acostarse cada uno mirando hacia su parte, mientras uno se dormía y el otro escuchaba a los vecinos disfrutar de asaltos amorosos, que ella cada día más dejada, y él con menos pelo habían perdido interés en practicar entre platos por fregar, facturas que los consumían, y listas de la compra, cervezas, coca colas, arroz y pizzas congeladas, hamburguesas, sopas de sobre, yogures con bifidus, barritas ligeras con chocolate, café instantáneo, leche semidesnatada, de soja enriquecida con fibra, pan integral rico en fibra, papel higiénico, el champú anticaspa, y bombillas pequeñas de rosca grande, qué siempre se te olvidan, ¡joder!



Zarpó, salió y se alejó el barco dejando atrás, cada vez más pequeño el puerto de la América´s Cup, desde Valencia, ciudad conocida universalmente por este y otros grandes e importantísimos eventos, hacia la mar salá. Rumbo Este con destino la Isla Blanca, de la Libertad, de las Tentaciones que parecía ser el único no había visitado. Allí arribaría por vez primera al abordaje de su amor desembarcó arrastrando su pesada maleta, y tanto disfrutó de ese momento al saberse en el mismo suelo que su Yisel, que al llegar a la parada de taxis tuvo que ponerse el último de una larga cola, y esperar, y esperar hasta que le llegó su turno y lo trasladaron al hotel. Allí colgó sus ropas, se duchó, se secó el pelo con su propio secador de pelo que para eso se lo había traído, se peinó pulverizándose con algo de laca que también se había traído, se puso los pantalones de pinzas que apenas se habían arrugado, y una de las camisas, todas ellas con el cocodrilo bien visible para salir en busca de Yisel.
El puerto de Ibiza le resultó encantador, unos simpáticos hippies terminaban de instalar un puesto callejero de artesanía, pendientes, collares, sortijas, decidió comprarle un detalle que seguro Yisel le agradecería con una sonrisa, y un beso.
- ¿Cuánto cuesta? –señaló una de las pulseras sacando un billete de diez.
- No cash, only visa.
- ¿Qué cuanto cuesta? –preguntó por segunda vez en un tono algo más elevado para ver si lo entendían.
Rapidamente le hicieron comprender que sólo se podía pagar con tarjeta. Cómo han evolucionado estos hippies se sorprendió entregando la tarjeta, que pasaron y en un segundo tuvo un boli en la mano para firmar, firmó, le entregaron la pulsera, la copia de la transacción de compra, la pulsera envuelta en un papelito azul oscuro salpicado de brillantes estrellas y lunas doradas, y se sintió feliz hasta que miró el importe. ¡129€! ¿por la pulsera?
- Thank you. –lo despidieron en cantinela acompañada con sonrisa-. Chao. –invitándolo una vez más a irse.
Como iban a dar las seis de la tarde decidió lo mejor empezar con sus pesquisas y encontrar a Yisel cuanto antes entró en una cafetería para tomar un helado de limón, un cucurucho de limón que debía estar muy bueno porque le cobraron 10€.
- Hola –se apoyó sobre la barra como tantas veces había visto en las películas para de forma indirecta y con la voz ensayada algo profunda preguntar estilo Bogart doblado al castellano, mientras enseñaba sin enseñar un billete de 20 que si bien no tenía la marca de el dólar, tenía la de los euros que valían mas-. Conoces a una chica llamada Yisel.
- No. –escuchó viendo a la chica alejarse para atender a otro cliente y el billete había desaparecido de su mano.
Decidió probar suerte en otro lugar.
- Hola habéis visto a alguna chica extranjera con un pearcing aquí bajo –se señaló- en el labio.
- Sí claro.
El corazón de José María se iluminó en luz rosada con tal intensidad que aun a través de la piel y tela de la camisa deslumbró al que estaba detrás de la barra.
- Espera un momento. –le respondió cubriéndose el rostro iluminado de rosa al tiempo que apartaba la mirada con los ojos apretados ante aquel brillo de su corazón.
- Perdón. –se disculpó José María cubriéndose.
Una chica con pearcing, dos, tres, cuatro.
- Todas las chicas que trabajan aquí son extranjeras y llevan algún pearcing.
- ¿Y qué tengan una planta tatuada en la parte baja de la espalda?
Se giraron algunas para enseñarle tatuajes, pero ni por delante, ni por detrás, ninguna era Yisel, se despidió para echar los dados en otro lugar.
- Hola, trabaja aquí, o conocéis a una señorita que se llama Yisel Lleva una bolita en el labio este de abajo y un tatuaje en la espalda, y fuma porros de hierba, tiene el pelo marrón, sus tetas son grandes, y los ojos como de animal malo.
- ¿Quieres decir si sabemos de una chica con pearcing en boca de nombre Yisel y cintura trasera adornada con un motivo natural, que gusta de las hierbas, luce pechos exuberantes, y cabellos chocolate entre los que arden los fuegos gemelos de sus ojos felinos?
- Eh. Sí.
- Lo siento, no creo conocer a esa chica. Aquí sólo trabajamos chicos, y únicamente nos visitan chicos, somos un local gay exclusivo para hombres.
Había llegado a Ibiza para encontrarla, subió en un taxi, y la iba a encontrar.
- Al Café del Mar.
- Qué ahora es franquicia. –le respondió el taxista poniéndose el coche en movimiento.
Una vez allí pidió un café, el atardecer naranja le habló de amor, y la música de juegos sobre la cama.
De allí, donde no preguntó por Yisel, ya que se le olvidó, cogió otro taxi.
- A Space.
Nada más entrar todo, precio incluido, le pareció realmente desorbitado, el había estado en alguna sala de baile, pero aquello era diferente, la música era como un gancho que lo levantaba de el suelo, y eso le producía vértigo, y sensación de cosquilleo desconocida que rechazó de pleno, pues debía ser mala, nociva para la salud, perjudicial para el espíritu, quizá esa sensación se debía a que allí dentro tiraban drogas por los conductos de aire para marear a la gente, para que rieran, bailaran, y se transformaran en extraños semidioses en éxtasis previo a la aparición inminente en un canal de televisión internacional, en la MTV por lo menos.
Claramente, en ese lugar no podía preguntar a nadie por Yisel, y con tanta gente, casi sería mejor salir y ponerse en la puerta a ver si la veía entrando o saliendo, dio media vuelta para salir procurando no ser elevado por el gancho ese de la música y la perversión, pero por mucho que intentó salir la marea de modelos entre la que parecía encontrarse lo llevó cada vez más al interior.
Finalmente y tras sobrevivir a una lluvia de luces imposibles en complicidad con oleadas de músicas fornicando unas con otras, consiguió alcanzar un pasillo con paredes, suelo y techo todo iluminado violeta y brillante encontró a dos chicas gigantes, ante las cuales se quedó paralizado.
- ¿Estas perdido amor?
- Te podemos ayudar, ¿qué buscas?
- Una salida.
Aquellas gigantes se rieron con bocas grandes, voces roncas, y se colgaron a él cada una de un brazo. Qué altas, que grandes, y amables que lo acompañaban a la salida. Lo metieron en una habitación donde había un váter encendido como una gran bombilla azul, donde el váter bombilla era la única luz.
- Qué suerte buscabas a una salida y has encontrado a dos.
Aquellas señoritas se pusieron de rodillas como dispuestas a orar y notó como el botón de su pantalón se despasaba, y la cremallera bajaba.
No se atrevió a mirar, pero le estaban haciendo algo húmedo como con lenguas, algo en el pene, pero bueno si no lo contaba nadie se enteraba, las ondas musicales le empezaron a resultar más armónicas y tuvo que admitir que cada vez le gustaba más, que no estaba tan mal aquel local, y ah, ah, aaah.
Esas señoritas tan simpáticas se marcharon dándole a oler algo que le despejó la nariz y agrandó su oreja izquierda de tal modo que oyó voces de los que bailaban en las pistas, de la gente que conversaba fuera en el parking, de una niña que en Buenos Aires con día agradable en temperaturas suaves y el astro sol iluminando compró fresas, que comieron dulces y ácidas pudiendo él ver hacia atrás, atravesó la pared para continuar buscando la salida entre la gente de la pista siguiendo los bajos de la melodía con la mandíbula que se le iba artísticamente mientras chupaba una pastilla que supuso azul como la viagra de todos esos perfumes, se imaginó sentado a la mesa para comerse con las manos la pierna de una mujer y alguien reía con él feliz siguió buscando la salida y el suelo se levantó en luz verde, y la gente como alrededor de su mundo de suelo redondo saludó con un gesto imperceptible de la mano izquierda con la que movió el mundo, modificó el orden de los planetas, aceleró y moduló la música, cambió las luces, creó nuevos colores, salió sin despedirse para encontrar a dos amigos, Buscando y buscando la salida cuando ya estaba fuera hablando y le presentaron a alguien estrella, tocó de purpurina dorada una que ocultaba el pezón de un pecho negro en cabalgata musical bebió frutas sobre arena blanca donde Bogotá, Barcelona y Salvador de Bahía tres mujeres movieron sexo con él fumando hierbas afganas, apuntó dos números en sus zapatos y los liberó flotando en suerte de mar turquesa para bañarse junto a un barco, amarillo y rojo desde el que regalaban música y un bañador que al salir del agua intercambió con uno New Zeland se abrazarón desnudos, comió pastilla, bailó con una palmera milky disco al anochecer, despertó, levantó poniéndose en pie sobre la arena al lado de el paseo gentes caminaban dejándose ver, los observó, lo observaron pasando, tenía una luna creciente en forma de D, y sobre la arena el bañador almohada, lo cogió pero, se detuvo al percibir algo nuevo, extraño, extraordinario. La Luna se estaba comunicando con su culo.



- ¿Qué te pasa en la boca? ¿Estás cazando moscas? –lo recibió su madre nada más regresó de la isla a su casa con la mandíbula algo encajada que le impedía cerrar la boca.
- ¿Qué pasa, tanto te gustaron las pastillas de Ibiza que esperas a ver si alguien te echa alguna más? –su primo Mauro.
- ¡Cierra la boca cojones, que pareces tonto! –tenía razón su padre. Unos relajantes musculares que casi le perforan el estómago, una semana de fisio, y un manotazo de su padre en la barbilla solucionaron el molesto asunto, y recuperada la tranquilidad volvió a pisar las calles donde la gente seguía comprando el pan, caminando de aquí para allí, hablando desde sus teléfonos, riendo con bocas llenas de dientes, entrando y saliendo de las bocas de metro, tomando carajillos desde primera hora de la mañana, llevando a los niños al colegio, discutiendo en los semáforos, corriendo bajo la lluvia, sus ojos se llenaron de tristeza ante ese ajetreo del mundo que seguía su ritmo como si nada hubiera pasado, y sin embargo qué, cómo, dónde estaba la que debía ser la madre de sus hijos, qué estaría haciendo Yisel en ese momento, estaría también pensando en él.



- Vamos, vamos pegesoso –gritaba en ese momento Yisel al negro que la llevaba desnuda a la espalda- arre caballo- lo palmoteaba sujetando su sombrero rosa de cowgirl al tiempo que fumaba- Vamos, llévame a la cama o te cojege tus huevos de chocolate y me los comege.



Seguía lloviendo en su corazón, necesitaba localizar a Yisel y hablarle de su amor. Tenía que hablar con su padre, pedirle ayuda, él disponía de dinero e influencias, que si se convertía en un hijo interesado y sin escrúpulos podría hacer servir para recuperar a esa chica que le había dejado el pecho vacío. Tenía que aprovecharse de su padre, tenía que hablar con él de hombre a hombre, y tenía que ponerse a cubierto de la lluvia, estornudó, antes de coger una pulmonía.
- ¡Pero quieres comer gambas, cojones! Qué pasa no tienes hambre, son las mejores gambas del Mediterráneo, a 50€ la gamba, míralas que bonitas y que frescas. Manolo, trae otra bandeja que si mi hijo no quiere yo me las comeré, una a una aunque reviente. No he llegado aquí moviendo ladrillos para ahora acojonarme ante una bandeja de gambas, y más vino, cojones –reparó de nuevo en la presencia de su hijo-. Y a ti qué te pasa, estás dominado por una mujer, no será una mujer casada verdad, que las faldas traen muchos problemas. ¡Come hóstia! -le lanzó una gamba de la bandeja al plato-, si no cumples en la mesa como vas a cumplir en la cama. ¿A ver? la has dejado embarazada? Porque si es así tienes dos posibilidades, poner mucho dinero encima de la mesa así de golpe, o quedarte con ella para vivir bajo el mismo techo y que te lo vaya sacando todos los meses poco a poco. Jajaja. Come coño no te preocupes. Espabila esa cara de merluzo y cuéntale a tu padre que te pasa, que con cojones y con mucho dinero se soluciona todo. Háblame de esa mujer. ¿Crees que te has enamorado? no te preocupes, lo que seguramente ocurre es que estás encoñado. Cuéntame.
Abrió la boca para exponer el caso cuando resultó detenido por el sonido musical del teléfono de su padre.
- Hola preciosa. Claro Charlotte claro, precisamente ahora estaba comentándole de ti al director de eventos de la America´s Cup, no no ángel mío cómo vas a molestar, nunca. Yo, bueno ya sabes con 160 trabajadores uno nunca dispone un minuto libre y lo peor nunca tengo dos horas para sentarme a tomar una copa con una mujer como tú, que cautivas por tu inteligencia… esta tarde claro. Precisamente ahora estoy bajo el despacho comiendo con Ernesto y Andresito que ya sabes lo predispuestos… exacto… magnífico. Entonces esta tarde. Hasta ahora Charlotte.
José María observó a su padre comiéndose una gamba al tiempo que la besaba y chupaba muy lejos de esa mesa. Luego lo vio beber un trago largo de vino mirando al mar en calma y sosiego bajo el Sol.
- Bueno me decías –volvió a sonarle el teléfono-… Disculpa un momento ahora me cuentas-. Dale largas… a Gerardo dile que venga a comer el sábado. Bien Merche, por cierto esta tarde no es necesario que venga, tendré una reunión algo confidencial y necesito tranquilidad en el despacho. Pásame con él, pásame con él. Alfredo que alegría… Cabrón tú sabes tan bien como yo que ese partido no lo ganásteis… no, no, no… porque se lo deberéis siempre al árbitro. Bueno a lo que vamos… los detalles ya estaban cerrados… vaya que cosas me cuentas… y que listo y mentiroso, pero seguimos adelante… Medio millón con un tres de comisión, habíamos quedado con un dos, pero bien ya se la devolveré cuando deje de ser Alcalde… Sí, claro necesitaremos a alguien, pero no... No te preocupes ya tengo la solución… está delante de mi. Bien, jueves a las diez... Perfecto. Adiós, adiós.
- Bueno se me ha hecho un poco tarde –abrió una servilleta perfumada de limón para limpiarse las manos-, y me tengo que ir al despacho. Nos vemos el jueves y me cuentas, este jueves a las diez en la notaría de Denia, luego iremos a Gandía pasaremos por un banco por otro notario, y yo me quedaré a comer con unos señores. Aféitate, ven con un traje de marca, y documentado tendrás que firmar algunos papeles. Acuérdate jueves a las diez –besó a su hijo- y alégrate coño.
Las puertas del ascensor se abrían en el interior mismo de la notaría. En torno a los sillones dos hombres hablaban inglés con una mujer con pinta de modelo que servía de intérprete a su padre quien apoyaba una mano algo por debajo de su cintura entallada en falda tan negra como ceñida.
Los venidos de tierras lejanas, un señor que llegó junto tras él, su padre, y él firmaron escrituras, constituciones de sociedades, y otros papeles por espacio de hora y media, luego se abrieron unos portafolios, se entregaron algunos cheques, y de allí todos fueron al banco donde el director de sucursal los recibió en su despacho abrazos y besos, Firmó, firmó, y mientras firmaba vio una cifra 3.500.000€, siguió firmando mientras algunos esnifaban, le dieron una copa alargada, brindaron y director de sucursal incluido, todos salieron a la calle para subir en dos coches.
- Bueno hijo, ya hemos terminado con tu labor. Revisa tu cuenta, te he ingresado 30.000 euros para que te compres un coche nuevo, y 5.000 extras para gasolina. Nos vemos por casa en unos días, salgo de viaje, y ni una palabra de todo esto a tu madre ¿eh?
- Necesito encontrar a una mujer.
- Bien, háblalo con tu tío, el te ayudará. Además tiene algo para ti.
- ¿A mi tío?
- Sí a tu tío, al centro de la capital, a Valencia.
- ¿Al centro de Valencia?
- Sí a Valencia.
Valencia es la tierra valenciana de la paz y del amor, para bara ban, param param, para bara ban, param param, tus hermosas mujeres, tus jardines en flor, para bara ban, param param, para bara ban, param param.



- …Christine, o Jeniffer no recuerdo, una Chica Americana con un currículo de lo más brillante, impecable, limpia colócala de organizadora de eventos, o de directora de proyectos de cualquier tema, pero ya. Eso por un lado, y si no hay trabajo para la empresa de Pablito, pues os sentáis tú y el. Pasa sobrino, pasa y siéntate. Te decía os sentáis con el concejal a comer y os lo inventáis, ¿no se te habrá ocurrido dejar a 40 obreros en el paro, y a mi amigo Pablito sin negocio verdad? Pues entonces. Hombre yo que sé, pues que desmonten una avenida y la vuelvan a montar. Organizáis un concurso público que sólo cumpla las condiciones Pablito y ya está. Tienes que probar los jamones de su padre, que delicia. Y por cierto, a encontrado un stock de farolas con lo que habrá que cambiar la iluminación de algún barrio o de algún pueblo –su tío se sirvió Evian bajo la supervisión de la mirada del Rey colgado de la pared y bebió de la copa-. ¡A ver es que no dais ideas! Jardines para que los cuiden los discapacitados, eso ya está muy visto, además a los discapacitados tampoco les gusta trabajar. Lo que hay que levantar son ciudades, A ver qué ciudades tenemos. La Ciudad de las Ciencias, la Ciudad del Cine, la Ciudad Fallera, Marína D´Or Ciudad de Vacaciones, dígame. la Ciudad de la Moda se cayó antes de construirse… Podíamos hacer la Ciudad de la Naranja, o la Ciudad de la Paella, dejar un legado de infraestructuras e instalaciones, piensa en grande y serás grande, piensa en verde y serás verde… es una broma, céntrate. Hay que desarrollar eventos, grandes eventos, posicionarnos entre las élites lúdico-culturales, por ejemplo, y si construimos la Ciudad Rusa, quiero decir una montaña rusa, la más grande del mundo que el recorrido pase por toda la ciudad, por el puerto, por el circuito de Fórmula 1, por la Plaza de l´Ajuntament, por el Agora con esa nueva competición ATP 500 Open de Tenis, imagínate esa montaña rusa de hierro gigantesca por toda la ciudad, podríamos pintarla de naranja como nuevo símbolo de Valencia. Abre una línea de actuación para la montaña, y pon a gente a trabajar en el de una nueva ciudad. Nosotros somos la Ciudad de la Luz, a no eso es París, nosotros somos la Ciudad de las Flores, de la Paz, y del Amor. Hay que sacar más ciudades. Podemos construir la Ciudad de los Toros, que sería lo mismo pero con burladeros repartidos por las esquinas, y si acaso para darle ambiente podría haber algunos toros, algunas vaquillas sueltas por las calles, como las vacas en la India vamos. Estudiadlo y presentadme un informe a ver cómo están las subvenciones, permisos. Eso si, que la ciudad tenga helipuerto, puerto deportivo, campo de golf, pistas de tenis, un buen picadero, y un mini circuito de Fórmula 1. Ir creando una Fundación, y hablar con el obispado a ver si tienen terrenos rústicos que podamos recalificar. También se podría construir la Ciudad de la Familia, y que volviera a venir el Papa que gracias a Dios nos visitó justo después de las 43 muertes del tercer accidente de metro con más víctimas desde que se inauguró en Londres a finales del XIX. En fin podríamos crear la Ciudad de la Familia, la Ciudad de la Familia Católica sin Preservativo. Trabajar en ello.
Colgó el teléfono recalando en su sobrino José María.
- Qué pesaos de los cojones, no tienen impronta, ni ganas de trabajar por el desarrollo de esta nuestra Comunitat. Dame un abrazo sobrinito mío que te quiero un huevo.
Se abrazaron y sentaron en el cuero de los sofás, apretó su tío un interfono.
- Tráeme algo de comer, pescado y verduras, y me localizas a la Maritrina –soltó el botón-. Bueno sobrino, ya ves que no tengo un momento de calma. Hablé con tu padre que me llamó desde Gibraltar, y comentó que tenías algún problemilla. Así que ayer te nombré Director General de Eventos Culturales de la Comunidad Valenciana. Saldrá publicado en el diario de Las Cortes, no te preocupes todo legal. Además si la Alcaldesa tiene a su hermana como Jefa de Gabinete, por qué no voy a poder nombrar yo a mi sobrino Director General. Bueno, tienes todo un departamento a tu cargo, un sueldo mensual de 5.000 más extras, y ninguna obligación. No hace falta ni que aparezcas por la Conselleria, de todas formas ahora te comentará Marta –apretó el interfono-. Que venga Marta, Marta es una chica magnifica de plena confianza, a la que tu tía tiene cada día más manía. Concretando. Como Director General sólo tendrás que firmar algunos papeles de vez en cuando, y ya que has venido y para que no tengas que regresar la semana que viene -le puso una estilográfica de oro en la mano-, podías aprovechar e ir firmando.
José María empezó a leer algunas líneas.
- ¿Qué es esto?
- Adjudicaciones, licitaciones.
- Cómo puede valer un catering, 1,2 millones de euros.
- Bueno sobrino, no es un simple catering estamos hablando de la Fórmula 1 del mar.
- Y qué hace aquí el nombre de mi tía Amparo, y el de mi madre.
- Bueno, tu madre vino un día y me dijo que a ella la cocina se le daba muy bien, y que prefería montarse una empresa de catering y amenizar gastronómicamente eventos políticos y deportivos, a ir a la fiscalía anti-corrupción, y bueno desde ese día constituyó una empresa con su hermana, y ya siempre obtienen una contratación tras otra. Pero no es necesario que los leas –continuó José María revisando los papeles donde se adjudicaban organizaciones de eventos náuticos, deportivos, subvenciones, ejecuciones de obras, aprobación de un teleférico, entre diferentes empresas y sociedades privadas y semipúblicas por diferentes cuantías económicas en millones de euros, y elevó la mirada para detenerla fijando sus ojos en los de su tío.
- Si te resulta escaso el sueldo de 6.000 al mes piensa que es sólo el principio. Dos semanas atrás estuve en Dubai, esos si que se lo montan bien, qué nivel. Aquí en Valencia vamos a hacer lo mismo, vamos a construir islas de superlujo, islas privadas a las que sólo se podrá acceder en helicóptero. Islas en las que el Gobierno Valenciano cederá casas y villas en usufructo a las modelos más internacionales del mundo, a las cantantes de moda, a actrices de Hollywood, a cracks del fútbol y números 1 en tenis y otros deportes, a todas las Chicas Playboy, eso y todos los eventos internacionales convertirán a Valencia en la Ciudad de los Helicópteros, en los que se desplazarán todos los hombres más ricos del planeta, y todo ese tráfico, todo ese transporte se licitará a una compañía amiga. Crea una empresa de transporte aéreo y dile a tu padre que compre un helicóptero. Hemos pensado que cada viaje se cobre a 3.000€, imagínate tendrás el monopolio de los taxis, pero los taxis serán helicópteros y llevarán a las personas más ricas del planeta. –terminó sonriendo para señalarle los papeles y que los despachara.
- Quiero que encuentres a una mujer. Se llama Yisel, es extranjera, lleva un pearcing debajo de el labio, y una planta tatuada en la espalda.
- La encontraremos, claro que sí. –comenzó a firmar José María uno tras otro todos los papeles donde su tío le señalaba cuando demandaron permiso.
- President.
- Adelante Marta, acompaña a mi sobrino y comentáis de su cargo, asegúrate de que quedan firmadas todas las hojitas, y abre de inmediato una línea de actuación al respecto a una chica de la que José María te va a comentar –lo abrazó su tío-. Y recuerda esto siempre sobrino que –palpó sus partes- te quiero un huevo.



No era la primera vez que el padre Daniel se dejaba ver por casa de José María, tampoco era novedad que en esas ocasiones se comieran ahumados, cocochas, y unas perdices todo ello bendecido con un Pesquera cosecha excelente.
- José María y yo vamos a dar un paseo. –anunció nada más terminar la copa de Napoleón el padre Daniel que ya caminando a las sombras de una hilera de árboles se tiró dos pronunciadas ventosidades y sacó un paquete de Marlboro, ofreciendo a José María.
- No fumo gracias.
- Tanto mejor –aprobó el padre Daniel para soltar el humo de la primera calada-. José María ¿tú crees en Dios Nuestro Señor creador de todas las cosas, y eres católico, apostólico, romano, verdad? Pues debes honrar a tu padre y a tu madre, y sobre todo obedecer a tu padre y a tu tío. Si ellos te dicen firma, pues firmas y ya esta porque aunque fue tu madre quien te dio de mamar…
- No mi madre me dio biberón, no me pudo dar de mamar porque tuvo un parto natural y bueno, pero los médicos se dejaron algún trozo de gasa o algo así dentro, y luego tuvieron que sacárselo y por eso tuvo que darme biberón, porque…
- Bueno, bueno es lo mismo José María, el caso es que de mamar o de biberón, tu alimento siempre te lo a proporcionado tu padre y si te dice, hijo mío puedes firmar estos papeles, pues tu los firmas y aquí gloria y después paz. Hostias –tiró el cigarro para continuar paseando con las manos cruzadas en su espalda-. Pero bien –retomó el tono comedido- el caso es que tu padre, tu tío y yo estamos muy preocupados por ti. Si necesitas refugio piensa en el Señor, si necesitas respuesta piensa en el Señor, si…
- ¿Padre Daniel de verdad existe Dios?
- Hombre José María, eso faltaba. Pues claro que Dios existe.
- ¿Y cómo está usted tan seguro?
- Bueno, son tantos los, los indicios, las pruebas y señales que nos da la vida, día a día, de su existencia. Piensa en las palomas, bueno en las palomas no, que cada día están más impertinentes, piensa en los colores de el pavo real y su belleza, piensa en las perdices, que ricas y similares a los conejos, cuando más fuerte huelen más sabrosos saben, que buenos recién abiertitos. Piensa en el Universo y la armonía de sus planetas, piensa en la simetría de las hojas de los árboles. En las abejas que fabrican la miel, en los campos verdes, en los conejos, esos conejitos tiernos y juguetones, siempre iguales a la vez que nuevos y sorprendentes. Piensa en los trajes de Giorgio Armani, en la exquisitez de las esencias de Loewe, en la armonía de una mujer torneada y apretada dentro de unos pantalones de montar, en como estos se ajustan a su trasero, a sus tibios muslos sin una sola arruga, en esas botas Piensa en el pan nuestro de cada día, en los paraísos fiscales y la posibilidad real de mover millones, José María millones de un lugar a otro del planeta sin que dejen rastro, piensa en todo ello José María, y dime de verdad si Dios no existe. José María. ¿José María?
- Sí padre, estoy pensando en todo lo que a dicho.
- Bueno piénsalo más tarde, ya respondo yo por ti. Claro que Dios existe -levantaron los pájaros el vuelo todos a una-. Todo está creado por una especie de relojero supremo, y ese relojero es Dios Nuestro Señor. Y ahora –condujo a José María al interior de un bar- Dos gin-tonics. Dime José María ¿Qué es lo que te preocupa? -sonó el teléfono del padre- Todavía no estoy en horas de oficina, pero bueno ya que interrumpe dígame. Ah, Cristina eres tú ¿cómo estás? Qué alegría… qué alegría… que bien, perfecto, bueno, entre nosotros no hacen falta facturas, tú y Enrique me traéis el dinero en un sobre, y yo ya me arreglo con el señor del restaurante… Claro Cristina, claro… además te regalo la mitad de las flores, y te pongo un violinista polaco a precio de español. Bueno, bueno ni se te ocurra comprar viaje antes de haber hablado con Merche, Merche es amiga de la parroquia, nos organiza las excursiones, los viajes a Roma, visitas a Tierra Santa,… de ninguna manera, Merche os hará el mejor precio además colaboráis con los más necesitados, que luego por cada cliente que le mando hace un donativo a nuestra parroquia. Bien, excelente, os espero a las siete, con todo, con todo el dinero. Hasta luego, adiós, adiós –el padre Daniel encendió un cigarrillo-. A ver, a lo que íbamos José María ¿te gustan rubias o morenas?
El padre Daniel soportó con paciencia bíblica la historia de amor que sufría José María, y enviando a este al baño para que se lavara la cara y sonara la congoja dio uso al móvil.
- José María, el caso de tu hijo es más grave de lo que pensábamos. No obstante voy a solucionarlo. Con la ayuda de Dios, y poniéndole delante a una conejita con dos tetas como dos carretas yo creo que podremos conducir el asunto por buen camino, que ya me encargo yo de que esté tranquilito y vaya firmando lo que tenga que firmar. Y hablando de conducir, ¿cómo va esa cesión de plazas de parking a la Fundación?… No a esa no, a Un Cielo Sin Barreras, acuérdate. …exacto, perfectísimo, así me gusta. Un abrazo cariñoso.



José María aceptó la propuesta de el padre Daniel para salir a correr media hora diaria buscando en ese ejercicio un refuerzo físico, psíquico, y espiritual, pero apenas aguantó más de diez minutos repartidos en dos tiempos de cinco y cinco. Y es que nuestro José María nunca había practicado ningún deporte, ni se le había ocurrido tal posibilidad. Durmió esa noche como un niño tras pasar un día jugando en la playa, y a la mañana siguiente acudió al mismo sitio, a la misma hora.
Corría a la derecha del padre en la convicción de que al menos aguantaría uno, quizá incluso dos minutos más que el día anterior, con esa meta en mente cuando el padre Daniel se paró en seco aquejándose de un tobillo, probablemente debido a una ligera torcedura o esguince que le impediría correr con él, al menos durante dos o tres días.
- De todas formas –le aseguró a José María- vente mañana a la misma hora, te presentaré a una chica muy maja, y correréis juntos.
Ese tercer día de entrenamiento José María se anudó las zapatillas con un tanto de desgana, ya que le estaba cogiendo cariño a correr junto a ese señor cura, y sobre todo a sus nuevas zapatillas con gel, a su medidor de velocidad, altitud, temperatura, y humedad relativa en el ambiente, pulsaciones, y calorías quemadas. Además allí estaba ese estimulante objetivo, hacer la media maratón en San Sebastián. Tenía diez meses para prepararse y sabía que en ese tiempo ya estaría junto a Yisel que lo esperaría en la meta para llenarlo de besos y líquidos con glucosa nada más atravesara esa línea de llegada cada vez más cercana pues aunque sólo llevaba entrenando dos días ya se sentía diferente, más libre, más sano, más fuerte, más alto, más delgado, más guapo, más inteligente, más hombre, más persona, humano, y justo. Un deportista de zapatillas a cabeza, un hombre con afán de superación que luchaba por conseguir objetivos, un ser con disciplina que se esforzaba cada día un poco más, un abanderado de el amor que sentía por Yisel, su estrella, su norte, sus sueños calientes, sus llaves. Olvidaba sus llaves, regresó a cogerlas y acudió al árbol desde donde todos esos dos días habían partido en olímpica carrera el padre y él. Y allí estaba el padre Daniel, ahora apartado de su lado por una lesión que seguro con calmantes, un vendaje bien apretado, algo de reposo, rezos y buenos alimentos como las chuletitas de lechal ibérico, y las cortaditas de jabugo que su madre enviaba en una bolsa que trasladó a las manos del padre con tal fin, pronto sanaría.
Quisiera o no, ese día José María tuvo que correr junto a una chica de sonrisa mágica que apenas rozaba los veinte, de pelo liso y negro adolescente, piernas prietas, pechos grandes y bien situados como dos cabezas despabiladas, tan risueña, como falta de luces, tan cachonda como católica.
Corrió y corrió preguntándose como podía correr a su lado aquella chica con esos pechos tan grandes, que estuvo calculando mientras de tanto en tanto los miraba subir y bajar, debían pesar entre dos y tres kilos cada uno, y el equilibrio, cómo no se iba de morros, y para dormir, ¿y si se sumergía en agua flotarían? y después de correr José María sintió pena al ver que la chica era pobre pues los pantaloncitos con los que corría apenas la tapaban y al estirar piernas pudo ver que Iluminada estaba toda sudada y no llevaba braguitas.
- Si quieres nos duchamos en mi casa –propuso la chica que volvió a estirarse esta vez levantando su pierna tanto que la cogió con sus manos y elevó el pie por encima de su cabeza inocente volviéndole a mostrar no llevaba braguitas y sudaba- nos quitamos el calor y abuso un poco de ti.
- Si abusas de mí te denuncio.
El balbuceo de Iluminada resonó en la iglesia, hasta que pasaron a la sacristía cerrando la puerta.
- Padre Daniel, usted me dijo que me amaría, y nada de nada, ni tan siquiera la puntita, dice que esta enamorado de otra que esta en Ibiza, o no sabe donde… y que por eso no puede bajarme las braguitas y rozarme el clítoris con su glande duro hasta que yo me pusiera tan nerviosa que el chichi se me hiciera Coca-Cola, y cayera de rodillas ante su falo hinchado como un Dios pagano al que yo rendiría tributo con mi lengua subiendo y bajándola por su rabo como un mono inquieto por el tronco de un árbol, al tiempo que los dos estaríamos en ese charco que sin darme cuenta abrían formado mis jugos, entonces yo lo cogería de una oreja y le obligaría a lamer esos jugos primero de el suelo, luego directamente de mi fuente, que lamiera y lamiera como un perro bastardo que es el muy hijo de puta le dije que si venía a mi casa abusaría de él, y me respondió que el amor que él sentía estaba por encima de la práctica del sexo, y que si abusaba de el me denunciaba, el muy cabrón. ¿Padre el Señor me ama?
- Claro Iluminada, claro que el Señor te ama.
- ¿De verdad?
- Tenlo por seguro.
- Y usted padre Daniel… Qué calor tengo claro he venido corriendo para hablar con usted antes de que se fuera y vengo toda sudada, casi empapada. ¿Usted no es un siervo del Señor?
- Pues… Yo soy un representante, como un comercial de Dios en la Tierra.
- ¡Entonces usted me ama!
- Claro Iluminada.
- Pues déme un abrazo. -lo rodeó con sus brazos apretándolo contra ella mientras el recogía su pelo bajando la otra mano hasta su gran culo sudado y en el momento de comerle el cuello recordó las plazas de parking.
– Bien –se separó de ese cuerpo caliente de mujer-. El domingo, el domingo iréis de excursión, ya verás como él, también te ama.
El lunes Iluminada regresó fingiendo lágrimas y ante tanta pena el padre José María sólo pudo bendecirla en boca, con boca, en pechos, con mordiscos, y en vagina con falo omnipotente mientras anunciaba le iba a regalar unos zapatitos blancos blancos como los que llevaban las tiernas niñitas a las que impartía la comunión, haciéndole tragar la píldora de el día después.



El padre Daniel nunca se recuperó de el tobillo, y resultaron algunas varias las chicas con las que, tras Iluminada, tuvo que salir a correr con una morena brasileña con cuerpo de serpiente, una francesa con los pechos saltones y siempre con maillot en pantalón muy, muy corto que solicitaba de continuos masajes en las nalgas, una tailandesa sumisa que le sonreía postrándose a sus pies, una bielorrusa que intentó abusar sexualmente de él, una valenciana que había sido fallera mayor, azafata y modelo, un chico muy sensible que no paraba de reírse, de tocarlo y de hablar de nabos, pepinos, plátanos, saunas y películas de romanos, una chica que pesaría unos 200 kilos, una irlandesa pelirroja ojos verdes de ciencia ficción cubierta en negro de pies a cuello, un ama de casa madurita que no cesaba de decir que ella era amateur y la primera vez que hacía esto, una catalana con antifaz que le dijo pasaba a ser esclavo y obligó a correr esposado a golpe de látigo, una colegiala con calcetines largos y falda de cuadros que libros en mano se detuvo y aguardó a que un perro terminara de defecar para inmediatamente introducir su dedo corazón en la mierda humeante y pringado de heces metérselo en la boca donde se recreó chupando para sacarlo despacio y limpio con esa carita de ángel con que le hablaba de sus exámenes de griego y de su culito desficioso y desfaenado. Víctima de tanta rutina, aburrimiento, e inacción, José María se refugiaba, fantaseaba, pensaba cada vez más en su Yisel, y en el mal nacido de su querido tío que ya estaba empezando a tocarle las pelotas, al no responder a ninguna de sus veinticuatro llamadas telefónicas, cinco mails, y dos faxes decidió ir a visitarlo a primera hora que sabía estaba, y tras caminar la madera en la que se reflejaban las lámparas del pasillo, se hizo anunciar en el despacho de la Jefa de Gabinete.
- Me comunican que deje su número, y cuando dispongan de un hueco en la agenda le llamaremos para que pueda entrevistarse con el señor Presidente.
- Escúcheme puta asquerosa. Me importa un huevo la agenda de mi tío, y a que empresa de que amigo está destinando fondos públicos. Quiero se me reciba ahora, o soltaré tanta mierda que todos, incluida usted, se ahogarán en ella.



Dos días más tarde el hermano de un diputado y Director General de la Televisión Autonómica, llamó a José María comunicándole que se ponía en marcha Chicas Bajo el Sol, un nuevo programa de entrevistas donde a los invitados todas ellas chicas extranjeras residentes en España, se les realizaría una pequeña entrevista que sería utilizada como pretexto para que recibieran una sorpresa, normalmente la entrada en plató de novios, familiares, o cualquier otra persona, habiendo dado comienzo con un casting selectivo a nivel nacional con el target, chicas extranjeras con pearcing y tatuajes, como representantes de la nueva estética de una generación globalizada.
Nieta de Emiliano Falcó que en su época transportaba cementos para Franco que en Hendaya estrechó la mano a Hitler, e hija del Concejal de Infraestructuras y Transporte, Nuria nació, aprendió a jugar al tenis, y aunque por méritos académicos no le correspondía, fue igualmente becada junto a otros hijos de amigos, a pasar un año en Nueva York gastos pagados por el Instituto Valenciano de la Exportación dirigido entonces por la hija de el expresidente de una asociación valenciana de agricultores, que luego presidente de una fundación valenciana de agricultores consiguió coronar a su hija como Consellera de Agricultura donde la mujer entre otras se apropió, robar es muy feo, de el bonito proyecto de un pobre discapacitado para vender zumos de naranja en la vía pública, y más concretamente en la puerta de una pizzería esquina calle 42 con la Séptima, Nuria conoció junto a otros al sobrino de un Expresidente y mientras cenaban entre cervezas, los incontables puntos de flases fotográficos centelleando desde lo alto del Empire los embelesaron cayendo en amor. Terminados sus paseos por Nueva York, la coronada hija de su padre, por aquel entonces aún directora de el mencionado Instituto, correspondió favores al Expresidente y colocó al sobrino a la cabeza del Instituto Valenciano de la Exportación en los Emiratos Árabes para que se ganara un sueldo, comerciara, organizara y potenciara al máximo el lucro de cada exportación, importación y transacciones comerciales que se produjeran entre la Comunidad Valenciana y los países de el Oriente Medio. Nuria vivió su amor entre Dubai y Kuwait City, entre linos persas y esencias de cien mil rosas, señores del petróleo, mármoles crema, y doncellas nepalíes. No obstante, el uso de el amor, y esos pañuelos que aunque magníficos debía colocarse en el pelo para acudir a fiestas o cenar con jeques cada vez la agobiaban más y una tarde aterrizó llorando en la Ciudad del Turia, donde su padre movió contactos y gracias a eso pudo recibir a José María como Directora de Programación de la Televisión Valenciana.
- José María bienvenido a tu casa. Soy Nuria Falcó ya me han contado, bueno no te imaginas el trabajo que estamos realizando, y los medios y recursos desplegados. Todo sea por amor, aquí tienes los primeros resultados.
Acomodado en sillón, José María centró visión y mente en la pantalla de ordenador por donde iban pasando caras de chicas una tras otra. A la 326 pidió hacer una pausa para ir al baño donde descubrió que le había salido un grano en el frenillo y que escocía, regresó a la pantalla con un vaso de zumo y siguió visionando una tras otra a todas las chicas levantándose al tiempo que señalaba a la 557.
- ¡Es ella. Es Yisel!
- Perfecto -reapareció Nuria-, no sabes que feliz me hace
que hayas encontrado a tu chica. Bien José María, si te parece os meteremos en el primer programa que se estrenará… el lunes dos. ¿Bien?
- Sí.
- Perfecto, pues ya está, ahora hablarás con Inma. No hoy no podrás hablar con ella que no ha venido, vente mañana y pregunta por Inma de producción, yo le dejo nota ahora mismo, ella te dará todos los detalles, que yo ahora no puedo darte, sencillamente porque desconozco. Pero de todos modos aclárame ¿Quieres que le toque algún coche, o qué se yo, qué le demos un cheque para que tenga cremas para toda su vida?
- No un coche no, que se puede ir.
- Yo te lo digo porque eso corre a cuenta de presupuestos públicos, y este es el momento de decirlo.
- Un viaje. ¿Puede ser un viaje para los dos?
- Hay pillín. Estás coladito por ella, ¿eh? Dónde quieres ir.
- Alrededor del mundo. Una vuelta al mundo.
- Una vuelta al mundo. No sé, pides mucho. Ya veremos lo que se puede hacer. Los aviones te los saco seguro Delta Airlines debe algunos favores a tu tío, por cierto, Mauro Bomba es familiar tuyo.
- Sí, Mauro es uno de mis primos por parte de mi madre.
- Hay que gracia. Dile que estoy aquí en la tele, que le envía saludos Ding - Ding, la de el revés zurdo. Y bueno ya está, lo de los hoteles habrá que verlo, queda en mis manos.



¿Harto de no llegar a fin de mes, cansado de no poder pagar tus facturas? 3.000€ al mes pueden ser tuyos envía la palabra EL SUELDO QUE YO QUIERO GANAR YA MISMO seguido de tu nombre al 5555, consigue 3.000€ al mes cada mes.
Aplausos.
- 3.333 euros al mes durante 3 años pueden ser tuyos, esta es la oportunidad que les damos a todos para conseguir un dinero con el que se pueden hacer muchas, pero que muchas cositas envía mensaje de texto al 3333, o llama ahora al 806 333 333. Suerte, suerte, suerte, mucha suerte a todos. Bueno, ya sabéis, soy vuestra amiga Li, todos me recordáis de Operación Bimbo 12+1 donde fui la finalista, porque os recuerdo Yasmína, fue sencillamente mucho más zorra que yo, y esto es Chicas bajo el Sol –aplausos-. Al irnos a publicidad estábamos hablando con Yisel, nacida en Bruselas de madre francesa y padre holandés Yisel ha vivido y trabajado en distintos países de Europa. Yisel con esa cara bonita y ese cuerpo volverás loca a los hombres. ¿Has vuelto loco a algún hombre últimamente?
- No sé, puede que alguna ves, en algún momento todos nos volvemos locos a veses.
- Yisel ¿tienes novio, alguna relación estable?
- Io ahoga no tengo novio, io tengo relación con homgbres cuando me apetese, no quiego novio, ni necesito tampoco.
- Y durante más tiempo, alguien que se haya enamorado locamente de ti, y ya nunca te haya olvidado.
- No que pgroblema.
- Pues problema o no. Sí tienes a alguien que está locamente enamorado de ti. Recibamos con un fuerte aplauso a José María.
Los sonidos se perdían antes de llegar a su cerebro. Las imágenes no pasaban de su retina. Su corazón latía acelerado y fuerte, inspiraba y respiraba, inspiraba y respiraba, sentía escalofríos y sin saber donde estaba recordó el mal sabor del café que tomó esa mañana, flojo, insípido, ni siquiera estaba caliente. Malísimo. No, no volvería a tomar café en un empujón y los aplausos lo sacaron de su letargo, se encontró caminando por aquel plató fresa chicle con un gran asiento rojo en forma de fresa, otro naranja en forma de dos medias naranjas, todo estaba lleno de cámaras y focos, Yisel estaba sentada en un asiento plátano, caminó hacia ella que lo miró como si hubiera visto un elefante verde y como le giró un tanto la cara sólo le pudo dar uno de los dos besos que según su guión debía darle, se sentó a su lado, carraspeó con el fin de aclararse la garganta, lo cual no estaba en el guión, y pasó a mirarla con ojos de ciervo.
- Yisel, ¿conoces a este chico, conoces a José María?
- Bueno, un día tropesamos, pego conocerglo no.
- Dices que un día tropezásteis, puedes explicar en que consistió ese… tropiezo.
- Io cgrei que ega otra pegsona y bueno nos rosamos un poco, y ia esta.
- José María opina que hicisteis el amor, y desde entonces siente algo muy especial por ti. ¿Es así cómo tú lo sientes José María?
- Esa mañana fue algo especial, es cierto que fue un momento fugaz de amor, pero creó lazos eternos que siguen vivos en mi corazón.
- Yisel ¿qué te parece?
- Una tontegia, aquello no fue amog, ni un polvo ni nada. Aquello fue un mal recuegdo y ia esta.
- Yisel ¿sientes algo por José María, qué sensación te causa volver a verlo? después de estos, casi tres meses.
- No me gusta, me da gepulsión. Ieva ropa como de su padre, Ieva ese cocodrilo io no se pogque, y –lo olió- huele a niño, a bebe. Un tío es un tío, y tiene que oleg como un tio huele, no como un cgrio. No y esos pantalones, que io que se. Io no puedo. Y no quiego teneg que volveg a veglo. Fue una expegiencia sexual muy desagradable, y no digo más pogque soy una seniogita.
- Bueno José María pues parece que lo vas a tener difícil con esta chica, yo no quiero decir nada pero parece que quererte quererte, lo que se dice quererte, no parece que te quiera. Yisel quieres aprovechar para decirle algo a José María.
- Bueno, que yo no soy paga él, ni él paga mí. Que se busque una novia y aprengda.
- Bien Yisel, no obstante a nadie amarga un dulce, así pues os comunico Delta Airlines os regala Londres, Nueva York, Los Angeles, Buenos Aires, Sydney, Bankog, Delhi, El Cairo, Roma, y París, un inolvidable viaje de ensueño alrededor del mundo con estancia en los mejores hoteles para que durante tres inolvidables meses podáis hablar de vuestras cosas. ¿Qué os parece?
- Io no voy a ninguna pagte con él.
- Pués ya lo has oído José María, ¿quieres decir algo para terminar?
- Pues que yo respetaré siempre sus sentimientos, y guardaré este anillo –enseñó abriendo un estuche- para cuando quiera vestirse de novia y casarse conmigo. Yo seguiré luchando por conseguir su amor, ya que para mi Yisel es como el cielo para el mar y…

























































Yisel cerró el agua de la ducha, apretó con fuerza retorciendo su pelo caramelo para quitarle el agua, y quedó escuchando a todas esas gotitas que se separaban de su cuerpo cayendo junto a sus pies en una suave lluvia que siempre se apaciguaba dejándola relajada, sintiéndose satisfecha salió de la ducha para apoyar su pie derecho sobre una banqueta y comenzó a darse aceite hidratante desde el tobillo, subiendo el masaje de aceite por gemelo, rodilla y muslo esparciendo con firmeza para que todas esas diminutas gotitas que habían decidido quedarse sobre su piel penetraran en ella, bajando y subiendo con vigor para volver a bajar resbalando toda su pierna, por delante y por detrás recreándose en esa piel de cera y muslo caliente hasta rozar la entrada depilada de su sexo, cambió de pierna, vertió más aceite en su palma y repitió movimientos recreándose en la dureza de su gemelo, la redondez de su rodilla, en la firmeza de su muslo, más aceite para su culo orgulloso, espalda, vientre, más para sus pechos gemelos y generosos cuyos pezones siempre despertaban estremeciéndose, repuntando desde su letargo, brazos, hombros, y tras recoger su pelo cuello y nuca. Yisel surgió del baño perfumada melocotón, con la bata azul, y tan tibias y suaves que al caminar y acariciarse sus entrepiernas semejaban dos flanes recién hechos.
Reconoció pitando la alarma de su móvil y correteó a su habitación. Recordó que tenía que trabajar, pero no cuantos chupitos había tomado con su compañero, los árabes y el japonés horas atrás. Se colocó sobre la cama en la posición del loto y comenzó a liarse un cigarrito de hierba. Esa iba a ser su última jornada de trabajo, pues ya había comunicado que no seguiría trabajando para esa empresa, que además de trabajos tan variopintos como raros pagaba poco, y a veces mal y tarde. Se tomaría la mañana con calma, abrió el portátil. Total tampoco le habían dado huna hora concreta para hacer el trabajo, y además era un favor que les hacía por que andaban escasos de personal, y para no quedar mal, por el tema del currículo y porqué nunca se sabe. Establecida la conexión fumó mucho más a gusto.
Cinco conectados.
Danielle la saludó desde Reykiavik.
Carlos Ricardo, el argentino mentiroso con el que había pasado una noche, insistía una vez más buscando una nueva cita.
Sonó el teléfono, la llamaban de número oculto.
- Hola.
- Buenos días, mi nombre es Aurelio Revuelto y le llamo de Telefónica, es usted el titular de la línea con el número…
- Muchas grasias pego no quiego cambiar de compañía. No, no me integesa gracias. Buen día paga usted también.
Se había conectado Ingrid, lo que le hizo recordar que ya eran muchos los días sin comunicarse con nadie de su familia. Le pidió a su amiga un minuto en que redactó lanzando un mail comunicando a su madre que estaba bien y se trasladaba a Londres desde donde en dos-tres días la llamaría, ya que ahora estaba muy ocupada haciendo la maleta y cerrando asuntos.
Retomando con Ingrid, junto a la que una tarde de primavera adolescente habían jugado a comparar el desarrollo de sus pechos, provocar la electricidad en sus caderas, acariciar las suavidades vellosas de sus pubis, el rosa y pequeños plieguecitos de sus labios vaginales desdoblándose tibios, abriendo sus piernas una frente a otra terminaron besándose bajo el agua de la ducha, perdiendo dedos y lenguas cada una en el interior virgen de la otra, chupándose los pezones, mordisqueándose las bocas, jugueteando, tocándose, besándose, devorando jugos y sexos en una cama y posición que más tarde supieron de nombre 69, sorbiéndose, absorbiéndose una y otra vez, pasando lenguas y labios entre labios gimiendo, gimiendo, quemándose hasta quedar retorcidas de placer, colmadas de orgasmo, desnudas y enroscadas se juraron un amor eterno que nunca compartirían con hombres. Le contaba Ingrid de su reciente traslado al centro de Ámsterdam donde transcurridas exactamente 57 horas desde que dejó el plató de ese programa de televisión, y lo que consideraba patética prolongación de sufrimiento gratuito por quien tenía cero posibilidades. Aterrizó Yisel en el aeropuerto de Schiphol donde como siempre visitó la ducha de pies, gozó un masaje a cuatro manos que se autoregaló como extra, fondeó en el Meditation Center, y un zumo de mango recién licuado terminó de afinar sus ondas cerebrales mientras contemplaba aterrizar y despegar aviones.
De allí dos trenes la transportaron a La Haya donde desde hace dos años vivía y trabajaba en la Corte Internacional su querida madre, que la había tenido fruto de una relación más o menos inestable con un granjero holandés, a los 21 años. Ahora situada como funcionaria, su progenitora disponía de un apartamento que ocupaba la segunda planta de una casa con mini jardín en el que habitaba un gnomo con tan poca gracia que a Yisel le parecía primo hermano del Muñeco Diabólico. Dentro, la madera cubriendo el suelo, la alfombra, los sofás, y las calidades nobles en combinación con el baile tranquilo de el fuego chisporroteando a su antojo en la chimenea de el salón incitaban a la charla sosegada y sincera entre madre e hija, tras meses de separación su madre le preguntó si se tomaba la píldora, y como la respuesta fue afirmativa, le preguntó al tiempo que le dio y explicó razones para utilizar siempre el preservativo en todas sus relaciones sexuales, pero Yisel tenía la cabeza entre dos gimnasios que había visitado esa misma mañana, y en cual de los dos tras calcular factores básicos como, metros cuadrados del gimnasio, decoración, ambientación, y música, número de máquinas y tecnología de las mismas, vestuarios duchas y taquillas, orden y limpieza, horarios de apertura, número de monitores, número de monitores masculinos, número probable de monitores masculinos heterosexuales, tipo de clientes que acudían al gimnasio, siempre seccionados por tendencias, edades y sexo, armonías Feng Shui, aromas dispensados, respeto por el medio. Y otras cuestiones importantes como distancia de el centro hasta el domicilio actual de residencia, tipo y cuantía de tarifas, ofertas especiales y promociones de lanzamiento, sin olvidar otros complementos como sauna, yacuzzi, masajistas, fisioterapeutas, circuitos termales, embadurnamientos con chocolate, manicura, pedicura, sabía que se la estaba jugando, ya que ni baladí, ni trivial, la elección de un gimnasio, podía marcar una existencia acarreando desgracias como la consolidación de un trabajo estable que te obligaba a endeudarte e hipotecarte, o deparar fortunas como enamorarse de alguien que pinta cuadros durante el día y roba coches algunas noches, estaba al borde de tomar una decisión que podía modificar por completo el transcurso de una vida, y su madre hablando y hablando de métodos anticonceptivos y otros que estaba claro, no siempre había utilizado.
Uno, dos, tres días supusieron que cualquier conversación entre madre e hija, tornara en discusión. Así pues, al cuarto Yisel hizo su maleta, y esa noche las dos mujeres celebraron con una botella de vino que las dos tenían salud, que no había ninguna ley ni holandesa, ni comunitaria, que las obligara a llevarse bien, y que a la mañana siguiente Yisel se trasladaba a Bruselas donde había nacido y vivido hasta los diecisiete, y donde seguía teniendo a su abuela alemana que le dio la bienvenida en alemán, preparó dos tes, y mientras los tomaban pasó a informarla comentándole que podía quedarse en la habitación que había dispuesto para ella todo el tiempo que quisiera, hasta el último día de ese mismo mes fecha límite en que debería abandonar la habitación ya que se trasladaba a vivir con ella, el Señor Halls, y aunque evidentemente iban a dormir en la misma cama pues mantenían una relación plena, no quería por casa a nadie que pudiera estorbar o interferir en su relación.
El Señor Halls, elegante, distinguido, fogoso y maravilloso, escuchaba Yisel, vivía ahora con su hija, pero tras dos meses de relación había llegado el momento de avanzar en la misma, prosiguió su abuela quien le había dicho al tal Halls que o pasaban a vivir juntos o se ponía fin a la relación. O vamos adelante o atrás, tú decides le dijo a Yisel que le había dicho comiendo queso para pasar a explicarle a su nieta que los hombres son como los caballos, o se les marca el camino con firmeza o debido a su miedo al compromiso, y a su falta de maduración mental siempre terminan dando media vuelta para regresar al establo como potros que presienten la tormenta, y ella le recordó a Yisel, sabía mucho de caballos pues no en vano había sido campeona en las carreras de Hamburgo, y aunque ya estuviera vieja le seguían gustando tanto los hombres como los caballos.
Apenas un día en casa de su abuela cuando al tiempo que se daba crema entre las piernas, más que oler percibió una sensación dulzona que impregnó el aire de ciertos apetitos, siguió nutriéndose crema en los pechos simultánea y concéntrícamente a los pezones, simultánea y concéntricamente, simultánea y concéntrícamente confirmó aquel aroma como de caramelo, pensó en la crema, y aunque llevaba utilizándola meses o puede más de un año, la acercó a su nariz, y en su dedo la paladeó descartándola sin saber por qué seguía entre aires de vainilla y café, entre rica moka y miel se vistió oyendo a su abuela hablando en la sala con quien resultó ser el Señor Halls. Se saludaron dándose la mano.
La cara suave tostada, su pelo y atildado bigote blanco sedoso, su impecable camisa, su corbata, su chaqueta de grata lana café con leche, esa voz profunda y engolada, aquella luz cálida en tenue resplandor dorado que parecía desprender. Yisel había visto a aquel abuelo arquetípico en algún sitio, pero no hubo tiempo de preguntar, ni de seguir observándolo, el Señor Halls y su abuela se iban de fin de semana con lo que, todo el apartamento para Yisel planeó meter a algún pene en su cama, mas la inmediatez controlada de su inconveniente femenino estropeó la película.
Así que sin otra cosa que hacer vio la tele, navegó por la red, comió una manzana y yogur, vio la tele, ensalada con queso fresco, navegó por la red recordando al señor Halls, crêpes au chocolat, habló por teléfono comentando sobre ese señor tan especial que iba con su abuela, fumó, y siempre en la cabeza la imagen de el señor Halls y alrededor ese aroma acaramelado y la imagen de ese abuelo entrañable, que reconoció, todos, ella incluida, en algún momento u otro de nuestras infancias habíamos deseado tener para que nos hiciera sentir alguien realmente especiales, y ese aire dulzón que la lengua buscaba en el paladar, y esa magia dorada. Se elevó a tal el nivel de ansiedad y comezón que, infringiendo corrección y toda lógica, llamó a su abuela para preguntar, y sin obtener respuesta, decidió permanecería despierta hasta que regresara y pudiera preguntarle y si era posible aclarar, resolver, despejar esa incógnita que se sentaba a su lado en el sofá, la acompañaba a la cocina, se metía en los chats y en su cama, en cada calada que daba, en la noche, en el día. Al oír la puerta Yisel se presentó con rapidez y le preguntó directamente por el Señor Halls, quién era, por qué su aspecto le resultaba tan familiar, tan agradable, de dónde provenía ese aroma dulzón que le arrebataba la libertad de pensamiento y razón.
Su abuela le respondió que iba a dejar las cosas, a pasar por el baño y le explicaría. Yisel que apenas probaba la carne y rechazaba todo tipo de violencia, calculó ejecutar un movimiento rápido para una vez derribada en el suelo coger del cuello a la vieja y obligarla a revelar el secreto golpeándole la cabeza contra el suelo una y otra vez, y una y otra vez hasta que confesara, pero se conformó pasando su lengua por cada una de sus uñas para comprobar con satisfacción, e impaciencia salvaje, que carecían de imperfecciones.
Los segundos de espera se hicieron agónicos.
La abuela miró a Yisel.
Yisel a su abuela poseedora de la revelación.
Cogió las manos de Yisel entre las suyas y con una sonrisa imposible de anuncio le regaló un caramelo que la hizo sentir realmente especial, y es que aquel caramelo era un Werther´s Original. Un Werther´s Original, quedó Yisel iluminada por la verdad única que profetizaban los colores cremosos de su envoltorio, el delicioso aroma, ese caramelo en sus manos. Le sonrió su abuela asintiendo con ojos cómplices al ver que la nieta lo había comprendido todo, y es que aquel tal Señor Halls con el que gozaba su abuela, era realmente el mismísimo, entrañable, adorable, archiconocido, estirado, falso, y empalagoso abuelo Werther´s Original que da la bolsa de caramelos a su nieto en aquel anuncio mágico albor de una nueva religión, se marchó a dormir Yisel, exhausta, feliz, chupando aquel caramelo.



A falta de otras cosas Yisel siguió chupando caramelos entre la ausencia total de sol, y elevados precios de alcohol y tabaco que la llevaron a sumergirse con rapidez en una búsqueda organizada de trabajo. Pasados siete días, una semana, se había trasladado a Ámsterdam donde comenzó a trabajar de nueve a cinco, traduciendo papeles y documentos, escribiendo mails comerciales, atendiendo al teléfono en holandés, inglés, francés, y español para una compañía de transporte marítimo, hasta que llegó el viernes noche donde con música de fondo y puesto el tanguita rojo satén, Yisel pasó a encajar sus pechos en sujetador de mismo rojo, enfundar piernas en medias negras subiendo con ambas manos el tejido de ese modo que la mujer sabe causa perplejidad en el hombre, continuó con un corpiño negro, una minifalda a cuadros rojos y negros, y botas hasta las rodillas para desenvainar el micro expeledor telescópico que aplicó y paseó por sus pestañas en múltiples pasadas hasta conseguirlas de negro intenso infinitas, pintó sus labios de rojo pasión, se regaló un beso que el espejo correspondió, abrigo sintético de pelo negro, gorro, y unos guantes tan negros como el abrigo y el gorro, Yisel salió a la calle donde los dos grados y medio bajo cero formaban algunas placas de hielo que pisaron sus botas dirección al centro con objetivo, robar un cliente al Barrio Rojo, sabiendo que cuando los objetivos se tienen claros, las pestañas largas y la falda corta, se consiguen.
Falta de cariño, de que le dijeran cosas bonitas, y de manejar carne masculina pasó a un Coffee directa al fondo donde al ver a un grupo de italianos luchando por liarse una L decidió presentarse prestándoles su ayuda. A cambio tomó al único de todos ellos que apenas chupó una calada, ya que sabía por experiencia que muchos tíos que no acostumbran fumar, si lo hacen en exceso, luego en la cama sólo dan calor. Y como esa noche no estaba para sorpresas eligió al italiano de los ojos oscuros y las cejas espesas que si bien no era el más atractivo, ni muy alto, con toda seguridad le llegaría a pezones y clítoris.
Con Fabricio, que accedió sobrado a comerla donde más le gustaba, estuvo hasta que el domingo tarde regresó a Milán, y aunque sin haberlo puntuado sabía que obtendría una buena marca, cuando quiso apuntarle su mail Yisel lo rechazó explicándole que había sido un fin de semana agradable, y era mejor y más idílico mantenerlo así.
Esas semanas Yisel compartió apartamento con una pareja de peluqueros que le cortaron y tintaron el pelo que en tono praliné ahora caía en largas puntas flequillo, hombros y cuello. Con August comentaba de aquellos que visitaban su habitación, seguían la misma dieta vegetariana que en ese momento prescindió de lácteos y derivados. Con Mijail visitó una tienda de Zara donde de inmediato cambió al español para hablar con Clara, una de las dependientas que era de Girona donde había conocido a su novio holandés, se hicieron amigas, y tres semanas más tarde Yisel había cambiado los documentos y permisos aduaneros por suéteres chocolate de cuello redondo que doblaba y apilaba en una estantería blanca de la tienda que Zara tenía en Rotterdam donde ahora vivía y trabajaba en compañía de otras chicas y chicos, en un ambiente donde el espíritu sajón del trabajo en firme estaba salpicado de quiebros latinos en una tienda donde siempre había alguna española, como Merche que le terminaban de asignar zapatería, o como la jefa de tienda Itaisa. Convirtiéndose, a veces, el trabajo en una especie de laboral-party inimaginable en Holanda, en lo que definía a la perfección una palabra que Yisel había aprendido en Sevilla, y tanto le gustaba como costaba pronunciar.
- Despipoge, despipoore. Despiporre.
De tanto en tanto y cuando las circunstancias y el cliente lo permitían, a la chica del pearcing le gustaba transformar tareas de tediosamente agradables en excitantemente provocadoras, Cuando atendía a un hombre de su agrado lo trataba con tal cortesía, cercanía, y sensualidad que muchos de los que entraban a por un pantalón compraban dos, algunos que llegaban por una chaqueta, chaqueta y camisa, a veces traje.Vendía bien, y por eso siempre utilizaba la misma técnica, a los que entraban solos les pedía se probaran y la llamaran para que ella se asegurara, les quedaban bien las prendas. Cuando con cara de niños a la espera de la nota tras un examen que muchas veces sabían suspendido, ella siempre tocaba la prenda si era un suéter o camisa en el cuello, si era chaqueta en un hombro, si era pantalón se agachaba poniendo su boca a escasos centímetros de el sexo de el hombre víctima, y dependiendo de muchos factores alisaba la prenda estirándola de el faldón, o pasaba la mano por el muslo del caballero como para alisar una arruga invisible. Luego los hacía girarse más que para verlos de espaldas para mirarles el trasero y poder soltar una mínima risilla ante el nerviosismo, desamparo, y desprotección de sus presas. Cuando les indicaba volverse los miraba con cara de novia romántica, como en esas fotos blanco y negro, y con una mano cogiéndose la otra a la altura de su pecho, les anunciaba que la prenda les quedaba ideal, asegurándoles a continuación que a sus parejas les encantaría.
Varias eran entonces las posibles reacciones. Las de, me importa muy poco lo que piense mi pareja, la de los que asentían alegría fingiendo tener pareja cuando se notaba en sus labios sin tono que nadie los besaba, la de los que utilizaban la respuesta como puente desahogo pasando a contar un detalle de problema, discusión, o ruptura reciente, que tampoco le interesaban, y los que le respondían introduciéndola a ella en respuestas tales como la juguetona defensiva, si tu lo dices, la del que dudaba, seguro que piensas que me queda bien, la del gay intuitivo, sólo me acuesto con chicos pero gracias, la del que se aventuraba, y tienes algo más que me pudiera quedar bien, y la del que estaba por la labor, que venía a decir algo así como. Yo sólo sería feliz con una chica como tú.
Yisel enseñó su habitación a más de uno de esos clientes. El primero fue un inglés erasmus de unos veinte años al que tuvo que llevar a su casa, bajar los pantalones y follarlo debido a todo el alcohol con que llegó a su cita con ella. El segundo, un negro de Canadá al que desde que vio entrar en la tienda había decidido no se le escaparía. De casi dos metros que pesaría más de 100 kilos, robusto, ancho proporcionado y musculoso como un robot, Yisel se sintió como la rubia de King-Kong en sus brazos negros como de acero negro. Se llamaba Godwin y pese a lo muy lubricada o lubrificada que estaba, cuál es la diferencia, la desgarró produciéndole una pequeña herida. Estuvo con él hasta que se despidió, pues era cantante de gospel y tenía que seguir gira. Después apareció un español de Cádiz que estaba trabajando de fregaplatos al tiempo que con la intención de mejorar su más que pésimo inglés y conoce er paí de Van Go decía. A Yisel le hizo gracia y se lo llevó a su cama, pero después de Godwin aquel chico no la llenaba y una noche le dijo que se trajera a algún amigo del hotel, con lo que el español se enfadó mucho, diciéndole cosas de la hombría, del orgullo, y de una brecha en el corazón. No lo volvió a ver. Un belga con pinta de pastillero se sacó el pene en el probador y dijo que si no se lo chupaba al menos un momento todo el mundo lo vería, y armaría tal escándalo que tendrían que llamar a la policía.
Yisel se agachó metiéndose aquel pene semierecto en la boca para chuparlo con suma rapidez por dos o tres segundos, luego se lo retornó al interior del pantalón, y ordenó que la esperara en un local cercano. Aquella noche bailaron en la disco más grande de Ámsterdam, donde comieron pastillas y se lo montaron en los baños.
A parte de estos affaires, la gran noticia era sin duda que por vez primera en la historia, en toda la historia, un negro señores, un negro, de nombre Barack Hussein Obama, cuyo padre había nacido en una aldea perdida de Kenia donde los calderos son lo más parecido al microondas, había sido elegido Presidente de los Estados Unidos de América.
Otros asuntos a resaltar, un día en que Yisel se vio en la obligación de echar a una guarra a la que sorprendió besando en los probadores, a un tío al que ella misma había atendido, somos pareja sólo estábamos dándonos un simple beso decían, los echó a los dos. Y otra tarde, sabía era una tarde de viernes porque la tienda estaba llena y cuando vieron entrar a cuatro gorilas uniformados, y a dos más uno dentro y otro fuera bloqueando la entrada y la salida las chicas y Marcus pensaron que las iban a robar, violar, y matar, pero no se trataba de eso si no de Paris Hilton, la vio corriendo por la tienda hasta llegar a los lavabos de donde resurgió unos minutos más tarde con cara pálida, Marcus empezó a aplaudir, todas las chicas aplaudieron, y así abandonó la tienda y el lavabo donde, todos uno tras otro, pasaron a ver increíble, naranja, maloliente, y esparcida la vomitera a la que muchos sacaron fotos con el teléfono.
Yisel siguió trabajando en la tienda donde poco más tarde conoció a Jasper, alto, educado, deportista, Jasper realmente prometía y se la metía grande y a buen ritmo durante las primeras semanas de relación que se alternaron con un fin de semana en una casita de madera a orillas de un lago helado, con un concierto de Robbie Williams, con un fin de semana en París donde cenaron con la ciudad como alfombra, visitaron Londres, Alsacia en otro fin de semana. Jasper le regalaba chocolates blancos que elegía para ella en las delicatessen, tes a la canela, lencerías picantes, besos a medianoche que se transformaban en sexo, se trasladó a la casa de Jasper y antes de saber como manejar las principales funciones del panel digital integrado desde donde se controlaban luces, caldera, calefacción, placas solares, temperatura del agua, y alarma, Yisel comenzó a escuchar frases como, luego me lo cuentas ahora tengo que atender la reunión de una comunidad virtual, ahora estoy dedicado a la bicicleta, en una hora estoy contigo, la información es vital primero tengo que leer algunos periódicos digitales, y excusas sexuales del tipo, otra vez cariño piensa que yo no soy una máquina, esta noche mejor no que estoy algo cansado y mañana tengo que salir con la bici, mañana que hoy me duele la cabeza y además creo que estoy algo resfriado.
Protegida con anorak y su capucha Yisel salió al jardín trasero de césped helado dando la espalda a los vientos nórdicos que continuamente movían los molinos, para fumar preguntándose cómo podía ese hombretón dotado de un pene tan saludable preferir pintar la fachada de la casa de su madre, que ninguna falta le hacía y dejar su cuerpo de mujer desatendido, cómo anteponía su cuerpo hembra cabalgando salvaje sobre él a una competición de ciclismo televisada donde tíos con cascos raros daban vueltas, vueltas y más vueltas a un circuito ovalado de madera pulimentada, cómo rechazaba meterse en la ducha para que ella exfoliara cada poro de su piel con tan hábil lengua y se sentaba a leer los periódicos digitales, cómo la desplazaba para limpiar, engrasar y sacar brillo a esa estúpida bicicleta con la que se iba todos los martes, jueves, y sábados por la mañana dejándola a ella sin otra compañía que sus dedos solitarios, juguetones y traviesos que acariciaban y rozaban a su clítoris excitado, entrando y saliendo de su agujerito humedecido entre sus labios vaginales que se abrían como desperezándose a un nuevo día, se estaba tan a gusto tocándose bajo el edredón, frotándose ahí donde más placer le daba, frotándose con visión de tres penes en su mente, frotándose mordió el edredón para sujetar el orgasmo durante algunos segundos más, algunos segundos más hasta que llegó, se mantuvo, se mantuvo en la cima del orgasmo y descendiendo las ráfagas de placer volvió a ser consciente, estaba sola en esa cama donde debía tener a su disposición los testículos de ese que ahora pedaleaba montado en una estructura alumínica. Se enervó de ansiedad, Jasper era un buen tipo, pero ella no necesitaba un buen tipo, si no un hombre que la hiciera feliz, y eso entre otras cosas pasaba por que la hiciera sentir mujer, una mujer querida, adorada, deseada, y no precisamente para comentar una noticia o una película si no para engancharla en cualquier sitio y sorprendida quedar al sentirse penetrada por el deseo irrefrenable de un hombre y su pene. Acabaría con ella, la destrozaría se echó a llorar al verse celosa de esa bicicleta infernal con la que no podía competir, y examinó como posibilidad comprarse una bici y salir con el de ruta ¿pero qué estaba diciendo madrugar para salir a correr entre paisajes gélidos y lluvias? Nunca le había interesado ese deporte, nunca había mentido ni fingido cosas por estar con un hombre y tampoco lo haría por Jasper.
La destrozaría, la destrozaría golpe a golpe, le pasaría con el coche varias veces por encima, la quemaría con gasolina en un páramo solitario y en noche sin luna la sumergiría para siempre en un pantano, pero poco o nada conseguiría con eso. Jasper tenía dos bicicletas más en casa de su madre, pertenecía a un club de ciclismo, tenía amigos ciclistas que se pondrían de parte de la bicicleta y la acusarían de haber cometido un crimen. Pensó Yisel en buscar un nuevo hombre, pero antes decidió que hablaría con Jasper, lo cual resultó mucho peor pues según le explicó el holandés comenzando por lo mucho que la quería, el trabajo, las obligaciones cotidianas, y el deporte de la bicicleta le impedían elevar el número de encuentros sexuales a más de uno por semana que celebraban los sábados noche, y con el que él quedaba satisfecho concluyó dejándola para bajar al garaje a medir la presión de las ruedas de la bicicleta.
La bici, la bici, la bici.
La bicicleta, la bicicleta, la bicicleta.
Pasaban las nubes, estaba tan desatendida y un día le picaba tanto el mejillón que accedió al garaje colocó la cámara en posición y apretó el REC para entrar en ángulo desnuda y con su lengua recorrer redonda toda la cámara de la rueda delantera de la bicicleta que luego montó, para acariciarse pechos y chuparse los pezones estirando lengua, cogió el bombín lo chupó metiéndolo en su boca, rozó con su punta las puntas de sus pechos, y lo movió entre las piernas a modo de consolador. Movió la bici para mostrarse por detrás y en pompa a la cámara, y con su sexo se restregó y se restregó gimiendo hasta que la piel del sillín se mojó con sus jugos y abrió y apretó sus piernas, y se deslizó adelante y atrás sobre ese rígido apéndice negro que le empezó a provocar calorcito, que se transformó en cosquilleo, cosquilleo en aumento y placer, placer, ondas y oleadas de placer que viajaban desde su sexo recorriendo todo su cuerpo, hasta y desde la punta de cada uno de los dedos de los pies yendo y viniendo por dentro y por fuera de su ser sintiendo placer en cada nacimiento de cabello, en todas las células orgasmo y placer sobre esa bicicleta a la que se aferró y aferró hasta que suavizó y relajó para desmontar satisfecha, tarareando feliz una cancioncita mientras vistió y preparó para que Jasper encontrara la grabación nada más rozara el ordenador.
Aumentó tanto su desespero y frustración tras escuchar a Jasper decirle en tono grave que la bicicleta no era para jugar, que la bicicleta era un deporte serio, que buscando una salida, un día se sorprendió haciendo algo que no recordaba haber hecho desde su infancia, y es que se encontró a si misma leyendo un libro todo lleno de letras, y el libro no tenía ni dibujos, ni fotos, ni resorte multimedia alguno.
Fiesta, el libro de un tal Hemingway que había comprado en un mercadillo de España por la sola gracia del título que además rimaba con siesta, la resituó en París y de allí la trasladó a Pamplona, a ambientes cálidos y pegajosos de vino y alcoholes entre carreras de toros y fiesta donde bajo un sol de verdad y al desconocer en su totalidad en que consistía eso que llamaban ”corridas” antes que comenzara a parlotear, cerró la boca a la curiosidad entrando en varios resultados para toros, corridas de toros, corrida qué es? Y así link a link descubrió espeluznada que en esas plazas donde nunca había estado se hacía gala de brutalidad, de ensañamiento, de tortura, agonía y muerte lenta a un animal entre lujuria de dolor y sangre gratuita a la que llamaban fiesta donde entre aplausos, hombres con pequeñas campanas colgando de sus chalecos sacaban pecho entre músicas, olés, y a veces aún vivo al toro se le serraba una oreja que el torero exhibía como trofeo sobre arenas manchadas de sangre.
Sintió pena por esos toros chorreando sangre y dolor, tristeza por los hombres, repulsa y odio a todos esos que pinchaban, clavaban lanzas y cosas a un animal que aunque daba algo de miedo, nada les había hecho a esos torturadores ejecutores. Y que estas atrocidades se permitieran en Europa, continuó día a día leyendo, informándose sobre la barbarie, y con el corazón encogido al verse reflejada en el espejo del baño comprendió que no podía olvidar, mirar hacia otro lado y permitir.
Mantuvo en secreto sus sentimientos, decisión, y necesidad de acción aprovechando las aburridas noches de invierno para contactar con activistas pro-derechos de los animales, y ver cuales eran las posibilidades de cooperación con estos grupos. Desde Barcelona le enviaron información, e invitaron a participar a favor de esta causa bien económicamente, bien tomando parte en la organización y acciones que llevaban a cabo.
Cuando los sábados noche practicaba sexo con Jasper fantaseaba estar entre los brazos de uno de esos ecologistas que antes habían caminado entre la libertad y la condena para proteger derechos y salvar a otros indefensos ante la bestia más peligrosa, el humano. También estuvo mirando la posibilidad de comprar uno de esos trajes de toro en una tienda on-line de disfraces, podría comprarlo e incitar al ciclista a ponérselo, aunque la ingeniería cerebral de Jasper carente tanto de imaginación como de sentido del humor, raramente consentiría ponerse un traje de toro, y tarea imposible sería explicarle el morbo y cosquilleos que todo el asunto de poder amar a un animal que sufría, y ese traje negro peludo con cabeza, y cuernos, y cuerpo de toro por donde imaginaba asomándole el pene le causaban provocándole tal excitación que algunas sesiones de vídeos y fotos las concluyó masturbándose mirando a esos toros a los que salvaba de la muerte, a los que se entregaba, y era poseída, qué cojones tenían.
Lucharía por la defensa de esos animales, por la defensa de los toros, o por la de las ballenas azules, que tan inmensas como indefensas eran arponeadas desde buques de hierro haciéndolas gritar con desesperación la extinción a la que estaban abocadas en aguas cada vez más tóxicas y cálidas, que asfixiaban sus existencias de tal forma que a veces preferían varar en playas donde poner punto y final. Así pues, estuvo valorando los escenarios y posibilidades, orientar su destino en defensa de los toros, o en defensa de las ballenas. Toreros, balleneros, tigres, leones, todos quieren ser los campeones. En ambos se entremezclaban la vida y la muerte, y si saber que en algunas ocasiones los toreros hacían cocinar y comían los testículos de los toros, le causó un asco. La información que obtuvo sobre los balleneros le hizo comprender que tampoco estos eran precisamente vegetarianos ya que algunas historias narraban como en ocasiones desprovistas de fortuna estos habían adobado, cocinado y comido carnes de los que antes habían sido otros balleneros. Estudiantes, cervezas, y sol había pasado una buena temporada en Barcelona donde ahora podía regresar por una causa, mucho más exótico eran los océanos cercanos al Ártico donde iba a parar, montañas de hielo, ecologistas de Sydney, y balleneros con conexiones satélite por abordar.
Cansada de el cielo gris, los horarios del holandés condicionado por un armazón de aluminio, y cansada de acariciarse en soledad porque algo había que hacer en la vida, y porqué hoy era hoy, fumando hierba sobre la hierba, y con la claridad que a veces proporciona ese humo resolvió, regresó al interior de la casa, colgó el anorak, y con la decisión tomada, el momento de comunicárselo a Jasper, que al preguntarle cuando tenía una hora libre se puso a consultar su agenda electrónica y como eso sería dentro de 8 días, Yisel le preguntó si podían hablar mientras cenaban, Jasper le dijo que sí, que mientras cenaban podían ver las noticias, y finalmente tecleó enviándole un mensaje de móvil diciéndole que no podían seguir juntos y que regresaba a España. Jasper le respondió con otro, si estaba en España quizás pronto se pudieran ver, pues tenía previsto ir allí a pasar un mes con la bicicleta.



El día o la noche, la vigilia o el sueño, el hambre y la sed, estar de pie o tumbado, tumbado o recostado, fresco, caliente. Pensar en el pasado o en el presente, en el mañana, o en pasado mañana, la luz o la oscuridad, el ruido o el silencio, las multitudes de gente o la soledad de sus paseos nocturnos, callejuelas sin luz, semáforos sin sentido, bares cerrados, gatos o perros, minutos o meses, la suciedad o la limpieza, el llanto o la risa, un canal de televisión u otro canal de televisión, la vida o la muerte eran conceptos lejanos que habían dejado de tener sentido para José María que pasaba los días como vagabundo a la deriva confinado en su habitación. Déjame, olvídame, le había dicho Yisel sin querer escucharlo, para nada más terminar el programa desaparecer.
Siempre podía hacerse alcohólico y llorar por las esquinas una vida de fracaso rota por un amor, porque eso de las drogas ni pensarlo que las agujas ya desde niño le habían dado siempre mucho respeto, mucho miedo, ser alcohólico era una posibilidad tan digna como ser administrativo, e incluso había mucha gente que las combinaba, pero si una cosa tenía clara era que se dedicaría a una parcela en exclusivo. Lo malo era que el alcohol no le gustaba, y cuando bebía un poco de algún licor dulce, primero le entraba risa y enseguida sueño, con lo que sería muy difícil llevar ese camino con profesionalidad. Qué suerte tenían algunos que de la mañana a la noche se hacían adictos a alguna sustancia, o ludópatas, qué envidia de los que delinquían o entraban en tramas de pornografía o corrupción, imprimiendo un rumbo y sentido a sus vidas, o esos que sabían como suicidarse en compañía de desconocidos en un coche mientras escuchaban lo que dieran en ese momento en la radio.
Pensó en llenar una bañera de agua tibia y abrir sus venas, siempre habiendo dejado una carta escrita a Yisel, pero sólo de imaginar la sangre tan roja se mareó y hubiera caído desvanecido nuestro Romeo, de no haber sido rescatado por la memoria y recuerdo de esos grandes hombres en la historia de la humanidad.
Alejandro Magno, Marco Polo, Leonardo, Einstein, o Julián el Tigre, que abre su bar todos los días a las seis de la mañana tomándose dos cafés, un chupito de cazalla, y un paracetamol, que no hay camarera en su bar que no tenga acento del Este, que tenga más de treinta, y que el no haya sacado de una barra americana para metérsela tras la de su bar, qué hubiera sido de esos grandes hombres si ante la primera adversidad, ante el primer revés de el destino se hubieran puesto a llorar, se hubieran echado atrás, se hubieran achantao, dónde irían los abuelos del pueblo a tomar cafés y sentirse como chavales briosos al tener a aquellas hembras de escotes generosos, vaqueros ceñidos y ojos de miradas maliciosas al servicio de sus copas de anís. Héroe, mito, leyenda, hombre, empresario, mujeriego. Julián el Tigre, dónde estaban sus estatuas, dónde sus reconocimientos, en que pocos libros aparecía, este que sepamos, y sin embargo seguía haciendo su labor para con las chicas y la humanidad.
Sigue adelante, le pareció escuchar en boca de Alejandro, sigue adelante en boca de Marco Polo desde Xian, adelante indicó el promotor de la servilleta, adelante el siempre despeinado Albert.
- José María –captó su atención esa voz rotunda, día tras día, mes a mes durante el curso de los años cincelada por incontables cigarros negros y carajillos de dioses-. Piensa menos y folla más.
Piensa menos y folla más. Frase donde las halla, José María corrió a apuntar la cita en varios papeles y cambió el simulador de campo de estrellas que tenía como salvapantallas para configurar en texto 3D esa nueva máxima, que en forma de cita eterna había tenido a bien revelarle Julián el Tigre, al que ya desde ese instante y momento, sólo podría estarle, qué otra cosa si no agradecido y reverente.
Decidió José María pasar unos días en ese pueblo de piedras y sabiduría cuna de El Idolatrado. Quizás allí, entre montañas que rozan el cielo, jabalís como cerdos y zarzas con pinchos como alfileres hallara parte de las respuestas que tanto anhelaba para reordenar las piezas de su vida, pero al ver las bajas temperaturas previstas en el pronóstico para los próximos tres días e imaginarse solo en una casa helada como témpano, donde cada vez que fuera al baño produciría vapor al juntarse su orín caliente con el agua semicongelada de el váter abandonó la idea, y tras repetirse siete veces siete esa nueva ley filosófica universal y suprema Piensa menos y folla más esforzándose en la interiorización consciente e inconsciente de los tesoros de su complejidad, para ya siempre tenerla presente, se puso un jersey amarillo con cocodrilo y salió a visitar al padre Daniel al que le comentó la posibilidad de volver a retomar su rutina deportiva.
- Oh, si bien usted no se ha recuperado totalmente y para no forzar ligamentos, pues con alguna de las chicas a las que también les gustaba correr.
Corrió José María con Iluminada por la mañana, y por la noche como la chica no paraba de hablar de niños, de lo receptiva que estaba, y de que ella iba a tener cinco o seis como mínimo, a José María le entró cosa, y entendió que no debía meterle ni la puntita entre las piernas, con lo que terminó metiéndosela entera en la boca. Luego por la mañana salió a correr con la morena brasileña con cuerpo de serpiente que cuando se enfada, y se enfadaba por cualquier cosa, a José María le entraba acojone pues parecía tirar fuego por los ojos y que en cualquier instante lo iba a morder de muerte en el cuello, necesitó nuestro valiente algunas frases medidas y propinarle unas sonoras palmadas en su dorado culo para calmar a la fiera, luego llegó la francesa con ese maillot y ese pantalón tan corto tan corto que en vez de salir a correr se lo bajó y desde detrás amarrando con cada mano uno de esos pechos saltones se la metió antes que dijera bonjour. Tras esta llegó el turno de la tailandesa que por gusto, por cultura, o por agradar a José María siempre lo complacía con una sonrisa, y con una sonrisa lo despertaba, y con una sonrisa le daba masajes, y con una sonrisa le regalaba una flor, y con la misma sonrisa le dejaba perfectas las uñas de las manos y de los pies, y con esa misma sonrisa lo bañaba, lo enjabonaba, lo aclaraba, lo secaba, lo perfumaba, y lo seguía al baño para cuando terminaba de orinar retirarle el prepucio un tanto más hacia atrás y con esa misma sonrisa y la lengua retirarle esa gotita que siempre se quedaba molestando infinito, se largó rápido al volver a encontrar a la bielorrusa que esta vez quería robarle la cartera y el reloj, paseó con la valenciana que había sido fallera mayor, azafata y modelo, la chica le preguntó si conducía un BMW 320i Cabrio, José María le dijo que no, la chica le dijo que iba al baño, y nunca más la vio. El día que apareció el chico muy sensible que no paraba de reírse, de tocarlo y de hablar de nabos, pepinos, plátanos, saunas y películas de romanos, a José María le surgió un imprevisto y sintiéndolo mucho no pudo acudir, sí acudió al día siguiente encontrándose con 200 kilos de mujer que le hizo sentir asfixia entre sus pechos gigantes, lo utilizó como quiso manejándolo entre sus carnes y lo desechó diciéndole que se largara para pasar a abanicarse. Pelo rojo y ojos verdes, la irlandesa lo desnudó para bañarlo con frasco de aguas de luna que decía era sagrada, sagrada, y más adentro, más adentro.
- Soy amateur y es la quincuagésima vez que hago esto y me da mucha vergüenza –comenzó diciendo el ama de casa-, yo estoy casada y tengo tres hijos –le enseñó las fotos y pasó a hablarle de lo ocupado que estaba su marido bajándole los pantalones, y de lo desatendida que se sentía gozando sobre él, que cada vez que salía con otros hombres experimentaba una segunda juventud, la catalana del antifaz lo hizo su esclavo atándolo, amordazándolo, azotándolo con fusta, inmovilizándolo desnudo con una capucha de cuero que lo dejó ciego y mudo mientras ella le apretaba y estiraba de las pelotas causándole tanto dolor, tanto placer, que José María le pedía más y más, y sólo deseaba ser el perro, el chucho de aquella su única dueña, para que lo dominara y maltratara sin límites vendió el anillo que una tarde compró para Yisel, y con la boca colocó sobre la mesa de su ama un abultado sobre de billetes rogándole latigazos que le saltaran la piel, latigazos que dejaran su cuerpo marcado para siempre, latigazos hasta que su espalda llorara lágrimas de sangre.
- Lo siento –habló su ama-. No trabajo la sangre.
Tras esta frustración al día siguiente no se presentó la que faltaba, y tampoco al siguiente enloquecía José María consumiendo las horas que faltaban hasta el siguiente día donde con cara de ángel y gesto de demonio apareció al fin, la esperada colegiala de calcetines largos y falda de cuadros, que no había podido acudir a su cita porque había tenido exámenes, con ella saludó a las jirafas, que altas, y los leones rugiendo en el zoo, y con ella vio dibujos animados, y con ella probó el sabor exquisito de el excremento que esa criatura producía sólo para él, que hizo de ese tierno culito rosa su hogar, y recibió en éxtasis una delicada cucharita de alpaca que la adolescente había tenido la sensibilidad de hurtar en unos grandes almacenes para regalársela con abrazo a fin de, que comiera sus heces con mayor dignidad y placer.



Sin embargo y contra todo pronóstico el gusanillo de su amor hacia Yisel a veces se ponía tan grande y duro, que por mucho que intentaba calmarlo apenas lo conseguía cayeron las primeras hojas de el otoño dorado que el viento barrió dejando el gris de días en que José María siguió disfrutando de ese sublime manjar adolescente que a veces ella le daba con la cucharilla mientras llegaron los anuncios de juguetes y repetitivas cantinelas, en las calles iluminadas se respiraba un aire dulzón, y es que un año más había llegado la navidad cristiana, y las felicitaciones de Noche Buena, a las 21:43h.
A. Presidente.
C. Feliz Navidad, amiguito del alma.
A. Oye… que te sigo queriendo mucho.
C. Y yo también… tenía que haberte llamado, te quería haber llamado, para contarte todo, cómo fue, para decirte que tienes un amigo maravilloso, Romero, y que el otro es un tipo excepcional, ¿eh?
A. Vale, me alegro, pero me han ido informando puntualmente de todo.
C. Ya, ya lo sé, pero sobre todo para decirte que te quiero un huevo.
A. Bueno, qué… contarás durante muchos años con mi lealtad, ¿vale?
C. Perdona, ¿durante muchos años? No, hijo de puta, durante toda tu vida. Ja, ja…
A. Por eso, tío, es que espero que sean muchos.
C. Ya, pero bueno, no tienes que decir durante muchos, porque eso tiene un límite, una caducidad, durante toda tu vida…
A. No, llevas razón, siempre me tienes que… ¿ves? Es la ventaja de estar todos los días delante de un micro.
C. Exacto.
A. Tu caudal de palabras, tu facilidad de palabras… Te quiero mucho a ti y a tu familia. ¿Vale? Bueno, escucha, tu… ¿Has leído mi tarjetón?
C. Sí, sí, sí…
A. Bueno, pues fíjate, fíjate si te debo…
C. No, no, nada.
A. Sí, sí, sí.
C. Bueno, yo quiero que nos veamos con tranquilidad para hablar de lo nuestro… que es muy bonito.
A. Cuando tú quieras, y te dejen, y puedas…
C. Un abrazo muy fuerte, te paso con Isa
I. Álvaro
A. Hola.
I. Con el mío te has pasado 20 pueblos.
A. ¿Qué dices?
I. Que sí.
A. Si es un… si es un detallito, hazme caso.
I. Un detallito, ja, ja, ja.
A. Qué dices…
I. Bueno, no, eso lo tenemos que hablar, ¿eh?
A. Bueno, vale, va. Lo hablamos cuando tú quieras.
I. Detenidamente… no en serio.
A. Vale, vale. Oye, escucha, ¿le ha gustado a Isabel el suyo?
I. Bueno, de eso también tenemos que hablar, es que le está pequeño.
A. ¿Le está pequeña?
I. Es que es tamaño de niña pequeña, y mi…
A. Es que yo pensaba, que sería la muñequita como la tuya.
I. Mi niña… no.
A. Ah… claro, es que he pensado en la muñeca de una chica muy joven, como tú.
I. Claro, claro, ja, ja, ja. Yo no me la he probado.
A. No te preocupes que eso lo arreglamos. Pero… ¿Le ha gustado la medallita?
I. Sí, le ha gustado, le ha encantado.
A. Vale, me alegro, vale, vale. Oye, pues entonces no te preocupes que yo mañana…
I. Y ahora hablamos, porque es que es muy fuerte, no en serio.
A. ¿Quién está fuerte?
I. No, en serio, no me lo voy a quedar.
A. ¿Quién está fuerte? Es que no te oigo bien, no te oigo nada.



Como su cargo de Director General no le daba mucha faena ni le suponía ningún trabajo, pasadas las navidades llamó a la televisión para que le proporcionaran datos y dirección de Yisel, metió unos guantes en su maleta y arrastrándola atravesó el finger naranja dirección al avión que hora y veintisiete minutos más tarde lo aterrizó en Ámsterdam. Caminaba entre gente moviéndose de un lado a otro bajo la megafonía, y los andares resueltos de las uniformadas señoritas ceñidas en azul azafata mientras era perseguido por la imagen de ese anciano pelador de naranjas, con que la televisión autonómica valenciana había dado comienzo al último informativo que había tenido la suerte o desgracia de ver, horas antes de salir de su casa para el aeropuerto. Ha sido batido un importantísimo récord en el pelado de naranjas, redondas y naranjas, una tras otra las naranjas se sucedían en las manos callosas del anciano que las pelaba y las pelaba con rapidez una tras otra, una tras otra las tiendas repletas de chocolates, tabaco, artículos de piel, perfumes, sedas, joyas, vinos, licores y otros productos duty-free como el que regalo de su madre cuando cumplió los treinta lucía en ese instante en su muñeca, el primer Hublot que diseñado por el propietario de la marca Carlo Crocco en elegante esfera negra, acero y caucho, apenas se ponía, y podía ser adquirido ahí mismo por el fantástico precio de 4.995€ le suscitó la siguiente e impertinente cuestión ¿cómo podía una persona que trabajando en China dieciséis horas diarias y ganaba 1,5, venga 2 euros diarios adquirir uno de esos? Pues muy sencillo, prescindiendo de algunos lujos y ahorrando el 50% de su sueldo, sólo necesitaría trabajar 4.995 días para poder disfrutar una de esas maquinarias suizas de precisión.
Ajustó reloj a la hora local, en Holanda eran las cuatro menos cinco, y casi de noche se adentraba el taxi en el centro de Ámsterdam en experiencia que lo porteó a comprender y admitir que magnitudes, gravedades y distancias cósmicas, elípticas de lunas y planetas en torno a estrellas, por miles de millones formando galaxias espirales en rotación, cometas, asteroides y agujeros negros, cuerpos celestes, dimensiones, y matemáticas astronómicas eran de sencilla asimilación entre continuos coches, fugaces bicicletas cruzándose con rápidos tranvías, peatones, autobuses, ciclistas con perros, otro tranvía, puentes y canales, circulando, cruzando, y entrecruzándose todos con todos, en todas direcciones esquema caos alrededores de un hormiguero, comprobó que llevaba el cinturón pasado y se posicionó encogiéndose para el inminente accidente que sin duda tenía que producirse cuando todos chocaran.
Situado entre Plaza Dam y el Barrio Rojo, llegó al hotel tan asombrado como intacto. Minutos después salió para ir a tomar un café doblando una esquina pisó su zapato negro acordonado la cavidad de una burbuja que había resultado en el pavimento cuando solidificó. De cuatro milímetros de diámetro y dos en la máxima cóncava, dicha burbuja soportaba sin queja, día y noche algo menos, los zapatos de miles de gentes a las que no prestaba atención y entre estas gentes, la burbuja si tenía algo era buen humor y excelente memoria, exactamente 243 horas con 27 minutos y 3 segundos atrás había sido pisada por la suela de plástico con dibujo de las botas granates con cremallera con las que caminaba Yisel hablando por teléfono.
Siguió José María caminando en la inopia, cruzándose entre otros con un hombre llamado Kars Tates. De aspecto normal y primer nombre Richard, había trabajado como agente de seguridad hasta que la crisis lo había dejado sin empleo, y aun utilizando cuatro horas diarias su conexión de veinte megas, dieciocho reales a la red Internet para buscar un nuevo empleo, ya llevaba tres meses sin trabajar, se le había terminado el dinero y la cobertura social si bien le permitía comer, no le alcanzaba para el alquiler del apartamento en el que había vivido los últimos siete años, así que pese a que decía su casero, era un tipo sencillo, tranquilo y agradable también le había comunicado que si no podía afrontar el pago de la mensualidad que adeudaba, debería abandonar el apartamento que ahora no podía pagar. Mierda de sociedad, mierda de vida, pensó Karst Tates, claro está en holandés cerrando la puerta del apartamento que pronto tendría que abandonar con una lata de cerveza alemana, y un plato preparado de mexicana dispuesto a pasar la noche en compañía de músicas maoríes, suaves y calientes desde Lower Hutt, New Zealand donde hacía calor y amanecía sobre un mar verdiazul, se abrió el enlace pudiendo disfrutar de aquellos primeros acordes, aprovechó para dar un primer trago a su cerveza, en el mismo instante, a 2.487 metros con ganas de tomar un café José María entró a un local donde brillaban neones anunciando Coffee-Shop, pidió 20 g. de afgano señalando en la carta y le dieron una especie de pequeña barrita marrón dentro de un plástico transparente. Qué país más raro, salió chupando la barrita, a la que mientras se colocaba los guantes intentaba encontrar algún sabor a café, al tiempo que el frío de la calle lo espabiló recordándole que allí no estaba para hacer turismo, si no para hablar muy seriamente con Yisel, chupaba la insulsa barrita sin sabor a café, de la que finalmente decidió comerse media y tirar la otra mitad, adentrándose por una calle en la que sonaban ritmos jamaicanos.
- Coke? –le dijeron desde una sombra, pasaron tres chicas, una de ellas con falda corta con el frío que hacía. Olió a incienso, y las calles tenían algunos faroles rojos, una señorita en lencería con ojos, lengua, manos y cuerpo lo incitó a pasar con ella al otro lado del cristal.
Las luces rojas reflejándose en los canales, la sustancia que terminaban de ofrecerle como si el fuera uno de esos drogadictos que esnifan gusanos por la nariz, esas chicas con pinta como de prostitutas, y dos dragones de piedra y dos inmensos hombres encorbatados, sin pelo y conectados a micrófonos inalámbricos con los brazos a la espalda en posición de espera lo llevaron a entender que esa ciudad no era Valencia, y nunca caminaría sobre esa alfombra roja cubierta por techo y atravesaría las dobles puertas talladas en madera que daban acceso al interior de La Société Chinoise.
Qué ciudad tan extraña, recordó que era tremendamente peligroso andar por esas calles. Internet lo decía bien claro, en cualquier momento podía ser atacado por una de esas ratas gigantes que durante la noche surgían de los canales y alcantarillado para asaltar a aquellos viandantes que conversaban por teléfono, para sustraer, robar es muy feo, estos aparatos o cualquier otro material tecnológico que tanto codiciaban los roedores gigantes de esa ciudad, que, a él no se la daban con queso, pues no en vano se había documentado concienzuda y exhaustivamente sobre la urbe donde había una prostituta por cada 29 hombres, y un taxi por cada 5 prostitutas, vivían todos al borde de la inminente catástrofe pues aunque medios oficiales y bases de datos aseguraban que Ámsterdam estaba elevada dos metros por encima de el nivel de el mar, todo el mundo sabía que tan sólo se trataba de una sucia y cochina mentira gubernamental, de un bulo, para intentar desmentir la grave realidad. Pronto, ya lo escribió Nostradamus, los diques que sujetaban el mar se romperían, pues ya tenían muchas grietas en especial la conocida como Big Crack, que pese a los esfuerzos de ingenieros holandeses, norteamericanos, y japoneses se agrandaba a razón de tres centímetros por día. El dique cedería y entonces el mar arrasaría la ciudad. Las ratas gigantes conocían tales informaciones y por eso habían constituido su gobierno sede en esa ciudad, esperando el gran momento, estas ratas gigantes, descendientes y mutación genética de ratas ordinarias tras ingerir grandes cantidades de margarina vegetal, a la que sólo le falta una molécula para ser plástico, introducían a sus crías en las maletas de los turistas para volar a todo el mundo y fruto de sus necesidades habían desarrollado gran destreza en su nivel de comunicación como quedó probado el pasado 4 de mayo de 2009 donde una dependienta embarazada llamada Anna encontró a una rata gigante como un perro grande manejando un portátil en una tienda de ordenadores cuyo nombre nos está prohibido mencionar, y aunque no se pudo demostrar se cree que la rata de treinta y ocho kilos de peso estaba iniciando conexión para comunicarse con otras comunidades de ratas ya instaladas en muchas otras ciudades del mundo.
Hoy en día siguen llegando denuncias de personas y turistas que afirman haber sido asaltadas por bandas de ratas gigantes mientras hablaban por teléfono, y que estas les obligaron a entregarles los móviles. Anna Van Hopkin sigue sufriendo ataques de ansiedad y pesadillas.
- Señor, Alo bon soir, Hello my friend. Españolo aquí chicas, muchas chicas...
- Hey, amico the best show in Amsterdam. Come inside my friends. Hey…
- Cocaine my friend. Best in Holland.
- 20 naked girls. Hi, we have all you like. ¿Italiano, Españole...? ¿Parlez vous français?
- Coke, hass, very cheap hass. Barato chocolate.
- ¡Taxi, taxi! –gritó dejándose la voz hasta estar dentro donde entregó en una nota la impronunciable dirección al conductor que GPS los condujo en inglés lejos de aquellas calles de vicio y corrupción mientras dirección Yisel, aprovechó el trayecto para limpiarse los zapatos con el interior de un guante, avivar su mirada con gotas de colirio, peinarse, y utilizar el colutorio en spray.
Abonó al taxista añadiendo generosa propina, gesto que seguro le traería buena suerte, y vio un jardín de césped con una bicicleta, y un escalón, y otro escalón, subió los dos escalones de la casa de ladrillo adosada a otras, se colocó junto a la puerta pintada de azul royal, azul intenso, y pulsó el botón blanco del timbre redondo plateado.
Abrió un hombre un palmo más alto que él, cuya musculatura y brazos parecían a punto de explotar, José María sonrió.
- ¿Yisel?
Su cara chocó con algo sólido y desde el suelo vio tantas estrellas y pajarillos trinando, como los dibujos animados cuando los golpean con una maza gigante y cosas así.
Desde el hospital y ante las súplicas de su cara hinchada y su ininteligible inglés decidieron coger y cogieron la nota que con insistencia les mostraba y señalaba.
- Yisel, Yisel. –repetía una y otra vez mostrándoles el número- Yisel, Yisel- para que la llamaran, y llamaron a la casa de ladrillo adosada a otras, puerta pintada de azul royal, azul intenso, y botón blanco de timbre redondo plateado donde vivía Yisel, que había regresado a España, le aseguró otra enfermera en español, inglés, francés, alemán, danés y holandés, los idiomas que hablaba.
Tres horas después José María bajaba de un taxi para meterse en el hotel, y en esa habitación de donde ya no saldría nunca, encontró en el espejo una mejilla tan hinchada como borracho soplando el trombón. No quiso abrir la boca, le bastó meter la mano en el bolsillo, aparecieron en ella dos de sus dientes delanteros, que por otra parte siempre había tenido un grado salidos.
España, se metió en la cama con un nuevo fracaso para su colección. Yisel había regresado, y con qué motivo, quién sabe, quizás ella también lo buscaba. Al fin y al cabo el nunca le había proporcionado su dirección, mail, o número de teléfono, y pudiera ser, que en esa hora incierta de la noche, Yisel también estuviera añorándolo, o probablemente besando desnuda sobre una cama, con otro al que abría sus piernas al tiempo que cerraba los ojos para indicar que le entregaba cuerpo caliente, sexo mojado y todo su deseo.
Se masturbó para olvidarse durante un minuto y medio de todo, y bajo ese efecto y el de los calmantes se quedó dormido escuchando el viento. Karst Tates también estaba acostado, y también, en su caso para aplacar el recuerdo de su última chica a la que seguía considerando su pareja, se había masturbado, pero Karst Tates no se había tomado dos calmantes y su cabeza estimó que además de tener que desalojar el apartamento, si no conseguía trabajo que le proporcionara un sueldo, procederían a embargarle el Suzuki negro. Sin coche perdería movilidad y posibilidades de desplazarse a entrevistas y aceptar trabajos, y ya sin nada se convertiría en una especie de Van Gogh sin pinceles y sin hermano al que escribir cartas. Se podía cortar una oreja, o las dos, y lo internarían en una institución psiquiátrica y allí tendría la vida resuelta, y pinceles y lienzos y todo el tiempo del mundo para aprender a pintar. También podía ponerse a vender seguros, o a trabajar en tele-marketing, para eso siempre hacía falta gente, otra posibilidad era convertirse en versión humana del Holandés Errante durmiendo sobre verdes al raso de noches estrelladas.
Pulsó el botón rojo apuntando con el mando, el anuncio de una ONG mostraba a niños escuálidos negros muriendo entre moscas, seguidamente un informativo con la sonrisa rubia de la reina Beatriz adornada con tiara de brillantes, esmeraldas y rubíes, que para eso era la querida y amada soberana designada a dedo por Dios. El jueves se celebraban en Apeldoorn los faustos y festejos de el Día de la Reina que, siguieron informando, desde 1949 celebraba el aniversario de la difunta reina Juliana, madre de la actual Beatriz.



Sin dientes pero sin dolor, al día siguiente José María compró billete de vuelta, y como le sobraba un día que coincidía con una cabalgata real con reyes de verdad y siempre le habían hecho gracia todas esas cosas de la monarquía se presentó en el evento matinal donde contagiado de júbilo infantil, pues el acto estaba adornado de niños y saturado de ignorancia adulta, jaleaba el paso de la familia real, en el ómnibus descapotable real con un grito largo y cara de imbécil agitando en la mano una banderita de Holanda, tres franjas horizontales de idéntico ancho, roja la superior, blanca, y azul la inferior, banderitas y más banderitas rodeaban a quien tras haber conducido a marcha lenta, tener visualmente localizado el autobús donde se desplazaban los monarcas, y conociendo de su recorrido siguió acercándose en paralelo hasta que una policía le indicó no podía seguir circulando, respondió presionando a fondo Kars Tates el acelerador de su Suzuki negro embistiendo contra vallas y personas, entre las que José María se elevó volando a unos dos metros del suelo al que regresó en forma de ovillo, cuando ya descontrolado en su camino hacia la realeza el vehículo negro impactó frontalmente estrellándose contra el pedestal en piedra de una estatua.



- Qué gracioso estás con esos cuatro dedos fuera de la escayola. Mira Pablito, que cara hace el tío José María –se quedó mirándolo Pablito como si fuera un deshecho irreciclable e incómodo, al que había sido más que trasladado, transportado no sin pocas dificultades desde Holanda, donde ya al sacarlo por la puerta del hospital y sonarle el móvil al metro ochenta de enfermera con cara de pocos amigos, las láminas automáticas de cristal le pillaron la pierna, que recibió varios golpes de turistas y maletas antes de acceder al avión, donde tuvo un sitio especial y le dijeron si quería suministro extra de oxígeno-. Vamos dale un besito al tío José María –permaneció observándolo el niño con mirada hielo en la que no había piedad-. Bueno pues ahora no quiere darte un beso, ya sabes como son a veces los niños.
Su hermana mayor con Pablito fueron los primeros en llegar a la comida que su madre había organizado ese domingo para celebrar que se había salvado de la muerte y estaba de nuevo en casa, y para ello lo habían bajado e instalado en un lateral de la mesa y a la entrada del salón de donde había desaparecido una armadura que siempre había estado ahí, y de pequeño le causaba miedo, mientras que ahora sólo le infundía respeto.
Un perro labrador, negro y elegante lo olisqueó como por error para antes de marchar a otra cosa lanzarle una mirada en la que no trató de disimular su altivez.
- ¡Qué guapo está mi sobrino sin dientes¡ ¿Has visto Los Girasoles?
A punto estuvo de abrir la boca para asentir y comentar algo sobre la pintura, cuando su prima mayor se adelantó.
- No puede haberlos visto, están en la National Gallery, en Londres.
- ¿Has fumado buen hass y castigado analmente a una de esas fulanas? –lo saludó su primo Mauro-. Porque si no, has estado perdiendo el tiempo.
- ¿Y cómo son los reyes de Holanda? –una de sus tías- Seguro que no son tan simpáticos y buenos reyes como los de España. Qué mira qué son simpáticos.
- Sí –afirmó su primo-, pregúntaselo a los osos.
- ¿Estaban haciendo Gran Hermano? Porque allí se inventó. ¿Estaba la mujer embarazada que iba a parir en directo?
- Y las montañas de mantequilla sobrino -su tío- has visto las montañas de mantequilla –terminó con la boca llena, con lo cual ya estaban zampando aperitivo y a él nadie le había llevado nada- dicen que son gigantes.
- Si en la cocina estáis comiendo aperitivo yo también quiero un poco. –replicó en anuncio suplicante.
- A mi lo que más me gusta de Holanda son los girasoles. –una de sus tías.
- Querrás decir los tulipanes. –otra de sus tías.
- Bueno que más da, Holanda es una ciudad llena de flores.
- Pues a mi lo que más me gusta es la historia de Anne Frank. –su madre.
- Cómo te puede gustar una historia tan triste. –intervino una de sus tías al tiempo que entre una silla y la puerta de la cocina, la mano de alguien daba un corte de jamón al perro que al instante lo hizo desaparecer con su boca.
- Podéis acercarme un poco de jamón, para probarlo.
- Ves para que te has ido de Valencia, para na, perder los dientes y venir con una pierna escayolada. Con lo bonita que está Valencia, tenemos la Copa América, la Fórmula 1, lo del tenis, los Papas que vienen a vernos, y le ponemos el nombre de la familia real a todo lo que podemos Palacio de las Artes Reina Sofía, Museo de las Ciencias Príncipe Felipe, nuestros políticos llevan trajes de las mejores calidades, y tenemos las palmeras, y las fallas. Que más quieres. ¿Y además allí en Holanda qué comen? queso y mantequilla, si allí no tienen de nada. No saben ni lo que es ni la tortilla de patata ni el jamón. ¡Corta un poco más José María! –Estiró su tío el cuello en dirección a su padre-. ¿Bueno y de mujeres qué, como andas?
- Este hijo mío esta chalao –se acercó su padre-. Primero se enamora de una que no sabe ni donde está, y luego mira como viene escayolado, sin dientes y contando historias para no dormir. Seguro que se puso todo drogado y en ese país que no hace lo que dicta Roma, lo cogió una de esas putas que hay por allí, le sacó todos los euros y lo tiró por las escaleras. Vete a saber. Menos mal que no te has roto la mano y puedes seguir firmando.
- ¡Hala, hala, a comer que la paella ya esta en la mesa!
Lo reajustaron en una esquina, apareció sobre su escayola un plato de paella al tiempo que una servilleta se anudaba alrededor de su cuello produciéndole algo de ahogo y angustia, y Pablito en vez de darle el tenedor, lo empuñó como guadaña de muerte, y con todas las fuerzas y mala intención que un niño de nueve años puede convocar lo hincó de una, dejándolo clavado en la escayola.
- ¡Qué aproveche! –se alejó la criatura dejando a José María con temblores fríos y unas gotitas de orín, que no sabía si estaban a punto de salir, o ya habían salido.



Pasados tres días desde su celebrado regreso a casa, ya nadie se acordaba de él, nadie quería escuchar de sus aventuras en holanda, como cuando le intentaron robar un riñón en el Barrio Rojo, o cuando entró en La Société Chinoise, y un cocinero samurai destripó en el aire con una katana al pez más venenoso de todos los mares para servirle la parte más suculenta que compartió entre risas con unos jefes jacuzi, inventaba estas y otras historias para poder seguir siendo el centro de interés.
- Los yakuza (任侠, やくざ), no son chinos, son del Japón. –le asestó el listillo de su primo Mauro, inesperado hachazo que supuso el desbaratamiento de esa historia, lo cual marcó el comienzo en el declive y desmembramiento que todo imperio tiene como destino sufrir dando fin a una época de esplendor que había durado lo que duró, tres días, y ya sabedor de su desgracia José María hiló con la improvisación del desespero alguna anécdota como en la que se enfrentó a una rata gigante que intentaba abusar de una colegiala. Pero ya era tarde, el ambiente se había tornado hostil, los que antes escuchaban ahora cerraban puertas y oídos a sus palabras, se sintió cada día más cercado en una casa donde nadie tenía tiempo, se preocupaba, o se acordaba de él, pero si del perro que le había destronado para robarle su posición, a él era al que dedicaban atenciones, halagos, y mimos.
- Es el alma de la casa, y has visto que elegante.
- Y es que sólo le falta hablar.
- Qué guapo y que simpático, sí, sí, guapo. –idolatraban a su nuevo gurú como a dios egipcio al que ofrendaban, cepillaban y sacaban a pasear varias veces al día todos los días, mientras él se quedaba en su habitación mirando por la ventana por la mañana, por la tarde y por la noche, confinado en su habitación, y de su habitación al baño, y de el baño a su habitación donde algunas veces en las sombras de la noche cuando llegaban las horas más oscuras y en los chats sólo restaban seres extraños o residentes en otras latitudes, tecleó en Google series de palabras como veneno para perros, matar perro, como matar a un perro sin que te condenen a cadena perpetua mientras violadores salen con permisos todos los fines de semana.
En fin, tanteó algunas posibilidades y técnicas para acabar con la existencia del chucho usurpador que con zalamerías y mover el rabo monopolizaba caricias y protagonismo, lo miraba con displicencia, con desprecio, observándolo como preguntándose cómo podía ser tan imbécil, sacándole su gran lengua de perro burlándose de él en su cara, incordiando cada vez que alguien hablaba con él, trayendo el balón pinchado que a él no le dejaba tocar, para que jugaran con él, lamiendo manos.
- ¡Lamemanos!
Iba y venía corriendo mientras él no podía dar un paso, acabaría con el sarnoso al que todos acariciaban la cabeza y repetían lo listo, lo guapo, lo simpático, la mucha vida, suerte y felicidad que era tenerlo en la casa rascándole la barriga, cepillándolo, comprándole juguetes y huesos, dejándole el mejor sitio para que el señor perro pudiera ver bien a gusto la televisión, obsequiándolo con galletitas, ¿y él qué? ¿qué era él infra-escoria?
La escayola impidiéndole caminar, la falta de dientes negándole una buena mordida, y tamaños claramente inferiores de lengua, rabo, hocico, y orejas suponían perder toda competición con el perro, con lo que día a día José María fue replegándose en su territorio, y allí en el refugio de su habitación visionaba una y otra vez la grabación en que Yisel con su falda corta que enseñaba unas piernas de sol, y él con su suéter de rayas con cocodrilo aparecían en la tele y aun sabiendo de las ganas de ella por compartir su vida con él, y ofreciéndosele la posibilidad de dar juntos la vuelta al mundo, todo pagado, había dicho, no.
Cómo eran las mujeres, qué bellas, qué exóticas. Cuanto les costaba reconocer a veces sus sentimientos y amor por el hombre al que amaban, y cuantas veces necesitaban decir no para terminar diciendo sí, como tenía la certeza absoluta, pasados meses o años, finalmente oiría de labios de Yisel. Sí, sí, sí, podía escucharla desecha entre lágrimas de felicidad que cobijaría para mecerla y confortarla entre sus brazos.
De todas formas acabaría con ese chucho que lo había desplazado en la jerarquía familiar donde se empezaban a tener en cuenta gustos y preferencias de el can para establecer horarios, comidas, criterios en la compra de mobiliario, elección de programas y música o compra de películas mientras José María languidecía lastrado por el peso de su escayola, dejando transcurrir sin novedad los días y las noches hasta que su padre lo despertó una mañana.
- Hace un día fantástico, daremos una vuelta para estirar las piernas. Adecéntate, salimos en una hora.
Fuera llovía, llovía mucho, y seguro hacía frío. Así que no terminaba de ver el fantástico día, pero qué sabía él, después de tantos días sin pisar la calle podía haber perdido la noción de las cosas.
Su padre y otro hombre al que no conocía lo metieron en el Mercedes, lo bajaron justo en frente de la notaría donde firmó unos papeles y lo devolvieron a casa dejándolo empapado de lluvia y con dos nuevos golpes en la pierna. Antes de irse su padre silbó, y José María oyó los ladridos del perro y alegrías de su padre.
- ¡Hola campeón!
- Guau, guau.
- Sí, sí, nos vamos a cazar patitos, y luego iremos a comer.
- Guau. –estuvo de acuerdo el perro y oyó el sonido del coche alejándose.



En la mañana que le quitaron la escayola y comenzó de nuevo a caminar respirando el aire de esa libertad recuperada que ahora sabía valorar, avistó un futuro en el que él, podía ir y venir, hacer y deshacer, desplegar todos los mapas y dejar para siempre la casa de sus padres, partir sin equipaje, sin mirar atrás para encontrar y amar a Yisel estuviera donde estuviera. Como su madre repetía, pues las madres repiten las cosas millones de veces, él era joven, tenía salud, y una vida por delante.
La tarde en que tras varias radiografías, pruebas y unos de plástico, rellenaron definitivamente el poderoso agujero negro que el vacío de sus dientes había dejado, con unos de porcelana. Supo que al igual que en las tribus perdidas de el Amazonas sobre los 13 años los niños se transforman en hombres tras una prueba iniciática donde en manos del brujo de turno y guiados por la ayahuasca los espíritus de estos se transfiguran para viajar a mundos paralelos convertidos en leopardos o águilas, que sobrevuelan montañas de fuego y atraviesan brumas. Él José María, a sus treinta y cuatro años, también terminaba de transformarse en hombre, y de ello eran prueba y atestiguaban esos dos dientes de porcelana.
En cuanto a los quince kilos que había engordado mientras no caminaba y sólo comía, en cuanto a lo que respectaba a Yisel, y afrontar la vida como correspondía al hombre que ahora era. Tomó tres decisiones acordes a su nuevo estatus de adulto. Primera, conectaría una webcam al ordenador de su habitación, segunda, donde daría comienzo a una huelga de hambre de carácter irreversible, y sin fin, y tercera, no saldría de allí hasta que Yisel cruzara su puerta y lo sacara de la mano, habiéndole antes dado un beso.
I pensat i fet. Se sorprendió al comprender que para ejecutar su plan sólo necesitaba de una pequeña cámara, la compró la instaló y conectó a una web donde emitiría una panorámica de su habitación que encuadraba la cama, una pequeña mesa junto a esta, y el armario, vamos toda la habitación en segundo plano, su cara ocupando toda la pantalla si se ponía a un palmo de el objetivo, y casi entero si se iba atrás sentado en el sillón del escritorio.
Todo dispuesto, se situó a mirar por la ventana aplicando todo su ingenio en la lucha por desincrustar con uñas y lengua, una incómoda e irritante brizna de carne que se había encajado entre uno de los dientes nuevos y otro de sus antiguos, al tiempo que evaluaba la posibilidad de dar una vuelta antes de comenzar su nueva vida cuando ver al chucho apresando al vuelo un disco amarillo que alguien lanzaba en el jardín, lo hizo reaccionar. No debía perder un segundo en la ejecución de su plan. Trasladó resolución en acción, miró a la puerta con gravedad, y tomó la madera cerrándola para nunca más abrirla asumiendo su lema.
- ¡Yisel o muerte!
Gritó exaltado plagiando a un centroamericano con barbas, que fumaba puros y ya no puedo dar más pistas, en una isla, que en vez de llamarse caudillo se autoproclamaba líder de la revolución, de la revolución cubana.



Sábado, martes, lunes o domingo al tercer día alimentándose a base de agua azucarada tenía tanta hambre que ni sabía, ni le importaba el día en el que estaba el resto del mundo. Su pelo tenía hambre, sus ojos tenían hambre, su estómago se estaba comiendo a sí mismo, y él tomaba fuerzas de resistencia pensando en Yisel, en Yisel, en un bocadillo, en Yisel, en un pollo, en un pollo con patatas fritas doradas y crujientes divino manjar, en Yisel y el amor que los unía, en Yisel comiéndose una pizza familiar gigante para doce personas.
Chequear el contador de visitas le supuso reafirmación en el proceso, el inicio de una nueva era en esa 2009: Odisea en la Habitación. Su trabajo estaba dando frutos, su huelga de hambre observada, y es que nuestro aventurero había recibido una primera visita, país Argentina, tiempo de conexión 3,4 segundos. José María se sintió grande, sintió orgullo, satisfacción y recostó en el sillón sabiendo que en ese mismo momento desde cualquier lugar del mundo podía recibir una segunda visita, que en ese momento podía estar siendo observado borró la sonrisa de su cara, para poner un gesto más neutro entendiendo que estaba en el camino correcto, y debía perseverar mucho en su decisión, pero cómo iba a poder si moría de hambre se durmió soñando con comerse uno de sus propios dedos, concretamente el pulgar de la mano izquierda.
Al día siguiente se levantó con fuerzas para continuar desfalleciendo y contra su voluntad no pudo evitar tener que utilizar la papelera para expulsar unas cacas que había conseguido retener durante días, y que lanzó de inmediato por la ventana, para evitar terminar comiéndoselas. El perro negro apareció de inmediato para olisquear, luego le lanzó una mirada de condena, y dos ladridos regañándolo.
José María se retiró de la ventana avergonzado y con la imagen de aquel saludable, y delicioso chucho de brillante pelo y tiernas carnes que seguro muy sabrosas a la brasa, también podía apropiarse de parte de esas bolitas de pienso concentrado de vitaminas y carne. Sabía donde lo guardaban y con tan sólo unas bolitas saciaría el infierno del hambre, podía robar, aunque fuera muy feo, uno de esos botes llenos de buey y zanahorias que le compraban y comérselo, y así tendría fuerzas para enviar mails, para crear blogs en apoyo de su causa, fuerzas para mirar a cámara y dirigirse con palabras certeras al corazón de su Yisel, o eso, o un final romántico de unos diez segundos donde entre el tiempo y los deportes informarían de la muerte de un ser extraordinario que había muerto por amor.



Comprobar que su visitante argentino no había vuelto a entrar en el sitio, donde nadie más había entrado, y tras casi seis días desfalleciendo en aguas azucaradas se encontró ante el vértigo supremo que supone afrontar el abismo de la realidad, y la realidad era que su huelga de hambre para captar la atención de Yisel, carecía de un contenido social, pro-igualdad, pro-tercer mundo, pro-mujer, pro-derechos animales, “nunca anti-: concepto caduco, en desuso, arcaico.
Pro-legalización, pro-muerte digna, pro-desarrollo sostenido, su lucha, adolecía de en cuanto a la chispa de la protesta reivindicativa por pro-unmundomejor. Quizás si hubiera incorporado el discurso de la izquierda ecologista, quizás si hubiera pintado la habitación toda de verde serían miles los visitantes adeptos a su causa y liderazgo. Pero para su desgracia carecía de una barba bohemia, tampoco llevaba una boina, no tenía el apoyo de un informático con gafas extrañas, y así sus posibilidades de progreso, difusión y/o éxito eran realmente más que limitadas, inexistentes, nulas.
Él también quería pensar en verde y protestar, pero nunca se había visto con pantalones anchos de cuadros. Había intentado lo de los porros pero lo mareaban y le secaban la garganta de tal modo que no podía articular palabra, otra temporada intentó ser fríqi, friqui, friki, friky, frik, frikie, freaky o freak, pero imposible ser Hombre Elefante para poder ser exhibido en circos, sólo quedaba todo eso de los trekys junto con la Guerra de las Galaxias, las Tierras Azules de Ríos Dorados más allá de las Cordilleras Mutantes de Gador y las Brumas de el Abismo de Plata, apostó claramente por ser un híbrido entre hardcore y geek pero coincidió ese momento con que empezó a hacer un ruido extraño y se quedó sin ordenador, así que pasó a recopilar, recopilando todos los tebeos con el objetivo de transformarse en un honorable otaku pero no tenía nada de media manga mangotero, y bueno ya que había que hacer algo raro eligió la cría de arañas en terrarios. Intento que se le escapó el día que su madre se empeñó en llevar a Bráulia, para que el padre Daniel la bendijera. En cuánto a pedir alguna moneda que te sobre para un billete de tren a Zaragoza, lo había echo una vez, que terminó dando lo poco que llevaba, así que sólo le quedaba suicidarse en compañía de algunos desconocidos y claramente colgar todo el proceso en Internet, o eso o reciclarse, volver a los orígenes, retroalimentarse, ser natural, verde, de buen rollo, un tanto hippie, alternativo, se aceleraron sus conexiones mentales y recordó que en el altillo de el armario hacía ya muchos años su hermana había dejado la solución a todos sus problemas.
Una guitarra española roja bermellón, y con todas sus seis cuerdas.
- Volare, uo, o, cantare, uo, uo, uo, uo, ni blu, ni pinto ni blu, felice, uo, uo… -comenzó a cantar canciones que no sabía aporreando arrítmicamente esa guitarra, que también podría terminar comiéndose, siguió berreando su delirio frente a la webcam, desde su habitación para el mundo, concretando que se denominaría a sí mismo cibertrovador.



Como cada lunes y jueves José María esperó la hora más profunda de la noche cuando sólo se oye el silencio y a algún vecino sin educación para tiznarse la cara con crema negra de los zapatos, descalzarse y provisto de pelillos en las orejas capaces de detectar cualquier movimiento ajeno, abandonó la seguridad de su habitación para ejecutar la que sería, Cuarta Incursión en el Frío.
- ¿Qué haces en la nevera? –lo pilló su madre con las manos en medio queso cuando creía que todos dormían.
- Cosas.
- Cómo que cosas, pero si llevas toda la cara negra ¿No estás en huelga de hambre?
- Sí, ¿y qué?
- Hombre hijo, pues yo no se mucho de esas cosas, pero creo que una huelga de hambre es no comer, y tú estás llenando una bolsa con comida.
- Eso de no comer era antes, además yo hago la huelga de hambre como quiero.
- Ya, ya, pero es que somos el hazmerreír. A mi me lo dicen, qué bien le está sentando a tu hijo la huelga de hambre que cada día esta más gordo. Podías hacer algo de ejercicio, por lo menos.
- Déjame en paz. –regresó a la habitación con pan, yogures, plátanos, jamón, tres bolsa de muffins con chocolate, medio queso, un tubo de ketchup, unas cuantas latas de atún, aceitunas rellenas de anchoa, berberechos, y dos packs de cerveza.
Día a día recuperó el gusto por la comida, y pronto regresaron eructos y ruidosas flatulencias que en un principio intentaba reprimir o disimular ante la cámara, recuperando la salud retornaron las erecciones matinales, y las subsiguientes masturbaciones que siempre realizaba bajo el edredón aunque su cara contraída seguía saliendo en la web. Luego dormitaba un ratito más e iniciaba su jornada levantándose entre expulsiones de gases y desperezos para con toda la calma cumplir la rutina y proceder a la Certificación de la Amenaza, esto consistía en webcam en mano subirse a la báscula y mostrar a cámara que había engordado, entonces retornaba la cámara a su posición y mirando al objetivo amenazaba con seguir comiendo, comiendo y engullendo hasta reventar, si no se presentaba en su puerta y lo remediaba, su amor Yisel.
Después abría una bolsa de bollería industrial y engullía uno tras otro todos los bollos rellenos de chocolate hasta que en la bolsa sólo quedaba aire, saciado y satisfecho pasaba entonces a demostrar su amor a Yisel, era entonces cuando recitaba versos sueltos o pareados que improvisaba mientras cantaba canciones románticas acompañado por esa guitarra que no sabía tocar.
Comía cuanto podía, veía vídeos en youtube, atendía los crecientes mensajes que le llegaban al foro, comía pizzas, hablaba por teléfono con antiguos amigos que al verlo en la web lo habían vuelto a llamar, recitaba versos sueltos o pareados que improvisaba mientras cantaba canciones de amor acompañado por esa guitarra que no sabía tocar.
Merendaba más bollería industrial, recitaba, cantaba, veía videos en youtube hasta que se aproximaban las nueve, entonces se peinaba y cada noche al igual que rey al pueblo, pronunciaba él su mensaje a Yisel.
- Hola Yisel soy yo José María, tu chico, tu futuro, tu sueño. Ya ves cómo estoy cada día más gordo, y más loco por tu amor. Me he encerrado en esta habitación y aquí moriré si no vienes a rescatarme con las alas de tu amor. Te espero, te quiero. Yisel por favor, ten piedad, sálvame.
Así noche tras noche, a las nueve José María repetía todos los días en una intervención en directo, ese mismo mensaje, luego cenaba compulsivamente, eructaba, veía alguna película que había descargado o vídeos en youtube y se acostaba.
Se despertaba, se masturbaba, se levantaba, se pedaba, se pesaba, se desayunaba, y recitaba su amor.
- ay ay, ay ay mi morena de mi corazón, ay.. mi Yisel de mi… -interrumpió su entrega y concentración el sonido de alguien llamando a su puerta- ¿Sí?
- ¿Puedo entrar? –le preguntó su madre pasando con unas bolsas inmensas.
- ¿Qué quieres? ¿Qué son esas bolsas?
- ¿Qué quiero? pues que ya no tengo sitio en la casa y no se donde guardar las bolsas estas gigantes de basura llenas de billetes. Mira que se lo tengo dicho, José María por favor no me traigas más bolsas llenas de billetes. ¡Pero ya sabes como es tu padre! Ayer por la tarde, me viene con el helicóptero gritando y con prisas que se volvía a ir, y aquí me tienes a mí haciendo sitio para cinco bolsas de billetes más. Le he dicho ya dos veces que no traiga más bolsas de billetes, que es muy gitano, que compre brillantes que ocupan menos y se pueden guardar en una cajita, además los puedo llevar yo en las fiestas, en alguna boda. Pues nada. Hala ayúdame que pondremos aquí dos o tres bajo la cama. Brillantes –empujaban las bolsas para que entraran bajo el somier-, que compre brillantes como en la película esa, de ese señor de la peca que trabaja tan bien, chico esa película que se desarrolla en Las Vegas que…
- Casino.
- Pues eso, pero tu padre se empeña en las bolsas. Hazme un sitio en el armario para esta última.
José María añadió a su rutina botellas de Coca-Cola de dos litros, hamburguesas con patatas fritas, pizzas familiares gigantes extra grandes, tarrinas de helado sabores surtidos, eso sí, siempre Häagen-Dazs, y tan inesperado como probable, un día comenzó a recibir mensajes de seguidores, en Venezuela habían creado un club de fans, le surgió un imitador en Alemania que prometía matarse a masturbaciones si su novia, ahora con un turco no regresaba con él, dos imitadores más en Japón, y al teclear su nombre primero aparecieron 359 resultados, pasadas dos semanas en que seguía engordando aproximadamente 437.388. Comenzaron a venderse camisetas, un sillón, y un muñeco gigante con su nombre, salieron al mercado dos ensayos sociológicos tomando su actuación como trasfondo de tendencias y comportamiento social, y apenas en dos tres días intuyendo el inminente éxito, una mañana a primera hora el chucho comenzó a rascar su puerta envidioso de su fama, deseoso por convertirse en ciberestrella, y aunque primer pensamiento fue invitarlo a pasar, estrangularlo y clavarlo sobre la cabecera de su cama como trofeo, entendió que el animal reforzaría su imagen de persona humana, con vínculos afectivos, y enrolladete con los animales. Así que abrió la puerta, dibujó una sonrisa, y consintió que el perro chupara su mano, y algo de cámara mientras él atendía peticiones de los medios, y recibía comunicados de asociaciones de singles, parados de larga duración, amas de casa sin ansiolíticos, adolescentes sin futuro, empresarios en quiebra, políticos en el ostracismo de la corruptela y otros colectivos desde distintas partes del mundo enviándole felicitaciones, y preguntándole al tiempo que apremiándole para que revelara cuanto antes la ansiada fecha para el suicidio colectivo cuya cercanía tanto anhelaban.






















Proseguía Ingrid comentándole de su traslado a Ámsterdam donde ahora era feliz al lado de una chica que la trataba con cariño, le proporcionaba orgasmos increíbles y amor. Las dos estaban pensando en poner una fecha para casarse y ya habían dado comienzo a los trámites para adoptar a uno de los niños piraña que viven entre las calles y montañas de basura que crecen en los vertederos de Lima.
Yisel le envió muchos besos a Ingrid esperando coincidir con ella en algún aeropuerto o vagón de metro, y le aseguró que haría todo lo posible por estar en esa boda, entretanto volaría a Londres, donde todo estaba dispuesto para justo en cinco días hacer realidad uno de los sueños que había tenido desde que era mujer.
Ingrid anunció que llegaba el jefe, y cerró sesión.
Porobóm, le informó el sonido llegada de nuevo mail. Era Teddy Bear, Yisel se preguntó que hora tendrían en Toronto, era de noche y le enviaba un enlace que la trasladó a praderas inmensas de infinita libertad bosques verdes, y montañas "Brokeback Mountain" con una canción country melodiosa y romántica en que una voz masculina cantaba como en un salón de baile un sábado noche encuentra a una chica, y ya nunca en este mundo buscará más, pues su corazón se ha quedado para siempre con ella.
De montañas nevadas y bosques sin fin, escuchó de nuevo la canción mientras se hizo una foto lanzándole un beso, otra cubriendo la desnudez de sus pechos con las manos y una sonrisa, envió las fotos, le resultó gracioso lo románticamente falsos que pueden ser los hombres antes de meterla, volvió a picar el replay y comenzó a meter unas cuantas cosas en la maleta.
Sorbió el mini-break de zumo de melocotón rico en fibras hasta que el cartón quedó estúpido y sin una gotita, añadió tres galletas con un 20% de chocolate blanco ricas en fibra en un bowl con yogourt de soja rico en fibras, isoflabonas, y el famoso L.casei, que refuerza nuestras defensas, y del que a modo de curiosidad apuntaremos que esta bacteria prebiótica de nombre completo Lactobacillus Casei, chicas, no sólo habita en vientre y boca, si no también en todas y cada una de vuestras vaginas.
Saludó al estudiante canario que apareció en la cocina. Recién levantado, y por mucho que se esforzaba en retirar la mirada de el cruce que la bata realizaba sobre los pechos que a través de el raso se adivinaban calientes y redondeados, no terminaba de conseguirlo, mientras comiendo le comentaba Yisel que dejaba la habitación, y sentado frente a ella volvía a caer sin remedio la mirada en esos pechos, definitivamente sin sujetador, que la afortunada tela azul perfilaba y oprimía, regresando la mirada una y otra vez, como quien habiendo madrugado intenta mantenerse despierto para ver el final de una película que se está alargando demasiado, aterrizó vencida la mirada del estudiante sobre los turgentes de Yisel que le comentaba podían quedarse y hacer lo que quisieran con su cinta de correr, y su fantástico saco de boxeo que sintiendo mucha pena no se podía llevar terminó de explicarle con apretura pues tanta fibra más que con regularidad, obligaba a ir al baño con urgencia.
Reforzadas las defensas, estimulada su flora, regulado su tráfico intestinal, eliminado lo que sobraba, y conseguido un vientre plano, sólo podía sentirse bien y así ser más feliz, pues si ella era feliz las personas de su alrededor serían más felices, y aunque en algunos países siguieran muriendo por enfermedades que en otros sólo aparecían en películas de la Edad Media, todos incluso los que morían olvidados serían más felices. ¡Felicidad, cuando salgo del baño, lo que yo siento es felicidad!. ¡Felicidad! Regresó cantando, ligera y feliz a su habitación donde, porobóm, Teddy Bear agradecía las fotos y anunciaba, algún día la iba a penetrar tantas veces seguidas y de tal forma que le iba a grabar su nombre por dentro, se deshizo de la bata azul quedando desnuda para abrir el cajón y algo excitada, sintiéndose suave entre las piernas, primero una luego otra ponerse y acomodar el tanguita verde manzana.
Pero detengamos toda actividad, guardemos para siempre en nuestras memorias individuales y colectivas este fotograma mítico y nítido, Yisel terminando de colocarse su tanguita verde manzana, y retengamos esa imagen a la que más tarde regresaremos, viva en nuestros corazones. Pues deseará el lector, como es natural y si es bueno es natural dale gas sí, retomar los pasos y ese culito de Yisel, desde que de Holanda regresó para aterrizar en esta tierra sagrada, amén, que se extiende bajo el sol cual piel de toro, olé, y algunos llaman España, grande y una. Para ello engarzaremos la narración con el instante en que, al que pronto llamaron loco embistió a unos cuantos fans de la monarquía, monárquicos, entre los que José María y otros desafortunados resultaron arrollados por el Suzuki negro en secuencia que grabada por Claudia, una alemana con ideales de ultraderecha que a punto de licenciarse en audiovisuales había conseguido una de las becas concedidas por la CEE, para ayudar a sufragar con dinero público al menos parte de las borracheras que los universitarios clase media gustan hacerse en otros países de su entorno lejos de las miradas de sus padres, Viajaron esas imágenes por un cable negro hasta la furgoneta del canal de televisión, desde allí fueron entre otras operaciones ordenadas por un ordenador y por ondas transmitidas a los estudios centrales de la televisión holandesa que al tiempo que emitía en directo, enviaba las imágenes al cielo donde junto a algunas miles de toneladas de basura espacial, la Estación Espacial Internacional, un telescopio de homre Hubble que sería reparado por dos obreros espaciales trabajando en el vacío, y como todos sabemos sirve para desvelar los secretos del Universo, también orbitaba un satélite polivalente, que tanto valía para orientar el vuelo de un misil dirigido al jardín de la casa donde tres palestinos jugaban con los niños preparando un atentado en Jerusalén, ciudad en manos del pueblo judío desde que así lo decidieron unos cuantos, como para que Oscar desde su habitación, en una casa, a unos 250 metros de la última estación de la línea verde de metro de Barcelona en su extremo norte, hablara con su novia Casandra en algún lugar de Manila donde además ya había amanecido. Para eso al igual que para transmitir los grandes eventos en torno a un balón o decirle al señor Ignacio Jiménez o Giménez encargado de organizar la vendimia en Briones, pueblo vinícola de la Rioja, cuales eran las cepas de las que podía ordenar a sus jornaleros ilegales, recoger las uvas o todavía no. Viajaron las imágenes hasta los estudios centrales de un canal de televisión catalán e, increíble pero cierto, estas imágenes que se habían producido horas atrás a unos mil kilómetros de distancia, aparecieron horas más tarde frente a Yisel, a quien desde que había vuelto a pisar Barcelona apenas le había dado tiempo a ducharse, cambiarse dos veces de tanguita, fumar tres cigarrillos, siete cigarritos de hierba, beberse dieciocho quintos de cerveza, dos gin-tonics, y tres chupitos de orujo, el último mientras se hacía penetrar sobre la mesa de un restaurante que la crisis había dejado sin clientes. Disfrutaba la rigidez de el pene entrando y saliendo de su vagina caliente mientras en la pantalla gigante daban la noticia e imágenes del coche negro embistiendo a los monárquicos.
- Qué se jodan los monagquicos.
- ¿Qué? –preguntó empujando el camarero.
- Qué se jodan los monagquicos. –lo separó con un beso bajándolo al suelo para abocarlo al clítoris haciéndolo chupar, tumbarlo y montarlo al trote sobre él.
- Qué se jodan, que se jodan –gritaba loca de orgasmo que ya venía galopando sobre él, al que tapó la boca, y siguió y siguió-. Qué se jodan, qué se jodan… -moviéndose sudorosa hasta que gimió reventando en placer intenso, largo, y siguió y siguió para poco a poco calmar su respiración, y suavizar el paso-. Qué se jodan los monágquicos.



A la mañana siguiente, radiante de sol y sexo, desayunó con música, y voló en el metro para hablar con una activista de Equanimal a la que comentó su visión sobre la llamada fiesta, comentó su ánimo y mostró su firme disposición para entrar en acción. Pearcing, tatuaje, y marihuana, quedó reconocida como una de los suyos, e invitada a participar en una acción que en una semana, realizarían en el interior de la plaza de Barcelona durante el transcurso de una tortura televisada.
De allí se dirigió a la Fnac, donde justo antes de entrar, cual guardianes en las puertas del templo halló a dos encuestadores. Ella una chica con la camiseta naranja y pelo rapado con carpeta naranja promoviendo altas en las que te ofrecían la posibilidad de contribuir en cómodas cuotas mensuales al desarrollo de la informática en escuelas infantiles ubicadas en países en vías de desarrollo. Él con una camiseta azul donde se adivinaban ballenas y delfines, ojos de biblioteca tristes, perilla de romántico, y un pantalón tan ancho y lleno de arrugas que a Yisel le resultó imposible hacer una rápida estimación sobre las dimensiones de sus atributos sexuales.
- ¡Salva a tus hermanos de las industrias farmacéuticas! –la incitó aquel Quijote.
Esa misma tarde Yisel conoció que el chico prefería el té sin azúcar al café, que tenía su habitación compuesta de magníficos muebles y objetos que encontraba en las calles, y que su pene era tan grande como falto de la dureza que ella necesitaba para poder terminar y fumarse un cigarrillo bien a gusto, lo cogió por la perilla y lo hizo trabajar con la lengua entre sus piernas hasta que gritó, gritó, gritó, cerró las piernas, cerró las piernas, gritó, y lo apartó.
Al día siguiente callejearon la Barceloneta a ritmo de cervezas, y al siguiente junto a otros y a su Quijote formó parte de un Comando Verde que al amparo de la noche y valiéndose de unas cizallas irrumpió en unos laboratorios de cosméticos. De allí rescataron metiendo en una furgoneta, cuatrocientos aloes y a treinta ostras que sobrevivían en condiciones infrahumanas y habían sido físicamente maltratadas al habérseles introducido artificialmente granos de arena icosatetraédricos en busca de la creación de perlas con esas formas, y psicológicamente engañadas pues soportaban una grabación continua del Mar del Japón para estimular sus secreciones. Dos ostras fallecieron durante el rescate, debido al fuerte estrés. Todas las demás trasladadas de urgencia a una clínica situada en el sur de Islandia, donde tras ser operadas con éxito, y pasar por un periodo de rehabilitación fueron paulatina y felizmente liberadas. Al día siguiente participó en la suelta de áloes que en dos minutos acogieron los encantados señores y señoras que pasaban por La Boquería, y otro día fueron al cine a ver una película húngara, donde Yisel le practicó sexo oral, y al salir le dijo.
- No volvegemos a vegnos más, tengo cosas que haser, objetivos que cumplig.
No obstante el le habló de Álex, un amigo que esa noche traería a su casa unos cogollos de hierba Tailandesa, y una cosa llevó a la otra y todos terminaron desnudos, follando sobre una estera de cáñamo.



Con su billetera tan pelada como su monte de Venus, y descartada la posibilidad de trapichear, ya que terminaría consumiendo más que vendiendo, llegó la primera entrevista de trabajo en una discoteca de Barcelona, le entregaron junto a otras chicas un formulario a rellenar.
Luego una a una, las chicas fueron pasando por la entrevista personal en que medían idiomas, expectativas de trabajo, y se les tendía trampas buscando echarse de encima a las mentirosas, mientras escudriñaban en carácter y personalidad. La informaron de las condiciones generales, necesitaban camareras de barra, el trabajo era duro, las copas se servían sin cesar con una sonrisa en la boca, y el horario era de las 23 a 6, aunque a veces podían terminar a las 7 trabajaría seis noches por semana, tendría que poner ella ropa llamativa que realzara el cuerpo de una mujer, el sueldo era de 1.800 euros mensuales, la incorporación inmediata, y si estaba interesada debía decirlo en ese mismo momento.
- Sí. Estoy integesada.
Con lo que agradeciéndole su tiempo e interés, si quedaba seleccionada la llamarían esa misma semana en la que el miércoles y por vez primera, acudió para realizar una acción en defensa de los derechos de los animales.
Cercana la plaza, aparecieron seres de huesos esmirriados, piel cartón, ojos, chaquetas antiguas, y voces quebradas desplegando triquiñuelas para captar atenciones y revender entradas.
- Morena te entro conmigo –le clavó sus ojos uno de ellos- Gratis –desplegó abanico de entradas y tos,
Yisel siguió caminando hasta llegar a un lugar donde olía a boñigas y la estaban llamando.
- Hola. Sí, soy yo. Clago si -la llamaban de la discoteca, había superado el casting y el jefe de sala la citaba para una última entrevista-. Mañana a las 8 vale allí estagé.
Extranjeros y viejos, zorras de alta sociedad y empresarios, políticos y corruptos trajeados, algún aficionado, señoras con perlas, curiosos, llamativos, distinguidos con ínfulas intelectuales.
Txell y Toni, dieron entrada y últimas instrucciones a Yisel, para su participación en la acción a desarrollar. Entró en la plaza, accedió a aquel círculo de muerte y ocupó su localidad al sol. Uno de los cámaras, Txell que saltaría al ruedo desnuda y con un spray rojo con el que denunciar, y al igual que ella cinco más, sentados adelante y atrás procederían antes que se diera muerte al segundo toro al televisivo desnudo y despliegue de una tela. ¿Cuánta sangre más puede soportar tu conciencia?
Ya sonaban las músicas cuando pudo contemplar a unos cuantos con extrañas gorras negras y vestidos a lo ridículo de colores chillones caminando el círculo. Luego se quedó uno con un mantel rojo en la mano y soltaron a un toro negro que comenzó a ser mareado y engañado por el torero con cierta gracia, olé, olé, gritaba la gente sus movimientos, luego salió un hombre con lanza montado a caballo y aunque tuvieron que llevarlo, y acercarse el jinete, finalmente el toro no vaciló en embestir para que le clavaran entre huesos esa punta de lanza metálica, una y otra vez punzándolo el jinete hundiendo con toda su saña el hierro en la bestia. Luego el caballo se retiró con algunas tripas colgando de el caballo y el toro maligno permaneció sobre la arena, pero entonces salió un hombre con dos palos de colores, uno en cada mano poniéndose frente al animal que lo rehuyó, le gritó, le gritó y aquella bestia negra intentó matarlo con sus cuernos de muerte pero aquel torero le hizo un quiebro y dejó sus dos palos clavados sobre ese peligroso, malvado animal.
- Olé, olé. –acompañaba Yisel los pases artísticos de el torero, luego, y bien que lo merecía, le volvieron a clavar dos palos más en todo el lomo y pocos segundos después el negro de la bestia comenzó a brillar empapado en sangre, qué plasticidad, seguían toreando al animal con los palos floridos descarnándolo. Cómo se divertía el toro, casi más que los espectadores ebrios de vino y sangre, que bonitos los pasodobles, y que mentirosos los ecologistas, que decían qué si el toro sufría, qué si el toro lloraba.
- ¡Olé! –gritó levantándose cuando el matador clavó introduciendo hasta la empuñadura una espada en el animal.
Y con la espada dentro, y vomitando sangre el toro fue mareado y mareado pues el ingrato no quería caer, para así conseguir que con un puñal le rompieran las vértebras y entonces sí cayó, y moviendo la cabeza en señal de agradecimiento y con sus ojos abiertos le serraron una oreja que entregaron como souvenir al ¡torero! que dio una vuelta mientras arrastraban al bicho moribundo al exterior de la plaza para que no manchara con más sangre la arena.
Soltaron al segundo toro, y comenzó a torearlo otro torero con una entrepierna más abultada que la del anterior. Toreando y toreando a ese bellaco desagradecido pues tardaba un tanto en arrancarse y proporcionar alegrías a todas esas gentes, personas sensibles, que comían, bebían, reían, y jaleaban cada pase, y nuevo puyazo del jinete cuando escuchó un griterío y se detuvo el espectáculo, pues unos cuantos alborotadores no tenían respeto, ni al toro, ni a los toreros, ni al arte del toreo, ni a lo sagrado de una plaza, ni a nada, estaban desnudos desplegando pancartas e interrumpiendo, sintió Yisel vergüenza ajena por esos analfabetos funcionales de la cultura que nada sabían, y finalmente desalojaron. Qué bien sonaban las trompetas, que bonitos los abanicos, la sangre, y que justa contienda, la soberbia de los matadores, el griterío, y los puros, y si un día antes golpeaban a los toros en los riñones y en los cojones, era por su bien, y porque algo malo habrían hecho, y si les untaban ácido en las pezuñas para que les quemaran y salieran más danzarines era por su bien y el de la fiesta, y si enturbiaban su visión untando sus ojos con grasas era para que no se distrajeran mirando tonterías, por que no iban al óptico, sino a la plaza donde no les iba a hacer falta leer, y además porque para ser torturados no se les iba a requerir una visión perfecta. Quiénes se creían esos salvatoros metomentodo de los ecologistas, con qué derecho querían negar al toro esa muerte digna que tanto anhelaba, pues era su orgullo, y además para eso estaban, viéndose claramente que la bestia lo deseaba, y si con su lengua pudiera hablar lo pediría, y si con sus pezuñas escribir lo escribiría.



A quien corresponda:
Yo toro, de nombre Inocente, y perteneciente a la ganadería Tal y Pascual, declaro mediante este documento y para que así conste a todos los efectos que mi único deseo es que en una plaza, y a partir de las cinco de la tarde, se me dé dolorosa muerte lenta entre diversas torturas.
En lugar, a fecha.
Fdo. Inocente.



Eso si pudiera redactar un texto, que si pudiera hablar lo pediría por favor, pero al ser una bestia a la que Dios en los siete días en los que creó el mundo no había tenido a bien concederle tal cualidad, pues sólo lo podía mugir.
- Muuu. Muuu. –mugido diáfano y rotundo en que el animal pide ser sacrificado en la plaza para fiesta de España, mayor gloria de Dios, y que algunos verdirrojos, se empeñan en no escuchar.
Aplaudió y aplaudió Yisel a esos toreros y a la bravura de esos bichos, que cojones tenían se repetía deleitándose en los ceñidos pantalones de esos toreros imaginando refregarse desnuda contra sus paquetes abultados. Deseando ser poseída por esos llamados matadores, o por esos o por verdaderos piratas somalíes, que deben de tener los huevos de ébano para asaltar buques americanos y cagarse en ellos.
En el quinto toro el corazón de Yisel dio un vuelco entre escalofrío de angustia, y es que la bestia había rasgado el pantalón de el torero con uno de sus cuernos. Pero qué susto y sobresalto, le produjo el ver cuando esa bestia animal ultrajó sin piedad y cargado de violencia, salvajismo, y brutalidad la preciosa tela pantalón bordada en oro que lucía el artista, torero, y matador que con hermosa sensibilidad procedía a dar muerte, abandonó Yisel la plaza y se alejó de el horror y atrocidad, caminando por la ciudad en busca del Mediterráneo, de su brisa, de sus aguas de sal.



La puerta de personal estaba cerrada, llamó, una chica abrió y la acompañó a un despacho donde un hombre sin pelo con camisa negra y vaqueros la recibió con dos besos.
- Hola Yisel, yo soy Paul, soy el jefe de sala y uno de los dueños. Gracias Mónica, nos vemos mañana. –los dejó la chica- Bien… pero siéntate, siéntate, ya sabes que has superado el casting, tienes idiomas, algo de experiencia en hostelería, veo que eres preciosa.
- Grasias.
- Y por lo tanto y si así lo quieres, el trabajo es tuyo.
- Bueno me dijegon que faltaba un última entrevista.
- Sí, la estamos haciendo. Sabes Yisel, esta es una de las discotecas más grandes de Barcelona, nos visitan gentes de todo el mundo, miles de personas cada noche, personas anónimas, y famosos, políticos, cantantes, actores, directores de cine… futbolistas. Trabajar aquí puede significar tener abiertas las puertas de lo que quieras. Te voy a hacer una última prueba. Sírveme un gin-tonic y si me gusta, estás contratada.
- Bueno.
- Ven conmigo.
Paul movió unos interruptores, y Yisel lo siguió por un pasillo que al atravesar una puerta los llevó a la pista central donde cientos de focos, neones, y luces cobraban vida y movimientos.
Yisel jugó con unos hazes de láser verdes entre los que intercaló sus dedos.
- Qué bonito. Nunca había visto una disco así con todas las luses pego así vasía.
- Te gusta. Te voy a enseñar la parte más exclusiva.
Subieron una escalera de caracol, Paul tecleó un código, y se abrió una puerta, bajo una iluminación rosada brotaba agua de una pequeña fuente, habían sillones de cuero que formaban un semicírculo, una cristalera que dejaba ver toda la sala, y una barra habitada por pequeños ángeles de piedra, bañados con chorros de luz entre rosácea y dorada.
- Este es nuestro salón VIP. Aquí ha estado el presidente italiano, una de las infantas, Leonardo DiCaprio hace algunas semanas, Penélope Cruz celebró aquí un cumpleaños. Madonna –Paul se instaló en uno de los sillones-, Pasa a la barra, pasa y sirve dos gin-tonics.
- ¿Qué ginebra le sigvo?
- Chica lista. Sapphire.
Yisel se puso a ello, y aunque ignoraba donde estaban los hielos no tardó en encontrar una bolsa abrirla, verterla en una de las cubiteras, en una canasta naranjas, limones y limas utilizó la cortadora y lo demás ya lo tenía localizado. Cogió dos vasos, echó los hielos con las pinzas, los cortes de limón, abrió las tónicas colocó todo sobre una bandeja metálica, añadió la botella de Bombay azul. Se dirigió con calma al sillón donde estaba Paul y sirvió colocando los vasos a los que añadió la ginebra y una porción de tónica.
- Aquí tiene. –se quedó esperando el veredicto.
- Bravo. Perfecto, tendrás que cambiar pequeños detalles, pero eres una chica lista, tu sola has encontrado todo, y sin hacerle ninguna pregunta al jefe. Toma y brindemos juntos por tu nuevo trabajo. Estás contratada.
- ¿De vegdad?
- De verdad –brindaron- Empiezas mañana.
- Vale. Nesesitage un listado de precios, para que me lo aprenda si tengo que empezar mañana.
- Cierto, no había caído en ese pequeño detalle.
- ¿Y cuándo figmo el contrato y todo eso?
- Por eso no te preocupes. ¿Te gusta bailar?
- Si me gusta bailarg. Sí, clago.
Paul sacó un mando y comenzó a sonar un ritmo relajado.
-Pues baila. Baila para mí.
- Qué dises? Estás de bgroma.
- Baila. Baila y prepárate –prendió un cigarrillo-. Porque si quieres trabajar aquí –tirando el humo- antes tú y yo tenemos que follar, aquí, ahora.
Abajo en la pista todas las luces seguían encendiéndose y apagándose, moviéndose en aquel espacio inmenso de donde quería huir. Cruzó los brazos sobre sus pechos.
- No quiego el trabajo, ni nada. Io no soy puta.
Fue observada con calma y desprecio.
- Vete si quieres, y recuerda 1.800 al mes. El trabajo es tuyo. Sólo tienes que hacer lo que yo te diga, cuando yo te diga.
Bajó escaleras, salió sin saber cómo y al verse en la calle andando, aceleró el paso y mientras corría notó los ojos picosos. Se duchó con agua muy caliente, y esa noche mientras dormía un toro la acorraló bajo las luces de la discoteca, y aunque no había hecho nada la iba a matar.



La cada vez más complicada situación económica y creciente desempleo, le ofreció una nueva oportunidad al responder al anuncio de una agencia, donde en un despacho con parquet en paredes de suave amarillo fue atendida por un hombre joven vestido por entero de negro, que tan simpático como ciego la invitó a sentarse al tiempo que se las hacía un tanto el maricón para seguramente de un modo por completo inconsciente, ofrecer una vertiente más bohemia, y ya de paso parecer menos ciego.
- Nosotros somos una agencia literaria y de representación artística, yo me encargo de la parte literaria, es mi socio quien lleva los temas de management artístico, ya que yo si veo un cuadro sólo te puedo decir si me gusta o no, pero ya más no porque no tengo ni idea. Entonces –hizo el ciego como que se miraba las uñas mientras Yisel sospechó que intentaba fijar la estropeada visión en sus pechos-, te llamabas Yisel verdad. Mira Yisel yo no soy quien realiza las entrevistas para el anuncio de trabajo al que has respondido, la persona que se encarga de estas cuestiones hoy no ha venido con lo cual habrías hecho el viaje sólo para conocerme a mí –-se tocó como una folklórica-. No obstante, y entretanto realizas la entrevista y proceso de selección puedes visitarnos cuando quieras, y bueno bueno ya te habrán dicho infinidad de veces lo preciosa que eres, y que piernas, cuando quieras vamos de tiendas, ya sabes que esta temporada se lleva la minifalda y con estas piernas –la palmeó en el muslo-, las minifaldas te tienen que quedar de fábula, vamos fantásticas. Así que, si te parece –se levantó el ciego-, trasladamos entrevista a la cafetería, que está aquí al lado, te invito a un vino blanco, y vamos viendo –se sorprendió Yisel al notar que le había puesto la mano en el costado-, viendo si hay una buena comunicación, y cómo podemos encajar y hacer cosas juntos.



Varias encontradas, habían resultado las miradas entre los ojos de Yisel y los del torero, entre los de él y sus piernas apenas tapadas por una minifalda que seguro le estaba viendo el negro de el tanguita, y entre los ojos de ella y la taleguilla de el torero que te la voy a clavar entera hasta que grites mi nombre cachonda de pelo rojo que te follo.
Sucedió entonces, que uno de los que iba con el torero se acercó a ella, le dio tarjeta de un hotel y le dijo que preguntara por el maestro una hora después de la corrida. Y así lo hizo Yisel, y al llamar a la habitación le abrió el torero que la miró por este orden, con deseo, rabia, y pena.
- Hoy no puedo estar con mujer ninguna. Vente mañana a la misma hora. –le cerró la puerta. 501 se quedó contemplando los números de chapas bronceadas, y allí sobre la moqueta roja frente a la puerta cerrada su instinto femenino le dio a entender que no debía preocuparse, que si le había dicho que no podía estar con mujer ninguna, en vez de con ninguna mujer era una cuestión que se podía deber, a que como eran una raza de Hombres Aparte, y seguro habían experimentado mutaciones los toreros sufrían una especie de periodo menstrual que por desgracia había llegado esa misma tarde y al parecer a ellos les duraba 24h. La del sombrerito azul y maquillaje dorado que por un lado se hacía la estrecha, pero no dejaba de mirarlo, o alguna otra zorra se le había adelantado, y la mente de ese torero no concebía que en una cama caben tres, y hasta cuatro. Tras matar a dos toros tenía que rezar, rezar y descansar, por ejemplo. Además de todo ello tenía una forma cuanto al menos peculiar en la construcción de frases.
Al día siguiente, 501, Yisel se volvió a colocar frente a los tres números bronceados, llamó, y el torero le abrió la puerta esta vez con cara de susto para luego poner cara seria y sin dejarla entrar decirle.
- Hoy es imposible que tú y yo estemos juntos, no puedo yacer con hembra. Pero mira –le enseñó un estuche que al abrir mostró una cadenita, Yisel agrandó los ojos aquello debían ser- son brillantes -le entregó el estuche-. Nos vemos mañana a la misma hora. ¡Lo juro por mi suerte!
Qué raros eran los toreros, se dijo olvidándose al instante para concentrarse en contar uno a uno los brillantes incrustados en esa pulsera que finalmente concluyó donde mejor le quedaba era en el tobillo.
Y con esa pulsera en tobillo izquierdo acudió a su tercera entrevista en busca de empleo, que se concertó en una cafetería del barrio gótico, y Yisel se esperaba cualquier cosa, pero todo antes que trabajar en el departamento de atención al cliente de alguna de esas compañías, que alardeaban un gran nombre pero cero oficinas.
En la cafetería encontró a un señor de mediana edad pinta de abogado urbanista, con portátil blanco en el que no cesó de teclear desde antes que se hubiera sentado a la mesa, y en el que siguió haciéndolo hasta rato después que Yisel se hubiera marchado.
Le explicó el señor Mateos, que era el gestor de activos humanos de una empresa de servicios que contaba como clientes a distintas ONG implantadas a nivel nacional e internacional, que debido a la coyuntura socio-económica y a las economías de escala se veían cada vez más en la necesidad de subcontratar trabajos que antes desarrollaban con recursos humanos propios por lo que debido a la creciente demanda, coyuntura, y entrada en cartera de un nuevo cliente habían iniciado este proceso de búsqueda y selección de nuevos activos humanos, a los cuales se les ofrecería….
- ¿Hay que vendeg algo?
- De ninguna manera –respondió tajante el señor Mateos para continuar explicando que ellos no tenían que ver, y en absoluto se dedicaban a las ventas, ni a la comercialización de seguros, ni de aspiradoras, ni de tiempo compartido, ni de telemarketing o productos adelgazantes.
Como se explicaba en el anuncio buscaban a personas dinámicas, serias, y responsables con ganas de trabajar. Tenían organizada la estructura en tres grandes departamentos pero en ese momento, y debido a un interés en la mayor optimización de los recursos, y a las necesidades en recortar desembolsos económicos en cuanto a plantilla, necesitaban a personas polivalentes ”lo mismo que los satélites”, que supieran adaptarse a las exigencias de adaptación de la empresa respecto a las dinámicas de un mercado siempre cambiante, y a su compromiso en dar respuesta a los servicios que sus clientes pudieran subcontratar.
El señor Mateos revisó su currículo, y procedió a comentarle los beneficios en cuanto a desarrollo profesional y promoción, ya que el trabajo implicaba la realización de viajes, la práctica de idiomas, el desarrollo en diferentes ámbitos tanto urbanos como rurales, todo ello dentro de un ambiente de trabajo agradable, jornadas flexibles, y algo que resaltó continuidad, además el trabajo iba aparejado con la disponibilidad de vehículos, ordenadores, terminal de telefonía a cargo de la empresa, dietas y alojamiento pagado en las ciudades de destino en pequeños hoteles, o pisos compartidos. Por último, añadió, y aunque opción algo remota, si se llevaba bien el tema, algunas eran ya las personas que habían salido con posiciones en la política.
Si estaba interesada comenzaría trabajando para un cliente nacional que debido a algunos problemas legales, falta de vocación, y dificultades para encontrar y formar a su personal, se hallaba en la obligación de subcontratar la gran mayoría de sus líneas operativas.
Explicó que las tareas a realizar irían desde la redacción de cartas hasta la entrega de mensajería, pasando por implicación en campañas divulgativas, cobros, tareas administrativas y otras similares para las que se requiriera de su colaboración, que la empresa estaba abierta a darle esa oportunidad laboral, el sueldo bruto rozaba los diecisiete mil euros anuales, lo que venía a quedarse en unos catorce mil limpios, es decir mil euros al mes con catorce pagas, a lo que se sumarían extras y consiguiente ahorro que suponían dietas, abonos de transportes, alojamiento a cuenta de la empresa y alta en un seguro médico. La jornada semanal era de 35 horas, y si a veces era necesario realizar horas extras que la empresa siempre pagaba se hacían. Podía comenzar a trabajar mañana mismo.
Yisel aceptó, se dieron la mano al tiempo que se despedían y el Señor Mateos le comunicaba que pasaría orden a la gestoría para que redactaran contrato y procedieran a su alta laboral, y en uno o dos días Tomás Valiente se pondría en contacto con ella para indicarle sobre sus primeras tareas, explicarle de cuantos detalles necesitara conocer, y encargarse de apoyarla y coordinarla.
Yisel salió de la cafetería para pisar la calle con satisfacción y optimismo ante las perspectivas de la nueva etapa laboral que daba comienzo, llamó, visitó, y comentó a su amiga Jessica la ocupa que ahora, tras aprobar unas oposiciones en el servicio de sanidad y comprarse un loft de 28 metros cuadrados se había reciclado en propietaria hipotecada y su amiga Jessica la hipotecada, junto con la hermana de esta con su chico suizo que pinchaba en un nocturno de El Masnou, comieron arroz al curry acompañado con pan de pipas y por vez tercera llamó a la 501. El torero abrió la miró de arriba abajo recreándose en cada parte de su cuerpo, luego clavó los ojos en los de ella y apretó los morros. Yisel entendió que iban a follar, al fin se dijo aprovechando la invitación de apertura de puerta, que el torero utilizó como capote para que pasara por su lado mientras inmóvil contemplaba el cuerpo de esa hembra.
Yisel se apretó contra él hasta que lo notó duro y caliente, entonces se soltó el pelo, se abrió uno a uno los botones de el top y mostró la inmensidad de sus pechos rematados en unos pezones duros y en punta que el torero midió bufando y con el índice y lengua cuanto a penas para no herirse rozó haciendo que Yisel emitiera respiraciones sonoras de deseo animal, lo empujó contra una pared para con una mano apretarle el cuello, y con otra los testículos hasta que bramó su dolor entonces le chupó un dedo, luego se entretuvo abriéndole la bragueta para sacar el pene que entretuvo con su boca hasta que el torero la levantó en el aire, la puso frente a un espejo de pared y Yisel lamió su propia lengua mientras el torero desde detrás apartó a un lado el tanguita para pasear manos y punta del pene por entre sus labios inflamados que le ardían, comenzó a bajarle la cremallera de la falda y.
- Me cago en Dios y to lo que se menea. –escuchó al torero que ya no la tocaba y vio en el espejo se había alejado de ella, que antes de saber qué pasaba o decir, oyó la puerta de la habitación cerrándose de un portazo.
Yisel rabió ansiedad durante minutos, sin entender nada sobre la cama del hotel.
- No te enfades –oyó una voz-, los toreros son muy raros.
- ¿Y tú quién eres?
- Me llamo Rubén. Trabajo en recepción, aquí en el hotel.
- Ya se que los toreros son ragos pero es que he venido tres veses, y hoy… io no comgprendo nada.
- La primera tarde el maestro se cruzó con una mujer embarazada al subir en el ascensor, y según dice una superstición si a embarazada ves no te acuestes con mujer, porque se quedará embarazada. Ayer coincidió que era martes y trece, y eso para un torero es sagrao.
- Y hoy, ¿qué a pasado hoy? todo iba de magavilla, ¡y se a largao así sin más!
- Ha sido por tus braguitas.
- ¿Pog mis braguitas? que les pasa además no ievo braguitas siempre ievo tanga –lo provocó con la mirada-. ¿Quiges veglo?
- Un tanguita amarillo ¿verdad?. –le retiró la falda para comprobarlo.
- Y qué pasa, si no le gustaba, pues que me lo hubiega quitado y ia esta. ¿No te pagece?
- No te preocupes –le apretaba la firmeza del culo y nalgas calientes- yo te lo quitaré. Yo también he toreado sabes –empezó a acariciarla-. Becerros en las fiestas de mi pueblo, todos los… ¡uy, pero que mojadita estás! todos los agostos –le quitó suave, suave el tanguita bajando los cordoncitos amarillos que lo componían por esas piernas morenas, dando gracias al Dios de las Supersticiones que a otro le habían hecho rechazar lo que ahora iba a disfrutar.



Sin ser un día de celebración, ese lunes daba comienzo con sus primeras tareas como Agente de Colaboración Externa en Ejecución de Operaciones Estratégicas, pues así figuraba en las tarjetitas que le habían entregado al tiempo que encomendado su primera labor consistente en solicitar todas las ayudas y subvenciones para una asociación sin ánimo de lucro denominada Aurresku, cuyos fines comprendían la promoción, difusión, mantenimiento, apoyo, y desarrollo de bailes, y todas y cada una de las danzas tradicionales vascas, así como contemporáneas y futuras entre las distintas comunidades de presos y presas a los que habiéndoseles aplicado la Ley Antiterrorista estuvieran recluidos en cualquiera de las Instituciones Penitenciarias ubicadas dentro de el territorio de la Comunidad Autónoma Canaria, con lo que para el cumplimiento de dichos fines dicha asociación contemplaba entre otras las siguientes acciones, contratación de abogados, traslado de familiares, dotaciones económicas a presas/os, organización de asambleas y mítines de carácter político entre las que cabía la posibilidad de constituirse como partido político, creación y desarrollo de medios de comunicación como periódicos, emisoras de radio y/o televisión teniendo muy presente el ámbito de las comunicaciones a través de Internet, por último también se contemplaba la posible realización de algún acto cultural en el que podrían incluirse bailes y danzas.
Bonita tarea que en principio le pareció ardua, pero que pronto vio al alcance de su mano, pues ciertas partidas económicas que antes se dedicaban a la investigación con células embrionarias para desarrollar terapias encaminadas a la curación del cáncer, habían sido redirigidas a la promoción de los bailes tradicionales en todas las comunidades gobernadas por los que escuchan y repiten lo que dice la COPE.
Así que los bailes tradicionales estaban de enhorabuena en estas comunidades, no así en las gobernadas por los que sintonizan a la SER, cuyos gobernantes un día después y según declaraban sin tener relación alguna con la medida anterior adoptada por los conservadores, habían eliminado de sus presupuestos todos los fondos destinados a los bailes y danzas tradicionales para destinarlos a crear plataformas de promoción y difusión de solistas y bandas de hip hop, simpre formadas por mujeres raperas que estando embarazadas de un inmigrante sin papeles, y habiendo presentado denuncia por malos tratos, violencia de género, violencia machista, la última definición parece ser”violencia doméstica, siempre con anterioridad a cinco años antes de entrar en vigor dicha ayuda, hubieran perdido su puesto de trabajo en el periodo comprendido entre el 5 y el 25 de marzo de este mismo año.



Quedó el torero relajado, con la satisfacción de haber realizado una buena faena, saboreando la corrida tumbado en la cama, sabiendo que aun necesitando en ocasiones como la presente, ir al baño, no tardaría mucho en ser abordado por la mujer en su regreso al lecho para tan femenina como dependiente recostarse primero a su lado, enseguida sobre su pecho. Normalmente tras hacerlas suyas, quedaban contentas, relajadas, rebosantes de placer, felices, sobrealteradas, sonrientes de miel pegajosa que les impedía por sentimiento y deseo, separarse de él ni un solo centímetro. Boca arriba, relajando miembro, respirando sin más, calmando cuerpo y mente tras actividad, soltando brazos, piernas, párpados, conociendo que por mucho que lo evitara, la mujer, por naturaleza y por mujer, siempre pretendía algo de conversación, hablarle al oído, acariciarle el pelo, besarle el pecho, tamborilear las uñas pintadas sobre su vientre, siempre con alguna pregunta, o con alguna confesión, siempre intentando reforzar los vínculos con el macho que la terminaba de montar, siempre intentando aprovecharse de esos momentos en los que todo hombre asiente con tal de que lo dejen un rato tranquilo y en paz. Lugar y momento donde, cuéntamelo, claro que sí cariño, y, de verdad, en tono equilibrado a partes iguales entre sorpresa, incredulidad, y curiosidad constituían la suerte a utilizar entretanto la hembra reposaba sobre su pecho y hablaba quizá revelando más de lo querido para cambiar el tercio incorporándose de un golpe sin avisar y preguntar, si tenía cosquillas para empezar a buscárselas. Se hacía necesario entonces, capturar la cabeza de la mujer y sujetarla para mantenerla quieta sobre el pecho con disfraz de caricias, al tiempo que se tomaba la precaución de inmovilizar sus manos propensas a juguetear con testículos y pene valiéndose de la izquierda. Con suerte y aferrándola, entendería que debía mantenerse quietecita, pasados dos o tres minutos comprendería por la respiración profunda que su hombre estaba más cerca de el sueño que de ella, y un tanto desairada al sentirse falta de atención aprovecharía para trasladarse al baño a lavarse, cepillarse la melena enredada de orgasmo, o repintarse los ojos pues también estos se habían corrido.
Adormecido la oiría lejana, y entonces al fin, libre de empalagos y caricias, podría el hombre cobrarse cinco minutos de merecido sueño.
Para extrañeza del diestro en mujeres, ya estaba buen rato tumbado boca arriba y esa chica piernas de amazona con pendiente bajo el labio no regresaba a acariciarlo entre los pelos de su pecho, ver que no estaba arrodillada junto a la cama contemplando la inmensidad de su desnudez masculina con ojos enamorados, le dio como única posibilidad asuntos femeninos demasiado prolongados.
- Princesa mía –la llamó-. Ven un momento a tumbarte a mi lado –terminó la propuesta cuando ya vestida entró encendiendo un cigarrillo-. Pero que haces –la vio cogiendo el bolso- ¿dónde vas con tanta prisa?
- A contaglo. –se despidió Yisel.



Tras los tediosos trabajos burocráticos en los que estuvo inmiscuida durante casi tres semanas, y por los que recibió felicitación, ya esperaba ansiosa nuevas tareas que confirmaran continuidad y sueldo a final de mes, temiendo que después de esa volvieran a suministrarle más formularios, documentos y tareas administrativas, cuando fue citada al despacho de Tomás Valiente, donde una de las becarias ya que el coordinador estaba reunido, la llevó a una pequeña sala de juntas donde le presentó a Quique un chico con gafas y cara de travieso. La becaria les entregó a cada uno una mochila, que dijo que no era una mochila sino lo que ellos denominaban, un street-kit, y les adjuntó una hoja de procedimiento e instrucciones, ya que les daría dos muy a gusto pero el tóner de la fotocopiadora se había agotado, y como además era un trabajo a realizar entre los dos, pues eso, con una hoja de instrucciones tenían suficiente.
Quique que antes trabajaba como informático para una cadena de inmobiliarias, y Yisel se metieron en un bar donde pidieron dos cervezas. Lo primero que encontraron en las mochilas, que no eran mochilas sino street-kits, una camiseta negra con la cara en gris de una mujer con mal mirar entre rejas, luego se sorprendieron con dos botellas cada una de medio litro de gasolina, una caja de cerillas y mecheros, un bocadillo envuelto en plástico transparente, a él le tocó de tortilla de patata, el de ella era de atún, al parecer sin aceitunas, completaban el kit dos ladrillos de la obra, un bote de bebida isotónica marca Eroski, y un fantástico pasamontañas entre negro y naranja.
- ¡Arriba las manos esto es un atraco! –boceó el niño que Quique seguía siendo nada más cubrirse la cara para probárselo.
Pidieron nuevas cervezas, y echaron un vistazo rápido a la hoja donde se daban una serie de indicaciones para la correcta ejecución del trabajo que dieron comienzo en ese mismo momento trasladándose a un barrio periférico, donde el hombre-niño y ella misma visitaron algunos parques y reclutaron a algunos cachorros para la noche.
- Yo quiero ser terrorista por que ahora con el paro, la crisis y todo eso creo que es una buena salida profesional.
Adrián tenía doce años y a Yisel le pareció, quizás un tanto demasiado joven para iniciarse en la lucha callejera, pero en el punto 4.2 de la hoja lo ponía bien claro. Cuanto más jóvenes sean los cachorros reclutados mejor, hay que nutrirse con las nuevas generaciones, y no rechazar a ningún elemento, ya que desconocemos quién puede transformarse en un valioso terrorista.
Y desplegada la noche regalaron camisetas y pasamontañas a esos jóvenes con impronta que no se quedaban viendo la tele, y participaron en el griterío y alboroto que acompañó la quema de una cabina telefónica que la hoja de instrucciones calificaba como elemento de la frustración, opresión de un pueblo, y símbolo de lo peor, luego siguieron pasacalle con aullidos de los cachorros a los que se les confirió importante relevancia en el lanzamiento de ladrillos a sucursales bancarias, para a continuación procederse al rociado y prendido de dos cajeros automáticos, uno de ellos avisaba estaba fuera de funcionamiento, pero igualmente culpable le prendieron fuego y ya que estaban y les sobraba algo de material, hicieron arder algunos coches siguiendo el ejemplo de otras ciudades europeas.



Qué bonitos los toros muriendo lentamente con la tarde y aplauso de unos cientos de extranjeros borrachos, viejos con alientos corrompidos de alcohol perfumados de rancio, y antiguos pasodobles de España entre los que destacaba el distinguido sombrero palo rosa de alguna hija de la nobleza, o los brillantes nuevos de alguna modelo recién casada con un empresario treinta años mayor, del cual se había enamorado eternamente, señoras abanicándose aburridas en busca de verga, y el moreno tonificado de algún conde duque que junto con influencias políticas, campos de olivos que se extendían como mares, jornaleros, capataces, el destino de todos ellos con el de sus familias, y el primer hijo de alguna chica joven a la que recibía con bondad para primero hacerla servir en su casa, luego en su cama, y ya usada enviarla a otra de las fincas en tierras lejanas. Junto al título y demás, también la noble obligación, el honor de presidir ciertas tardes de fiesta, que gustaba dar comienzo metiéndose polvos colombianos para terminar echándolos con alguna dominicana, que junto a otras aparecían entre copas. Disfrutaba Yisel de esas tardes pues para beber manzanilla, y no para trabajar se había trasladado unos días a Sevilla.
Qué bonitos los toros, y qué bonita Andalucía, y la suerte de vivir en esa tierra donde los índices de paro triplicaban la media europea, donde el 2% de la población concentraba la posesión y disfrute de el 95% de la propiedad de las tierras sencillamente porque las habían heredado de antepasados cercanos a la dictadura, de señoritos educados en Madrid y Londres hijos de condes y duquesas, nombrados de antaño gracias a batallas y muertes a favor de reyes y santos católicos, familias ante las que el pueblo se postraba, porque no le quedaba más remedio si quería comer el pan que hartos de faisán despreciaban sus señores amos, entró el Alfa Romeo en la finca, cuya verja abrió y cerró un jornalero sin nombre que entre otras daba de comer y beber a caballos y perros.
Entre árboles y marismas Yisel vio a lo lejos toros negros pastando sobre verdes.
- Son sementales. –puntualizó el torero reposando mano sobre su pierna. Pararon en el patio con fuente frente a la fachada principal de la casa, alguien se llevó el coche para limpiarlo y aparcarlo.
- Bienvenidos. –los saludó un hombre de mirada vivaz quitándose el sombrero.
- Manuel. ¿Cómo andan los añojos?
- Bien señor, ayer separamos a los dos más crecidos, los demás estarán listos en una semana.
- He visto a una vaca cojeando, sacrifícala. Ordena que preparen a Marinera y a tunecino, y déjame al albaherao enchiquerao para esta noche.
- ¿Quiere que esté por si hago falta?
- No. ¿Cuándo regresa la duquesa de Madrid.
- Se espera a su señora madre mañana para la cena, señor.
- Bien. Estate mañana a las doce, iremos a la Feria de Sanlúcar.
Una chica de piel morena les dio la bienvenida en la puerta de la casa que esperaba abierta.
- Que Juana prepare una cesta para llevárnosla de cena, que ponga jamón y cocine huevas o perdiz.
- Sí señor. -–se retiró la chica con leve reverencia.
- Io no como cagne.
- ¿De ningún tipo?
- Bueno sólo algunas pagtes de la cagne de el hombre.
- ¿Y cuáles son tus preferidas.
- Me gusta mucho la ogeja, la ogeja el cuello, el ombligo, y en espesial los huevos y el gabo, es lo que más me gusta.
Caía la tarde cuando cada uno en un caballo dejaban la casa camino de la noche y un picadero donde casi nada se vislumbraba.
- ¿Qué hasemos aquí?
- Voy a torear para ti, luego tu cuerpo será mío.
- Pego cómo vas a togear si no se ve nada.
- Todavía no, pero cenaremos, y mientras tanto saldrá la luna.
Y cenaron frutas con vino, y redonda y anaranjada se presentó la luna.
El torero la cogió de la mano conduciéndola tras él.
- ¿Sabes lo que hay aquí? -Yisel veía poco más que un remolque-. Ven no tengas miedo, dame la mano.
Un fuerte choque de hierros hizo que Yisel gritara y se echara atrás.
- ¡Qué susto, hay un togo!
- Ven, dame tu mano. –la tomó colocándose tras ella.
Apretado el pene contra ella Yisel recorrió con su mano, de nacimiento largo y suave, la curvada envergadura de un cuerno, con dedos hasta su punta, vibrando el retumbo del animal en labios vaginales abriéndosele aguas dulces.
Como de madera cálida y pulida el cuerno, la hizo tocar algo que pesaba, ovalado y tibio colgando en saco rugoso, un cojón y otro cojón Yisel agarró el miembro del toro deseando ser penetrada babeando boca en misma saliva que resbalaba entre sus piernas.
Sus labios se encendieron fuego, y en el centro de la pequeña plaza la soltó para agacharse bajo ella y quitarle una luego otra, las botas.
Primero la camiseta mirándolo sobre la arena sentado sin verlo, girada de reojo descubriendo piel, poco a poco el resto, quedó desnuda de pie bajo la luna brillante de jugos y boca paseando la lengua, se alejó y se acercó bailando el deseo que el torero percibía dulzón en nariz cuando ella colocaba el vientre a un beso de su boca, hasta que mirándolo entre las cejas comenzó a meterse los dedos en boca y entre por las piernas, relamiéndose para volverlos a introducir contempló al torero quitándose las ropas, y de espaldas desnudo orinar en círculo en torno a ella que invocó poseer un sexo gigante para engullirlo, de cabeza a pies, y quedárselo dentro, reteniéndolo para siempre de orgasmo, fundiéndose en placer, rebrotando sobre la arena.



Regresada con el Sur en su piel, su jefe Tomás Valiente le comentó que debido a la crisis estaba descendiendo el volumen de contratación y durante esos días de baja actividad se realizaban otro tipo de tareas que pasó a detallarle.
Ya le habían advertido que tendría que estar despierta y dispuesta a ejercer distintos tipos de trabajo, y así, como el que va a la iglesia con fe y alegría, estaba desarrollando los distintos cometidos que le encomendaban. Sin embargo. Nunca se le había cruzado la posibilidad de realizar un trabajo que en nuestra sociedad del desarrollo creía siempre se realizaba por ciudadanos chinos afinados por treintenas en un agradable sótano de quince metros cuadrados, sin ventilación, trabajando cómodamente como hámsters alegres cosiendo zapatillas de marca, o bolsos italianos durante unas 16, 17 horas al día, siete días por semana. El caso es que al igual que el toro ha nacido para morir en la plaza, los obispos para ordenar lo que dicta Dios con la palabra que no con el ejemplo, y el hijo de un preso toxicómano seguir los pasos y carrera de su padre, pues como todos sabemos los chinos eran nacidos para ser explotados en condiciones infrahumanas por otros chinos más malos, y sólo así conseguían sentirse realizados y felices. Le llenaron a Yisel su habitación del piso compartido de fardos, y más fardos unos llenos de pasamontañas cientos de pasamontañas a los que debía coser una etiqueta con el nombre de la empresa, que le habían comentado regalaban como detalle promocional para captar nuevos clientes, otros fardos conteniendo cinturones que por lo anchos y bastos Yisel juzgó no le combinaban con nada.
Cosía con primor añadiendo compartimentos a uno de esos cinturones para que los jóvenes suicidas pudieran cumplir sus sueños y en algún restaurante atiborrado de occidentales reventar con sonrisa entre cargas explosivas en nombre de Alá que los transportaría de inmediato al superparaíso todo lleno de vírgenes para ellos, desconocemos, El Corán no apunta al respecto, si también repleto de vírgenes o experimentados bomberos para ellas, dando puntadas una tras otra añadiendo los compartimentos para las cargas siguiendo el patrón mientras aprovechaba las mañanas para tomar el sol en top-less, oír músicas, charlar con alguno de los compañeros de piso, viendo en el portátil las nuevas temporadas de sus series favoritas de mujeres y sexo y de mujeres y sexo con vampiros, cosiendo y fumando, Conoces a Yisel??? Encontró Yisel un mail con este asunto, y un link que sin poder imaginarlo la teletransportó al interior de una habitación donde se veía un cartel Estoy en el baño pero sigo pensando en ti , te quiero Yisel. También se veía una cama desecha y armario. Desasosiego, curiosidad, sorpresa, intriga, desprotección, y sobre todo necesidad de seguir mirando hasta que vio cintura entrada en carnes de quien se terminaba de abrochar unos pantalones que le venían estrechos y algo complicados de encajar en prominente barriga, el sujeto se sentó, Yisel vio el cocodrilo y la cara redonda del Chico Cocodrilo.
- Bueno ya –contrajo el chico su rostro y escuchó Yisel una ventosidad-… perdón. Bueno,ya he vuelto, ahora os regalaré a todos y en especial a Yisel, a la que siempre querré, unos versos –cogió una guitarra a la que hizo sonar todas sus cuerdas- de amor junto a Jamaica Beach, mi guitarra. Ay morena, ay pelirroja, yo no se ya tu cabello –sonaron las cuerdas- de qué color será, si de sol –hizo sonar el acorde de sol-, o si –hizo sonar un si-, de negro como la noche en la que tu ausencia me sume, la la la la, la la, la la la. Ay Yisel, ay amor…
Y si no hubiera sido por el profundo shock en que entró, porque tenía que trabajar, ducharse y arreglarse pues había quedado con un torero italiano esa misma noche. Ante tanto patetismo y tocacojonería, ella misma se acercaría a su habitación de cobarde y lo estrangularía ante la webcam para que todos vieran como acabar con un humano transformado en cucaracha.
Apagó el ordenador, se duchó, se puso unas medias y falda, y con tacones negros caminó la calle dirección a su cita con el torero italiano.
Alto, delgado pero bien formado, moreno pelo muy corto con camisa blanca y chaqueta traje, vaqueros ajustados que marcaban piernas y remarcaban atributos, el italiano la recibió levantándose con una sonrisa de dientes blancos, una rosa roja, y un qué bellísima estas al tiempo que colocaba la silla para que se dispusiera a sentarse.
Pidieron vino, verduras a la brasa, en Calabria, donde había nacido eran algunos los personajes de la mafia –hizo un gesto rápido pasando la mano sobre su cara- con los que había coincidido. Su padre mismo había tenido un socio, Roberto, que cuando él era pequeño, un día sencillamente desapareció y ya nunca se volvió a saber. Luego llegó su primer trabajo como mozo para una empresa de contenedores y transportes en el puerto donde pronto ganó mucho dinero manejando mercancías ilegales como Audis, Lancias, y algún Ferrari robado que enviaban a los países de los jeques, explosivos a Oriente, chicas que se compraban y vendían, sustancias ilegales, requesón con crema de albaricoques de segundo, ganó mucho dinero y tenía mujeres, y relojes, y coches caros, y armarios llenos de camisas de seda, pero un día le pusieron una pistola en la cabeza simuló el arma colocando la punta de su índice en medio de la frente de Yisel y le obligaron a vender, a traicionar, a hacer pagar a su primo Juliano con la cárcel donde aún estaba entre rejas cumpliendo condena. Bebió vino el italiano. No había elección era la cárcel para su primo, o la muerte para él. Yisel observó como bebía más vino para evitar que sus ojos se humedecieran, y más para tragar su dolor. Viajó a España, y viendo torear se olvidó de Italia y de todos esos negocios para vender todas las joyas que había acumulado, y entre Cádiz y Córdoba hacerse torero.
Acudió a clases y pasados dos años estuvo preparado para tomar la alternativa visitó Yisel el baño para al regresar verlo sirviendo champán.
- ¿Y qué es lo que susecio, continua pog favor?
- Antes brindemos por ti, y por tu sonrisa robacorazones.
Brindaron y continuó explicando el italiano que el mundo de los toros también era sucio, y que por ello, para conseguir pisar la arena y tomar la alternativa en una plaza de verdad, tuvo que hacer cosas que no estaban en su mente como acudir a fiestas donde se consumían drogas y acostarse con un hombre.
- Sí Yisel, mía bambina –la cogió de la mano saliendo del restaurante-. La vida no es fácil, me acosté con un hombre, pero antes hablé con mi hermano y le dije, Tonino tienes que hacerme un favor, tienes que… follarme. Mi hermano me preguntó la razón y sentados con una botella de grapa se lo expliqué. Si alguien tenía que abrirme el culo no iba a ser un empresario vicioso, si tenía que ser alguien tenía que ser él, mi hermano, mi sangre –el italiano abrió la puerta del copiloto para permitir que Yisel entrara primero-. Y así lo hicimos esa misma noche, nos fuimos a la habitación y allí le hice y obligué que me hiciera todo lo que un hombre puede hacer con otro hombre, y a los dos días me metí en la cama con ese que luego me contrató. Gané 10.000€ y más importante conseguí tomar la alternativa. Un hombre no es hombre por lo que folla, o por lo que entra en su culo, no. –Le dijo mirándola a los ojos-. Me tuve que acostar con un apoderado que me consiguió plazas, que vestía calzoncillos rosas, y se la tuve que mamar y qué, luego me lavé la boca, y ahora beso la tuya.
La besó largo y profundo el torero, sabiendo Yisel que ese, era el hombre más hombre de todos los hombres que había conocido en su vida.
- Ya te digo –volvió a hablar el italiano desde un sofá quitándose la ropa, mientras Yisel desde otro le lanzó el ovillo de sus medias que el italiano prendió al vuelo para catarlas en nariz- que deliciosos perfumes, a tarde de verano, a fruta roja, a sonrisa de mujer, Y recuerda siempre, un hombre no es un hombre por lo que hace en la cama -lo escuchaba Yisel, ya algo cansada de tanta conversación-. Un hombre es hombre por lo lejos que puede llegar a escupir. A ver Yisel escúpeme. De verdad, escúpeme, escúpeme por favor te lo ruego -insistió el italiano-. Te lo ruego escúpeme desde donde estás.
Aun pareciéndole algo cerdo, Yisel le escupió con todas sus fuerzas quedándose a mitad de camino.
- Gracias –aplaudió el italiano- muchas gracias. Ahora por favor colócate, allí, allí más lejos, ahí apoyada en la pared. Eso es, ahora si eres tan amable muéstrame tú culito y verás.
Se desprendió del tanga y apoyadas sus manos contra la pared, tensó sus piernas, arqueó su cuerpo y elevó su culo de tal modo que este quedó por encima de espalda, una vez dispuesta giró su cabeza para observar viendo al italiano sentado a unos cinco o seis metros fijar la mirada torera con precisión, inspirar con profundidad extrema mientras fruncía su boca en labios muy apretados hincharse todo su rostro que enrojeció y antes que el sonido de un disparo.
- Ah. – gimió Yisel el impacto recibido en la apertura misma del ano, que indómito y salvaje se estremeció y viendo que el italiano se acercaba dilató espontáneo.
Aquel hombre le separó algo más las piernas, paseó por aquel agujerito un dedo que introdujo suave, luego fueron dos que se convirtieron en tres mientras seguía salivándola, entrando y saliendo con lengua, dedos, y como no se quejaba la punta del pene, una vez en su ano, otra en su vagina, una y otra vez hasta quedarse en su agujero más estrecho y penetrarlo en profundidad, al tiempo que decía cosas en italiano soltándole alguna palmada.
Tres horas más tarde se vestía satisfecha Yisel cuando volvió a escuchar la voz de ese torero italiano que la miraba desde la cama diciéndole algo así como que en realidad él no era ni torero, ni calabrés, tampoco había trabajado nunca para la mafia, ni nada de nada, se llamaba Carlos Ricardo, tenía dos hermanas, nunca había estado con un hombre, y trabajaba en el comercio, pero en ningún modo le había dicho mentira argumentaba, si no que al ver cual era su gusto, había decidido regalarle un tiempo de fantasía y placer.
- Soy de una pequeña ciudad al sur de Buenos Aires, estoy recién separado y lo más cerca que estuve de Italia es la pizzería en la que trabajé hace años. Así que ni torero, ni italiano, pero a qué ha gustado que te la metiera.



Vendetta. Sólo entonces volvería a dormir tranquila. El argentino mentiroso seguía vivo, y no lo iba a matar porque al fin y al cabo, le había proporcionado unos momentos de, como había dicho fantasía y placer, y era cierto. Pero también era cierto que alguien, algún hombre, el próximo al que desnudara pagaría por las mentiras del anterior.
- Aquí te entrego –le dio Tomás Valiente una carpeta roja- un texto algo anticuado de una carta, actualízalo, dale algunos tintes ecologistas, intenta que la carta no parezca muy amenazante, en fin, haz un texto que quede bonito, y piensa que irá dirigido a empresarios en un momento económico delicado, lo cual habrás de tener en cuenta -le habían dicho en la entrevista que debería escribir alguna carta y era cierto-. En fin haz algo que quede profesional al tiempo que comprensivo y agradable de leer. Los envíos saldrán en papel reciclado con serigrafía en motivos hacha y serpiente e irán cuñados con el logo de la ONG.
Yisel salió de la oficina con la carpeta, y aprovechó para leer el texto en el metro camino de un sex-shop donde debía comprar un artilugio que necesitaría dispuesto, pues su vendetta estaba definida.
Dejó la tienda del sexo con una gran caja metida en una bolsa y se regresó a casa donde junto con algo de música redactó un primer borrador de ese texto desfasado, que ahora quedaba así, tal cual sigue.



Estimado Señor Equis:

Como ONG Euskadi Ta Askatasuna, se pone una vez más en contacto con usted para comentarle de las grandes necesidades económicas que las publicaciones, los abogados, compra de armas y explosivos, envío de fondos a los refugiados en Centroamérica, y otras acciones que requieren de nuestra actuación suponen.

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Terminado de redactar y enviado por mail para que sus jefes valoraran le dio rabia pero cómo escapar a la atracción repulsiva que le causaba poder observar el comportamiento irregular de ese extraño ser empeñado en no olvidarla y dejarla tranquila, ver lo que estaba haciendo en ese momento el Chico Cocodrilo, se conectó.
-…paseando por el río, paseando por el sol, paseando por la noche, paseando mi canción, Yi, Yi, Yi, Yisel, Yisel de mi corazón, Yi, Yi, … -alguien llamando a la puerta interrumpió la sonata-, Adelante.
Yisel vio a una señora con vestido de flores y perlas entrando en la habitación.
- Perdón que moleste.
- ¿Qué quieres mamá?
La mujer saludó a cámara con disimulo.
- Nada sólo será un momento. Vengo a llevarme las bolsas de basura llenas de billetes que guardamos, ¿te acuerdas? tu padre me ha dicho que se las lleve que tiene veinte juicios para la semana que viene, y dice que los abogados quieren cobrar, además me viene gritando todo sulfurado que se ha quedado sin dinero para comprar un galón de gasolina y echarle al helicóptero, y que se han escapado los dos avestruces. Claro como ya nadie les echaba pienso, pues se han comido la valla y se han ido. Normal los animalitos no tienen culpa de nada. Anda ayúdame a sacar las bolsas.
Salió la señora de escena llevándose tres bolsas inmensas de basura que ya no se veían a punto de reventar.
Yisel contestó correos mientras en la habitación el Chico Cocodrilo jadeaba y ponía los ojos en blanco, luego roncaba la siesta y luego la puerta se abrió de un golpe, irrumpiendo en la habitación una mujer morena de pelo largo rizado con algo de barriga, y cara de pocos amigos.
- Levántese ya mismo, gandul. –Lo sacó en calzoncillos y camiseta de la cama, tirándole de una oreja hasta ponerlo en pie-. Qué te creías pendejo, que escondiéndote aquí ibas a eludir tus responsabilidades de hombre. Ahora mismito estás recogiendo todas las porquerías y pañuelos que tienes por el suelo y tirándolas a la basura junto con las fotos de esa indecente del pearcing. –terminó gritándole a José María que la miraba con miedo.
- ¿Pero… tú quien eres?
Yisel oyó el sonido de un globo reventando.
Él se tocaba la cara que la mexicana le había girado de una bofetada.
- Ahora me vuelves a repetir quién soy si eres macho, y primero te denuncio y luego te muelo a patadas. Limpia todo esto que eres un puerco. Y venga a afeitarte y a ducharte que ahora mismito me estás presentando a tus padres, los abuelitos del niño que crece dentro de mi vientre. ¡Sinvergüenza!
Nunca había estado en México, visto o tocado a esa señorita, pero cómo iba a rechazar a una mujer con ese genio, y según había dicho embarazada de él
- Vamos a ducharte. Dónde tienes los pantalones que ahora mismito te los voy a planchar y almidonar con Flash Express quedan listos en un santiamén –mostraba un producto a cámara-, y siempre como Dios Nuestro Señor manda. Regresaremos mañana a la hora de la sobremesa, hasta entonces sean decentes y obedezcan los mandamientos que para algo son sagrados. –besó la mexicana la cruz que le colgaba sobre el pecho y arrancó el cable quedándose Yisel sin conexión ni comprensión.



De folklóricas y relicarios, Yisel acudió a la fiesta entrega de las medallas al mérito en las Bellas Artes que concedía el Ministerio de Cultura, como quien a un mercado con una cesta, a una máquina tragaperras haciendo sonar unas monedas en la mano, o a un concierto sin entrada a ese evento maquillado de cultural donde pescar a algún hombre, y en él dar uso al artilugio adquirido y ejecutar su vendetta, como araña tejedora de red, y como una de las camareras del catering excusándose por llegar tarde entró, y en el barullo adornó su mano con copa en la que nacían burbujas doradas.
Vagando entre grupos de gente como fantasma en castillo trasformado en museo, habilitado para reunión de peces gordos en acto cultural sin igual, Yisel vio a un señor con pinta de ministro que efectivamente era el Ministro de Cultura al que todos se arrimaban y pedían deseos.
El inmenso bíceps de un hombre en camiseta verde de manga corta con el tatuaje de un toro sobre los colores de la bandera española le dio su oportunidad de relacionarse teniendo como nexo los tatuajes le mostró Yisel el de su espalda, junto al oriental con el que hablaba.
- Ay qué filigrana más bonita. -comentó un tercero que de seguido se presentó a todos como Quiquín de Chueca, torero que de inmediato iba a tomar la alternativa.
Una bandeja de canapés los consolidó como grupo, y al tener la boca llena todos escucharon las palabras de César el Ministro.
-…a las figuras o entidades más destacadas por sus servicios de fomento y difusión del arte, la cultura y el patrimonio artístico.
Toni el Legionario explicó que había inventado una nueva suerte en el toreo, La del Bocao, que consistía en dar muerte al toro de un mordisco en la yugular.
Quiquín de Chueca, que aunque no había toreado nunca se sentía maestro de luces, estaba allí para comentar con Fran sobre las tendencias en la vestimenta torera y así poder elegir un traje más que adecuado ideal, para lucir en su inminente alternativa.
Yoshiru Majinga Z, renombrado a sí mismo como Yoshiru de Tokio, y en algunos círculos muy pequeños conocido como Yoshiru, el Manolete Japonés, había llegado expreso del Japón donde a falta de toros había toreado cerdos, estaba preparado para triunfar y apenas entendía y se le entendía el español.
-... el Consejo de Ministros de este gobierno socialista –continuaba el ministro- tuvo a bien apartar temas tales como los informes de la Comisión Europea, y el Banco Mundial que auguran una grave recesión y predicen un aumento en la tasa de el desempleo que superará el 20% de la población activa, la quiebra en un modelo económico basado en el ladrillo, y el turismo barato, así como quiebras de empresas, índices de endeudamiento, necesidad de crear un nuevo sistema de producción y todos esos dolores de cabeza para abrir dos botellas de vino y todos junto a unos cortes de jamón y el Presidente de la nación ponerse en un tema de peso como es la concesión de las medallas en el mérito a las Bellas Artes que, no fue fácil. Tras intensas deliberaciones en las que cada ministro queríamos dar una medalla a alguno de nuestros amiguetes se consensúa y acuerda lo siguiente.
Hablaba y hablaba el Ministro, pero Yisel sabía que no debía dejarse embaucar por charlatanes y menos cuando estaba allí para encontrar a un hombre en quien descargar su vendetta.
- …17 años se trasladó a Londres donde se inscribió en la escuela de Lindsay Kemp, prosiguió estudios de danza con Maurice Bejart en Bruselas. En 1975 Linda su primer disco y hoy merecida medalla a Miguel Bosé que…
- ¡Pues anda que no ha viajao el maricón! –intervino Toni el Legionario.
- En todo caso homosexual –apuntilló Quiquín de Chueca-, y además es un artista, cantante, compositor, bailarín, supersexy. Un sueño.
- No no tengo sueño, tengo sed de vino. –Yoshiru de Tokio.
-… otras de las medallas a nuestra querida Pilar Bardem.
- A esa señora la he visto yo en el teatro y aunque sea una roja asquerosa, tengo que reconocer que trabaja muy bien. –Toni el Legionario.
- No es roja –puntualizó Quiquín de Chueca-, las personas no son ni rojas, ni nada, esa época ya pasó. La señora Bardem lo que es es progresista, y a parido a un hombre de cuerpo muy bien formado al que además le han dado un Oscar.
- ¿Quién es Oscar? –Yoshiru de Tokio.
Descartados el Legionario, el de Chueca, y el de Tokio, Yisel comenzó a hacer barridos visuales en busca de posibles víctimas.
-…padre escritor y periodista de origen ucraniano y de cantante chilena, los orígenes de Cecilia Roth ya denotaban…
- A esta no la conozco. –Toni el Legionario.
- Ay por favor no conoces a Cecilia Roth –Quiquín de Chueca-. ¿No me dirás que no has visto Martín Hache? Todos fuimos Martín Hache, ¿y tampoco has visto Todo sobre mi madre? Qué triste. ¡Hay qué triste!
- Triste mi pena, triste mi condena. –Yoshiru de Tokio.
Yisel observó caminar entre perdida y cansada a una vestida con mantel blanco repleto de corazones.
- Es Agata –la informó Quiquín-, Ruiz de la Prada. ¿Es genial a qué sí? Mira que bolso vaca entre amarillo y naranja más auténtico.
- Mi mujer tiene un mantel igual que ese vestido. – Toni el Legionario.
Yoshiru de Tokio permaneció en silencio.
-… así pues y dando prioridad a afinar su técnica que resulta ahora más estética, reposada y profunda es merecido reconocimiento...
- Dando prioridad a afinar su técnica que resulta ahora más estética, reposada y profunda –repitió con sorna el Legionario Toni, las palabras pronunciadas por el Ministro- pues no tienen estos mentira y cuento. Pero si sólo se acerca al toro cuando está medio muerto y vive del pinchazo.
- Bueno pero Fran es guapísimo igual que su hermano, es hijo de Paquirri y de Carmina que fue una diosa, y además sale a la plaza con diseños de Armani. –Quiquín de Chueca.
- Esa esta preñada. –comentó Yoshiru de Tokio al ver a Maruxia, la primera que había toreado embarazada de gemelos.
Yisel y los demás centraron la atención en la tribuna donde le pasaban una carta al Ministro.
- Bueno, pues veamos, es una carta de dos queridos amigos e insignes toreros que también en su día recibieron medallas al mérito de las Bellas Artes, José y Paco nos saludan –siguió leyendo el ministro-, y nos comunican que tras haberla concedido a Francisco ellos no quieren sus medallas, y que nos las devuelven, efectivamente aquí están –enseñó el Ministro dos medallas-, para que el Ministerio o yo mismo, nos las podamos introducir o meter por el culo. Ja, ja, qué simpáticos y que bromistas, agradecemos al señor Tomás, y al señor Camino esta divertida ocurrencia y retomamos –carraspeó el ministro-. En este país donde es delito darle un cachete a un niño, este gobierno progresista de el que formo parte, premia con orgullo a un matarife y quién sabe si en entregas venideras premiaremos a algún cardenal por su arte declamatorio, al equiparar y considerar el derecho a abortar más deleznable que el abuso sexual a niños.
Yisel se dirigió a la puerta para fumarse un cigarrillo. Allí se quedó mirando a un conocido futbolista brasileño, o quizás debía llamarlo artista de el balón y también el Ministerio de Cultura había considerado otorgarle alguna de las medallas de las Bellas Artes, se largó el astro entre algunas fotos y compañía de una mujer modelo sobre ruedas de Ferrari.
- ¿Te valgo yo? –le dijo un hombre con traje y cara de mercenario ofreciéndole fuego.
¿Eres torero? –encendió el cigarrillo.
- Soy torero, artista y matador en la negociación. Yo soy el representante de ese al que te has quedado mirando. Yo tengo más dinero y más cojones que todos esos toreros juntos.
- ¿De vegdad tienes cojones?
- Cuando quieras te los enseño.
Regresados dentro Yisel levantó la copa brindando con el que unas dos horas más tarde despertaba con punzadas en la espalda, intentó moverse pero estaba atado con cuerdas, de brazos extendidos, piernas abiertas, y desnudo boca abajo sobre la cama.
- ¿Qué has hecho conmigo? Desátame. ¡Desátame! qué me has clavado en la espalda. ¡Me has dormido con alguna pastilla! Aaah –gritaba intentando soltarse-. Maldita perra, déjame, ¡Desátame! –intentó desatarse mientras Yisel se bajó el tanguita frente a sus ojos y con el le taponó la boca para en un ambiente más relajado comenzar a acariciarse pechos, y mostrarle abierta el interior rosa de su vagina húmeda, añadiendo vaselina de frambuesa, esparciéndola con suavidad, continuó ajustándose correajes y hebillas de un arnés que la dotó de un pene que nunca había poseído, lubricó con misma vaselina, y paseó exhibiendo con orgullo ante los ojos incrédulos del que sin poder desasirse la observó desencajado colocándose a su espalda con un pene rígido que lo apuntaba.
Yisel lo cogió por los testículos y apretándolos con fuerza le indicó que debía relajarse, aflojando la presión de la mano al tiempo que moviendo cintura y cuerpo comenzó a buscar la entrada donde comenzó a situar la punta de su pene resbaladizo, tanteando y jugueteando con el orificio de ese cuerpo nervioso hasta que bien situada necesitó comenzar a empujar adentro observando resistencia que la hizo retantear y empujar con más peso, más adentro hasta que oyó un quejido y supo que ya empezaba a estar dentro de aquel hombre, de todos los hombres a los que ella ahora poseía, empujó más, penetraba y hacía sentir, sintiendo placer al nuevamente empujar y rozar el cuero lubricado del arnés contra sus labios y clítoris, empujó más adentro sintiendo más placer, se retiró un tanto para regresar ganando terreno, atrás y adelante escuchando algún quejido, sacando y metiendo su pene, penetrando con placer a aquel que parecía acoplar quejidos al ritmo de sus embestidas continuó Yisel disfrutando a un ritmo suave que parecía contentar a ambos, hasta que no quiso esperar más y aceleró ritmo para obtener más roce y placer, aumentó intensidad, y siguió y siguió empujando sin preocuparse por el hombre, metiendo, apretando, clavando su pene hasta el fondo de ese al que poseía, hasta el fondo, más y más, obteniendo más orgasmo, hasta quedar satisfecha, satisfecha, satisfecha, clavada, dentro y sobre él.



A la mañana siguiente despertó pletórica, rebosante de energía, con ganas de hablar con todas las mujeres, para una a una contar y recomendarles su experiencia. Amigas, casadas, solteras. Ajustaros bien un arnés con pene, y follaros a vuestros hombres, hacer el amor a vuestros novios, sorprender a vuestros maridos. Desvirgarles el culo aprovechando su obsesión por meterse en el vuestro. Hacerlos vuestros, sentir el poder, causarles algo de daño, proporcionarles el despertar de un nuevo placer. Envió mails a todas sus amigas y contactos invitándolas a experimentar esa inolvidable y transformadora sensación.
Al pisar las calles se sintió realmente libre y renovada, como en uno de esos anuncios femeninos en los que la mujer roza el séptimo cielo y descubre a qué huelen las nubes, o como en esos otros en que comes mantequilla, una tostada tras otra, y la mantequilla es tan ligera que en vez de ganar peso adelgazas, y cuanto más comes más rápido encontrarás a tu chico, o mascota ideal. Así, como esas mujeres de anuncio, pero sin un pelo de ñoñería, se sentía Yisel. Libre. Persona. Igual. Mujeres, hombres. Follar, ser follada, follar. Colores, hacer el amor, echar un polvo, aromas, y hasta la sensación del viento en su cara y en su pelo eran diferentes tras haber poseído, penetrado, tras haberse follado a aquel hombre. Sensación única, experiencia igualadora, y liberación animal, ahora sabía que al igual que un hombre, ella también podía penetrar cuerpo, mente y placer.
Una llamada de su jefe la ayudó a retornar de las nubes mantequilla. Habían aprobado el texto, continuaba el proceso con el envío de las cartas y eso la llevó a pasar tardes escribiendo nombres y direcciones de empresarios en sobres donde luego metía las cartas, y pegaba los sellos que al menos eran autoadhesivos, escribir nombre y dirección, un folio doblarlo en tres, meterlo en el sobre, cerrarlo, ponerle sello, echar al montón, escribir nombre y dirección, un folio doblarlo en tres, meterlo en el sobre, cerrarlo, ponerle sello, mientras navegaba la red donde pinchó el link reencontrando a su enamorado afeitado, vestido con una camisa blanca con cocodrilo abotonada hasta el cuello, sentado, leyendo en una habitación tan ordenada que le apestó a ambientador que mezclado con el recuerdo de aquel perfume infantil le causó malestar instantáneo al que reaccionó buscando la X para cerrar la ventana.
- Hola amigas y amigos –apareció la mexicana embarazada-, vengo a pasar la nueva Turbo-Flash 1.200 Special Power por la moqueta, esta súperaspiradora Turbo-Flash 1.200 Special Power con depósito de agua absorbe la inmundicia proporcionándonos una pulcritud hasta en treinta y siete veces superior a cualquier aspiradora convencional. Su peso ligero, y fácil manejo me permiten darle uso incluso estando en cinta –vio Yisel que se puso a aspirar mientras él seguía sin levantar la cabeza del libro-, y lo que es mejor su silencioso funcionar permite que mi hombre pueda proseguir la lectura sin ser disturbado. Recuerden chicas, su amiga Mariela les recomienda la nueva Turbo-Flash 1.200 Special Power con depósito de agua, llamen al número que aparece sobre impresionado y adquiéranla hoy, viene acompañada con un secador de pelo como regalo para nosotras. Bueno –se giró hacia el que leía-, hombre único de mi corazón, y cuál es el interesante libro que estás leyendo amor.
Yisel pudo ver el título del libro que entre los dos mostraron a cámara.
- Pero si es el famoso best-seller Tu Hijo y Dios, del padre Don Daniel Bargas Calientes en el que nos enseña como educar a nuestros hijos para evitar en ellos enfermedades como el ateismo, la homosexualidad, o la horrible ceguera que produce la masturbación o la no confesión. Tu Hijo y Dios que además viene acompañado por un fantástico suplemento en que se nos dan prácticos consejos para asistir vestidos como Dios manda a bautizos y comuniones.
- Me gusta leer y enseña. Tu Hijo y Dios del padre Daniel. –habló él.
- Padre Don Daniel Bargas Calientes. Ay -sonrió falsa la mexicana mirándolo-, pero qué requete feliz me hace que te preocupes por la educación católica de este ser de Dios nuestro Señor, alabado sea, que crece dentro de mi vientre.
- ¿Y se mueve?
- Pues claro que se mueve.
- ¿Y cómo se va a llamar?
- Pues como se va a llamar, Hijo de la Chingada.
- Hijo de la Chingada. Un poco largo pero suena bien.
- No requetequeteimbécil, se llamará como su padre José María, y como su abuelito Ernesto Alfredo. Así pues José María Ernesto Alfredo que seguro nadie tiene cogido ese nombre en Internet
.josemariaernestoalfreto@gmil.com, josemariaernestoalfredo.blogspot.com, en facebook, en xing, myspace, twitter, tuenti, tuenty-one, twenty-two, twenty-three, thirty, thirty-one, thirty-two, forty, fory-five, que rechéveré.
- ¿Mariela me das un besito?
Le torció sin llevar guante, la cara de un guantazo.
- Cómo que un besito, cochino, primero tendremos que casarnos y santificar nuestra unión, que yo soy muy decente, o por quién me tomas.
- No me pegues más hostias ¡qué no acabo el libro!
- Son bofetadas. Las hostias son sagradas, el cuerpo de Cristo que sólo lo pueden impartir los hombres de Dios Nuestro amadisimo Señor. Los hombres y no las mujeres que hemos nacido para lavar y alabar a Dios –volvió a darle a la aspiradora entonando una canción-. De Buendía y montoño, llevo perfumado de agua bendita el moño. De sol, miel y leche rezo abierta para que… ¿Qué pasa eres tonto?
- No.
- Pues basta de mirarme y lee, lee ese magnífico libro del padre Don Daniel Bargas Calientes, Tu Hijo y Dios. Por cierto, no tenías, que comunicar, un mensaje, a cierta, señorita.
- Ah sí, es verdad.
- Pues ahorita que yo te oiga, adelante.
- Yisel ya no te quiero, Mariela y yo vamos a casarnos.
- Muy bien. Ves como no era tan difícil. Ahora déjame a mi. Y vosotras, amigas mías, si a alguna se le ocurre acercarse a mi hombre le quemo los pelos y le saco los ojos, ¿entendidito?
Arrancado el cable que cortó la conexión, Mariela desmontó su barriga tirando al suelo los almohadones que la formaban y salió de la habitación pidiendo una cerveza bien muerta. Tomó el botellín en dos tragos debatiendo la incorporación al reality, de nuevos elementos que revitalizaran la audiencia, como introducir al padre Daniel que se había ofrecido, enfermar a José María de malaltía incurable, fugar de la prisión a un narco que con sus pistolas de oro resultaría ser el verdadero padre de José María Ernesto Alfredo, eran algunas posibilidades, sin embargo todos sabían que nada tan atractivo como seguir las miles de peticiones y fijar una fecha para el suicidio colectivo. Llegaron más cervezas e ideas, y junto a un experto en producción, al director publicitario, y José María padre, apareció José María hijo que se presentó pegando un puñetazo sobre la mesa.
Quiero 10.000 por semana.



Pasaron los días y como en esa casa comenzaba a escasear la comida tuvo que dejar de pesarse pues en vez de proseguir engordando había comenzado a perder barriga, una mañana al asomarse a la ventana vio que el helicóptero había desaparecido de la pista de tenis, dejó de visitarlo el perro al que cada día se le notaban más los huesos, luego dejó de incordiarlo la mexicana, algo falló en la conexión a Internet y su padre apareció en el umbral de su habitación con la camisa sin planchar.
- Hijo mío, tengo que decirte una cosa. La cosa está jodida, pero que muy jodida. Se han acabado las bolsas de billetes, la crisis nos a llevado a la ruina tres empresas, y tu madre que tiene en sus manos todo el patrimonio me ha pedido el divorcio, porque se enteró que estuve con la furcia de la mexicana, que me dijo que me quería, y ahora que ya se ha montado una empresa a mi costa, y le he dado contacto y contratos, si te he visto no me acuerdo. Han embargado el helicóptero, y el mamón de César como se ha cansado de trabajar sin cobrar se ha largado con los cuatro coches, y nos ha denunciado a la protectora y se han llevado a los cisnes y a los pavos reales, con lo que me relajaba verlos tomando un güisqui. Así que ya lo sabes, además tu tío con tantos escándalos tiene que dejar la política y se va al sector privado donde todavía va a ganar más, de momento como director de una de las empresas de un expresidente de el Real Madrid, con lo que perdemos a todos los políticos, por cierto, las dos cajas de Dom Pérignon de la bodega ni tocarlas, que una es para la Alcaldesa, y con la otra me iré a ver al Secretario Autonómico de Justicia, que ya tengo casi treinta juicios pendientes, lo saludaré y lo invitaré a eso de los coches. Estamos en la ruina –abrió las manos mostrándole las palmas-. En cuanto a tu protesta, puedes tomarte unas vacaciones, nos han cortado el teléfono e internet. Y acuérdate si conoces a alguien que quiera entradas para la Fórmula 1 dímelo. Tengo cincuenta y las vendo a mitad de precio.



Un camarero con bandeja repleta de copas de cava salió entre la gente y otras bandejas con vinos, y otras con bocaditos, cogió José María un canapé de foie, para ayudar a sobrellevar el insoportable calor y pestazo a gasolina, asfalto caliente y neumático quemado. Vibraron las copas en las bandejas avisando.
Cruzó línea de llegada el Ferrari rojo con su rugido seguido por los demás colores en coro ensordecedor.
Montesinos reía con Armani, Onasis comentaba con su amiga Kasiragui sobre la próxima Global Champions Tour
Mientras el Conseller de Deportes intentaba decirles sin captar la atención que tendrían todo el apoyo y medios financieros que requiriese el evento. Una modelo de anorexia y divinidad huyó entre gasas negras levitando sobre el suelo.
Cruzó línea de llegada el Ferrari rojo con su rugido seguido por los demás colores en coro ensordecedor.
Terminado el foie, comía un pincho de gamba caramelizada, cuando vio a la mexicana Mariela, con un vestido rojo y suelto caminando directa hacia al padre Daniel.
Pareces una puta, creyó adivinar en los labios del padre Daniel que disimulaban con sonrisa.
- ¿Nos vemos luego? –preguntó ella.
- No hoy no, tengo que bendecir unos veleros, y ceno con un alcalde, mañana te llamo, pero antes dime ¿de qué color llevas la braguita?
- No llevo. –se alejó balanceándose bajo la mirada de el padre Daniel para antes de abordar al Conseller de Deportes con cariñoso beso.
- Cuídate José María-. Sonrió sin detenerse la mexicana a José María padre que alimentaba el sudor con cerveza retirándolo de cara y frente con pañuelo.
- Es que mira José María, eso que me pides yo no puedo hacerlo, no porque no quiera, es que no está en mi mano quitar juicios, pero déjame una semana y hablaré con el juez que está viendo tus causas. De todas formas, ¿quieres un mini-cucurucho de helado de paella? dicen que es una experiencia completa. Treinta y idos juicios son muchos juicios, entiende que los…
Cruzó línea de llegada el Ferrari rojo con su rugido seguido por los demás colores en coro ensordecedor con un pantalón corto como palmo de tela negra elástica ceñida a su cintura a Yisel le resultó atronadora. Accedió al circuito cargada con una mochila de algo más de doce kilos de explosivos y metralla en dos cargas listas para siguiendo las instrucciones que la habían situado en Valencia, hacer explotar entre los miles de aficionados que se darían cita en ese Gran Premio de Europa, pasó con ligera sonrisa por delante de dos policías con la aparatosa mochila consiguiendo que sólo le miraran las piernas, y segura estuvo que una vez pasó de largo el apretado culo. Yisel agradeció haber cogido esa gorra azul que un verano enamorado le regaló un chico cuyo nombre apenas de tanto en tanto recordaba y es que así con el pelo recogido en una coleta estaba más fresquita y.
Cruzó línea de llegada el Ferrari rojo con su rugido seguido por los demás colores en coro ensordecedor.
-…i que si soc amic del Bigotes o del Barbas, socialistas de merda, encara estan plorant. Em portan a judici, a mi! i encara em tragut mes vots a las europeas. I es que no se enteran, así en Valencia la corrupció dona confianza al electorat, i ara que yo parle valenicano esos fills del demoni volem tirarme d´on jo traballe per el desemvolupament d´aquesta Comunitat, per tots mosaltres, i tot per un par de tratjes que me vaig fer un sastre mentirós. Ahora eso sí, toca, no se arrugan y suaves como la mantequilla, trabillas italianas, iniciales, cerillera interior, el Ferrari de los trajes. Y por eso ni preocuparte, el acuerdo se respeta aunque yo acabe…
Cruzó línea de llegada el Ferrari rojo con su rugido seguido por los demás colores en coro ensordecedor tras el cual biiip, biiip escuchó Yisel dos pitidos seguidos procedentes de la mochila. Oh la la! se dijo así misma, pues se suponía que era ella la que debía activar las cargas explosivas haciéndoles una llamada con el móvil, pero bueno también era cierto que le habían prevenido, si las temperaturas eran muy elevadas se podían activar automáticamente. La verdad es que cada vez le parecía más chapucero trabajar para aquella empresa. Tenía 20 minutos para buscar con tranquilidad un buen sitio donde colocar la mochila para conseguir matar al mayor número de personas, la cantidad máxima de cadáveres.
Cruzó línea de llegada el Ferrari rojo con su rugido seguido por los demás colores en coro ensordecedor que cada vuelta le resultaba más insoportable. Sin nada que hacer y con dos vinos de más José María empezó a salir de allí en busca de un baño donde miccionar para regresar y poder continuar bebiendo, pues no había nada mejor ni peor que hacer, lo dejaron salir de su zona y paseó por entre las gradas y tinglados de el puerto hasta que vio una flecha roja redondeada que indicaba la dirección de los baños.
Cruzó línea de llegada el Ferrari rojo con su rugido seguido por los demás colores en coro ensordecedor.
Buscando unas gradas con algo de gente donde colocar las cargas para poder fumarse un cigarrito tranquilamente junto al mar, vio una flecha con forma de pene rojo que indicaba los baños y como aún tenía tiempo decidió entrar para fumar, no fuera a ser que le permitieran entrar con dos bombas y la pillaran porque estaba prohibido fumar un poco de hierba.
Al entrar en los baños encontró en uno de los váteres a un tío de espaldas meando que se había equivocado, y estuvo a punto de decirle algo pero se metió en otro retrete, pasó el pestillo y se dedicó al cigarrito.
Cruzó línea de llegada el Ferrari rojo con su rugido seguido por los demás colores en coro ensordecedor.
Al salir y ver lo bien que le quedaba la gorra reflejada en el espejo encontró un grifo abierto, que cerró percibiendo un aroma infantil, como de niño, pero que no era agradable. De allí marchó hasta las gradas, pues como a todo el mundo la idea del suicidio le resultaba atractiva, pero no era esa ni la forma, ni el día. Al acceder a esa grada en curva vio que, como en las otras sólo habían sillas vacías y por todo público, dos adolescentes, chica y chico besándose.
Cruzó línea de llegada el Ferrari rojo con su rugido seguido por los demás colores en coro ensordecedor le metía el chaval toda la lengua en la boca y toda la mano entre las piernas bajo la falda, la chica se dejaba hasta que él le cogió una mano y teniendo que insistir pues ella que tendría quince años no quería finalmente le bajó la cremallera y se perdió por dentro del pantalón de el chico que con los ojos cerrados miró al Sol dejándose tocar, luego los abrió para ver lo que la chica le hacía dejándola hacer, y la sentó con las piernas abiertas sobre él, besándose mientras se acoplaban posiblemente por primera vez.
Cruzó línea de llegada el Ferrari rojo con su rugido seguido por los demás colores en coro ensordecedor de piernas abiertas y pelo largo adolescente balanceándose con ritmo suave sobre el muchacho, seguramente habían sisado el dinero a los padres, o trapicheado con algo de drogas para pagar las caras entradas, decidió Yisel no le apetecía matar a la simpática pareja con lo que corrió, corrió, corrió y lanzó la mochila al agua.
Cruzó línea de llegada el Ferrari rojo con su rugido seguido por los demás colores en coro ensordecedor estallaron las cargas explosivas produciendo dos grandes elevaciones de agua en formas de flor que primero uno, seguido del otro proyectaron hasta los treinta metros de altura, y merecieron voces de entusiasmo y aplausos por los que contemplaban la carrera, cayendo sobre Yisel como dos aguaceros seguidos y repentinos le hubieran vertido agua con unas manos dentro del pantalón quedó toda por dentro mojada, excitada de sol y sal.
Cruzó línea de llegada el Ferrari rojo con su rugido seguido por los demás colores en coro ensordecedor más un golpe, humo, y al poco un piloto salido de pista. Casco y mono azul lleno de pegatinas y letras imaginó a aquel como a un gran pene andante cubierto con preservativo azul. Ya deseaba sexo desde el momento que el agua mojó sus labios, pero tuvo que esperar.
Cruzó línea de llegada el Ferrari rojo con su rugido seguido por los demás colores en coro ensordecedor.
Cruzó línea de llegada el Ferrari rojo con su rugido seguido por los demás colores en coro ensordecedor y así, y así hasta completar 57 vueltas. Aún sonaban los coches cuando Yisel bajaba la cremallera a ese héroe de la velocidad, el piloto se puso a 100 en 3,21 segundos y llegó a su meta en 1 minuto con 59 segundos lo que dejó a Yisel insatisfecha, iba a exigir otra vuelta pero con tanta rapidez el piloto ya se había vuelto a ir, esta vez largándose.



Hecho lo hecho, dicho lo dicho, y visto lo visto, José María metió la mano en un corte de su colchón y sacó envueltos en una bolsa de bollería industrial un gran puñado de billetes que había aligerado de las bolsas de basura llenas de billetes que por días pernoctaron en su habitación.
Volcó todos los billetes sobre el escritorio impactado ante la visión de tanto dinero, así en billetes, tomó asiento, y como cuando de pequeño jugaba con sus primos al Petropolis, que es como el Monopoli pero con torres, plataformas petrolíferas y muchos más billetes y de muchos más colores, el morado de millón, procedió con la seriedad y semblante altivo que esa tarea requería a ordenarlos por colores, luego los contó una vez, los recontó y colocándolos en gran fajo los volvió a contar, y al obtener igual cantidad en los tres cuenteos supo que estaba en lo cierto, los hizo sonar, los volvió a hacer sonar, y con 49.300€ en su mano intuyó que localizar a cualquier persona en general, y a Yisel en particular, era cuestión de tiempo, de muy poco tiempo. Buscó en Internet. Llamó por teléfono a dos compañías de detectives privados, que para eso estaban, aunque en ese momento no debían estar porque en una no se lo cogieron y en la otra saltó el contestador, llamó a una tercera en la cual una voz femenina, resuelta y grabada le empezó a hablar.
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- Sííí.
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Cinco llamadas, dos días, y 2.500€ después José María recibió un mail con la imagen zoom de una foto donde se veía a Yisel y sus adorables piernas saliendo de un portal. La foto iba acompañada de una dirección.
José María se relamió, y se volvió a relamer.
Siguió relamiéndose al tiempo que se masturbaba, se durmió, y llegada la mañana salió de compras pues necesitaba algunos importantes materiales de papelería.
Romántica como en esas cartas de amor que nunca había visto, escribió la nota intentando hacer una letra algo redondeada por lo que intentaba recordar la letra de las cajas de dulces, finalmente pensó en hacer unas letras algo así como las de Coca-Cola. Sí, escribir la carta con ese tipo de letra estaría bien, y así lo hizo en folios crema comprados para la ocasión, una, dos, tres, cinco, ocho veces hasta que a la novena nota quedó contento con el resultado y entró en la floristería para enviar un ramo con la nota.
En la floristería le explicaron vocalizando mucho, que tanto las flores como la nota no salían de allí, sino de la tienda más próxima al lugar de entrega de la persona destino de el ramo, y que la nota sería transcrita e impresa, aunque también estaba bien dicho imprimida, en new roman cursiva, con lo que toda la mañana que había pasado eligiendo cada palabra, comprando el papel eligiendo la pluma y caligrafiando su mensaje de amor hasta quedar satisfecho no había servido para nada por lo que se sintió tres puntos por encima de la frustración, y dictando el texto un grado más allá de la estupidez, envió las flores, a su Yisel.



En la oficina, estamos con Yisel, le dieron a elegir entre dos posibles tareas. Negociar la paz, o ronda de presos para llevarles tabaco y subirles el ánimo en visitas que podían terminar en un vis-a-vis.
Se quedó con algo de ganas de haber podido hacer más llevable la rutina de esos encarcelados, aportándoles algo de felicidad, pero eligió lo políticamente correcto y eso era la paz, qué al fin y al cabo parecía ser lo que todos querían ¿o no?
La primera posibilidad, la paz, implicaba viajar a una isla secreta situada en el Canal de la Mancha donde un conocido cineasta español cuyo primer nombre y primer apellido comienzan por A, ubicó el desarrollo de su tercera película. Una vez llegados a la isla, todos los invitados al foro serían trasladados a una casona donde bajo el Epígrafe 158 La paz es posible, se daría desarrollo a una mesa redonda en la que junto a Gerry Adams, un cura argentino, el ministro del Interior acompañado de su mujer, y el espíritu de algún infante muerto en circunstancias terribles, participaría como ponente facilitando líneas de consenso para que dentro de los encargos que las ONG subcontrataban también estuvieran presentes los acuerdos de paz.



Yisel abrió la botella de vino una hora antes de recibir a un nuevo hombre, y que nadie piense que descorchó la botella para oxigenar el caldo, no, abrió la botella para servirse una copita e ir entrando en situación. Había conocido al torero, o lo que fuera a través de Internet. Ella le había enseñado los pechos, y el se había quedado en calzoncillos mientras hablaban de la crisis, de viajes y todo eso.
Como lo recibía en su habitación se había currado una pizza vegetal y una lata de espárragos gigantes y blancos que, sonó el timbre, ya se había comido tres. Terminó de espolvorear, esa palabra le dio gustirrinín, con algo de hierba triturada el helado de regaliz, alzó la copa de rojo brindando por sí misma y abrió la puerta.
Enérgico y sin hablar, de pelo grueso y negro, la levantó en brazos y siguió el camino a la cama indicado por Yisel, se quitó la camisa con nervio y de piel fina casi transparente Yisel pudo ver el relieve de músculos fuertes y venas. De cabeza proporcionada, nuca ancha, espalda recta y amplia de sol, terminó dándole la vuelta para fijarse en sus ojos oscuros de mirada encendida, luego en su boca carnosa, rugosa, en su pecho fuerte, vientre velloso, y le bajó las ropas para descubrir genitales bien desarrollados y descolgados entre unos muslos fuertes sobre rodillas gruesas.
Fue a la mañana siguiente meditando la posibilidad de trasladarse a vivir a Inglaterra cuando rojas oscuras Yisel recibió un extraordinario ramo de rosas, que esperaba ese hombre enviara como detalle de despedida, sin buscar la continuidad que todo arruina, sin pretensiones, sin más.



Hola corazón, cariño, amor, cielo,
mi vida eres tú y solamente tú,
tu destino soy yo. José María.



Yisel se vistió aterrorizada y abandonó esa casa donde el Chico Cocodrilo la había localizado y pronto aparecería sintió repulsión a su torpeza amatoria, miedo a su barriga, asco a ese perfume, intolerancia a sus frases educadas fuera de temporada, terror ante su halitosis mortal.
Antes de salir del portal miró a ambos lados, y corrió para girar a la izquierda, luego de comprobar que nadie la seguía tomó la calle y giró a derecha, luego tomó otra callejuela que cruzó corriendo con una sensación extraña entre las piernas siguió corriendo tomando otra calle dándose cuenta que con las prisas había salido a la calle sin tanguita. Siguió corriendo atarantada y sin rumbo, un portón abierto le ofrecía la posibilidad de refugiarse en lo que resultó ser una iglesia, recordó los miles de abusos sexuales cometidos por cientos de miembros de la Iglesia Católica en Irlanda, que se habían zanjado sin juicios, ni condenas con una leve petición retórica de disculpas, y prefirió seguir corriendo, corrió y corrió alejándose de tanto terror. Corrió y corrió hasta que llegó a una calle donde pasaban coches y la visión de un Vídeo-Club, esos entrañables establecimientos en serio peligro de extinción, le indicó con claridad que rapidez y precisión eran las únicas claves que le permitirían sortear la amenaza y salvar la vida.
Regresada al piso, encontró una nota de los estudiantes en la nevera. Pasaremos fuera el fin de semana.
Queso fresco 0% materia grasa, chocolate blanco, tres cajas de mini-cucuruchos de chocolate, tres ensaladas de maíz, y tres litros de una bebida mezcla de frutas, leche de soja, y fibras enriquecido con antioxidantes y vitaminas A, D, y E, palomitas para hacer en el microondas, y café dos paquetes de café, pues si quería salvar el pellejo la primera norma que debía cumplir era permanecer despierta, siempre despierta, tampoco debía responder al teléfono, o meterse en la ducha, así mismo y en la medida de lo posible, evitar circular por carreteras secundarias de los Estados Unidos por la gracia de hacerlo, otra posibilidad poco recomendable era quedar con un grupito de amigos a beber y practicar sexo cerca de un lago pues sabía, a ciencia cierta, que uno a uno irían desapareciendo, luego se los encontraría a unos moribundos con los intestinos rojos colgando, a otros decapitados con un arma que probablemente habría sido un hacha, y finalmente se quedaría más sola que la una teniendo que enfrentarse a un psicópata de tres pares de cojones, máscara de hockey incluida.
Tampoco debía jugar con muñequitos, asistir a fiestas de graduación o hermandades, ni desnudarse frente al espejo de un baño, de noche, a la luz de tres velas encendidas e invocar tres veces tres llamando por su nombre a Verónica, pues o aparece la fecha de tu muerte escrita en el vaho del espejo o es que ya te has muerto del miedo, no acercarse mucho a la pantalla de televisión que a veces servía de puerta a otras dimensiones, y por último, mucho cuidado con dejar las ventanas abiertas pues podían entrar vampiros y con ellos todos los amigos de estos tanto mortales como sobrenaturales, y sus mil y un problemas típicos de relaciones adolescentes. En fin que se puso suéter y pantalón de un pijama de franela y osos y se sentó en el sofá tapada con manta, pero como empezó a tener mucha calor, no pudo aguantar y se levantó para dejar la seguridad del salón dirección a la habitación con sus pies descalzos andando por el largo pasillo cada vez más profundo y oscuro sintió un escalofrío subiendo por la espalda se detuvo como paralizada por una mano invisible en su nuca, oyó un susurro de viento que parecía llamarla, sus latidos retumbando en los oídos, y entró en la habitación encendiendo la luz para ver el rostro de su verdugo.
Pero no vio a nadie, y ya que estaba abrió mail en que se le comunicaba la anulación de la mesa de paz en la isla secreta, e invitaba a una reunión de trabajo que tendría lugar el lunes por skype. Respondió Yisel confirmando su participación al tiempo que comunicando su intención de cese, pues se trasladaba a Inglaterra.
Regresó al salón con un cartón de palomitas gigante, y una camiseta larga que dejaba ver sus piernas todas descubiertas, más aún cuando se recostó en el sofá para disfrutar de dos películas románticas una titulada Un Hombre Lobo Americano en Londres, la otra El Resplandor. Y estaba todo en calma y silencio, ella y sus palomitas viendo el Resplandor cuando el sonido del timbre casi la mata de el susto, y el timbre sonó y sonó y sonó y Yisel se cubrió las orejas con dos cojines y se enrolló como gatita sobre el sofá, escuchó que llamaban y llamaban, llamaban y llamaban martilleando el timbre, y seguían y seguían los insoportables timbrazos, sonando largos, estridentes, más timbrazos, y ya cansada se levantó para explicarle a ese jilipollas como debía meterse el dedo en el culo, cuando sin saber porque, lo mismo que algunas veces cuando llueve se puede ver el arco iris, todo quedó en un silencio magnífico, calmo, y pudo seguir viendo esa escena en que mientras el niño corretea con la bici por los pasillos del hotel, la madre en busca de su marido entra en la inmensa sala donde él escribe y al no encontrarlo, ojea los folios y descubre entre convulsiones de pánico súbito que todo lo que Jack Nicholson escribe son renglones, renglones y párrafos que se repiten y se repiten enfermizamente, y que ese hombre esta perdiendo un tanto la cabeza, cuando él la pilla husmeando, y al encontrar su rostro desquiciado ella se protege temblorosa con un cuchillo inmenso de ese escritor trastornado.



Cansado de llamar y llamar, y pulsar y pulsar el timbre sin obtener respuesta, José María notó que necesitaba ir al servicio, y para ello caminó las calles desiertas utilizadas por el viento frío para rodar los botes, mover hedores nauseabundos de alimentos transgénicos caducados por los que peleaban ratas erizadas entre mordiscos y chillidos sus pasos sonaban a redobles de muerte sobre el negro donde, todo cerrado no encontraba ningún sitio para orinar. Una señora de la noche aparecida de las sombras le reclamó fuego con voz de ultratumba.
- No tengo, no fumo. –respondió tembloroso pues se sabía en territorio ajeno, subió las solapas de su chaqueta para infundir respeto al miedo, se sintió amenazado por su propia sombra y se preguntó mil veces por qué se tenía que meter en estos líos.
Segundos más tarde se refugió en un local donde, ay que alivio, pudo orinar terminó para irse a toda prisa cuando al llegar a la puerta encontró que estaba cayendo una tormenta que ni en las películas.
- Qué quieres beber –le soltó una dama con el pelo tan agreste como la voz-, forastero.
Todos lo miraron.
- Vino. –respondió sabiendo que su vida estaba en juego.
La dama le sirvió un vaso de vino negro como los agujeros negros y se quedó mirándolo con descaro hasta que José María tuvo que arrimarse aquel vaso a la boca, y beber un trago.
- Andas perdido buscando a una mujer ¿cierto? –le espetó sin pestañear.
Entendió que aquella gente era tan peligrosa como lista, así que sería mejor decir la verdad, no fuera a ser que si le pillaban una mentira le cortaran la lengua y con un punzón se la clavaran en la frente.
- Así es. –resultó impactado al escuchar la dureza de su propia voz.
- Quédate hasta que se vayan los clientes, luego estaré contigo. -sentenció la dama tras la barra con unos vaqueros ceñidos a un culo de forma entre corazón y melocotón.
Poco a poco, uno a uno los clientes del bar se fueron marchando dejando los vasos vacíos sobre la madera, llevándose humo, conversaciones de trabajo, coches y fútbol, la que regentaba acompañó a los últimos, cerró con llave y apagó luces dejando el bar en penumbra.
- Pasa al almacén.
José María quedó sin saliva y entró en la habitación iluminada por un tubo de luz blanca, cinco sillas alrededor de una mesa redonda, sobre ella un tapete verde una baraja y una botella de anís. Alrededor, cajas de cerveza, vino y otras bebidas se apilaban junto a las paredes. Permaneció de pie.
- Quizá no te haga falta buscar más –se sentó sobre la mesa-, quizás ya hayas encontrado lo que buscabas.
-¿Eres Yisel?
- Como si lo fuera ¿qué necesitas?
- Verla. Hablar con ella.
- Habla conmigo, yo te puedo ofrecer lo mismo, y seguro que más.
- Busco a Yisel lleva un pearcing aquí bajo el labio, vive en el portal de la esquina, sólo necesito saber donde encontrarla.
- Yo también busco a una persona, ¿y además sabes qué? me lo has puesto húmedo desde que has llegado con esa pinta de niño bueno.
José María se echó atrás. Élla se abrió los botones dejando sus pechos al aire.
- No te acerques a mí. -le advirtió José María empuñando un bolígrafo que había sacado, no sabía de donde.
-Vamos nene, tranquilo. Mira -sacó de su pantalón una pequeña bolsita blanca-. ¿Ves? Ahora ven aquí, no te cobraré. Un polvo a cambio de otro, vamos, haz lo que te diga y tendrás esta bolsita, te gustará.
- No quiero drogas. Déjame salir de aquí.
- Está bien, tranquilo. Bien, baja eso. Todos vienen buscando algún tipo de polvo y por eso te ofrecía los dos.
Cogió a José María por el brazo con llave de judo sin que pudiera reaccionar, apretándole el brazo y el cuello hasta que el bolígrafo cayó de su mano, echado sobre él forzándolo contra la pared.
- Ahora harás lo que yo te diga. ¡Está claro!
José María forcejeó con ella, hasta que esta le hizo otra llave y lo tumbó sobre el suelo inmovilizadas sus manos, ella empezó a desabrocharle los pantalones.
- Déjame, déjame. ¡Soy ecologista!
-Ya. –siguió ella bajándole la ropa.
- Sí, soy un peligroso ecologista. Además tengo el (H1N1), la gripe nueva, la gripe A, la gripe mexicana, joder la gripe del cerdo -José María vio el terror en sus ojos-. Sí listilla, lo que te digo es cierto. Apártate de mí. –comenzó a toserle.
- Jodido cabrón. Vete de aquí. Fuera.
José María se levantó arreglándose la ropa.
- Dime donde puedo encontrar a Yisel.
- No lo sé.
- Si te enteras de algo, estaré en el Hotel Avenida.



Aunque ya hacía rato que había amanecido, pues eran las doce pasadas, José María había despedido a la limpiadora desde la cama y allí seguía sin ganas de levantarse cuando sonó el teléfono, respondió y escuchó que a las cinco pasarían a recogerlo para llevarlo junto a Yisel.
No le dio tiempo a preguntar, habían colgado.
Al parecer la ronda de la noche había dado frutos, se desperezó con una sonrisa orgullosa, pasó rascándose y silbando al cuarto de baño, y a las cinco, agárramela que te la hinco, lo recogió una mujer con el pelo liso muy largo que a José María le recordó a su señorita Mari Carmen, la maestra que le enseñó las sumas y las restas.
- Te voy a llevar a la casa donde ahora está Yisel. –le anunció a José María mientras andaban al coche que al estar un tanto sobre un paso de peatones había sido multado, y circulando a esa velocidad tan peligrosa para otros, como prudente y constante entre montañas de espesa vegetación de un verde oscuro que rozaba el negro, adelantaban a un interminable camión cuando como si de una adivina se tratara, su conductora leyó los pensamientos de José María, y respondió a todas las preguntas que danzaban en su mente sin que tuviera que formularlas.
- Pararemos en la próxima estación de servicio y allí podrás ir al baño, y comerte un bocadillo de tortilla de patata, de lomo con patatas, de calamares, o de lo que quieras.
José María no podría asegurar nunca si la mujer volvió a hablar o no. Ya nada escuchaba, no quería, ni necesitaba hacer ninguna pregunta porque todas sus dudas se habían aclarado. La vida era maravillosa, y hasta las brumas que caían sobre la carretera le parecían un regalo. Respiró tranquilo. Todo estaba en orden, el gris mojado de la carretera reflejaba, al tiempo que se mezclaba a la perfección con el opaco húmedo plomizo del cielo.
Cruzaron un río de nombre ajeno a su conocimiento, y unos sauces languideciendo le hablaron del sufrimiento que había padecido hasta llegado ese momento en que finalmente se reunía con Yisel.
El coche se desvió de la carretera y por un camino sin asfalto continuó hasta aproximarse a una casona de montaña bajo tonos del anochecer. Dos ventanas desprendían una luminosa calidez, un farol iluminaba la puerta de entrada, y de la chimenea partía un hilo de humo que se elevaba perdiéndose entre el tenue despertar de las estrellas.
Dio las gracias a la mujer del coche, y bajó pisando la hierba mojada recibido por dos personas mayores vestidos con ropas sencillas y sonrisas amables, que evidentemente no eran Yisel.
José María sintió que la eternidad podía estar muy cerca y entre la brisa que acariciaba los árboles y el abrazo cálido de esa señora con los brazos como jamones revivió las historias que le contaba su abuela sobre los indios que vivían tras las montañas y algunas veces pudo ver, los partiditos de fútbol en los que apenas le dejaban participar, de lo malo que era, a Cristina, la primera chica que ya lo rechazó cuando era un chiquillo y ella con esos grandes pechos un palmo más alta que él, las largas tardes en las que cambiaban las clases por ingenuas borracheras de cervezas que siempre terminaba pagando a sus amigos, cómo aprendió a falsificar y copiar en los exámenes, la torpeza en su primer encuentro con una mujer de la noche, y tantos y tantos entrañables recuerdos que lo asaltaban dejándole distraída la cabeza y en la cara expresión de bobo.
- Dame dos besos que vamos a ser como familia –lo besó la señora.
Al pasar al salón pudo ver el tranquilo fuego en la chimenea y unos sillones tan acogedores que daba sueño verlos.
- ¿Dónde está Yisel? –se acordó de repente.
- Verás, Verás José Manuel la…
- José María.
- Eso, José María. Verás realmente nosotros no sabemos donde está esa tal Yisel a la que tampoco conocemos, a sido una pequeña mentirijilla que te han contado para traerte aquí a la casa, sin tener que amordazarte ni nada. Estás aquí por que nos hemos enterado que tu padre se ha hecho millonario amontonando ladrillos, y que tenéis helicóptero, vamos que eres el hijo de una familia del empresariado y vamos a solicitar un montante económico por ti, como una especie de reembolso.
- ¿Entonces estoy secuestrado?
- Bueno más o menos, ahora lo llaman PAT Programa de Acogidas Temporales, pero siéntate que estás en tu casa, y no te preocupes hombre. Antes lo pasaban muy mal, pero ahora los secuestrados estáis con familias de acogida, como nosotros, y todos recibimos mucho cariño. Vamos mucho mejor que en las cárceles ilegales norteamericanas, donde va a parar. De todas formas si quieres irte hay tienes la puerta, ahora si en ese momento coincide que soltamos a los perros y te despedazan, luego no te quejes.
- ¿Un poquito de requesón con miel? –le ofreció el señor de cara rojiza y camisa azul de cuadros leñador.
- No gracias.
- Si hombre y un poqueito –le guiñó- de orujo de cerezas para acompañar.
- Bueno hombre, pues póngame un poco de todo.
Con el estómago de requesón y la cabeza de orujos, cuatro, que Ignacio no paraba de ponerle Lucía lo acompañó hasta la que sería su habitación, y desde allí pudo escuchar los pasos de la señora alejándose sobre la madera.
Amplia y sosegada, la cama transmitía serenidad, el edredón de cuadros protección, y el blanco de las sábanas limpieza, confianza y un buen futuro se acostó para comprobar lo bien que lo acogía el colchón que parecía ajustarse a la forma de su cuerpo y temperatura corporal al tiempo que la almohada y su suavidad le hablaron de cariño, sueños tranquilos, y de Yisel, a la que pudo ver en ese mismo momento sobre otra cama con sus potentes piernas desnudas y abiertas disfrutando, gozando sexo con alguien de nombre Iván, Adrían, o Nicola, que no era él.



El índice de Yisel estimuló sacando al portátil de su letargo y abrió Skype. Tomás Valiente su jefe y Director de Coordinación, y Javier Mercader uno de los socios y Director Comercial ya estaban conectados. Se colocó los auriculares la pinza del botón pellizcada en la camiseta entre el cuello y sus pechos y escuchó la burbuja, señal acústica del acceso a la conversación.
- ¿Yisel bienvenida –habló Tomás Valiente- ¿nos escuchas?
- Sí, hola muy bien, ¿me escucháis?
- Perfectamente. –contestó Tomás.
- Alto y claro. –secundó la voz de Javier Mercader- Si te parece paso a comentarte el motivo en cuánto a lo que se refiere al por qué de invitarte a esta conversación a tres.
- Sí. Por favog.
- Bien. He sido informado de tu mail en el que notificas tu intención de dejar la empresa, de abrir en tu vida una nueva etapa en otras latitudes, y es a partir de ese momento cuando te queremos hacer una propuesta que teníamos pensada para dentro de unos meses. Adelante Tomás.
- Yisel llevas cuatro meses con nosotros, hemos visto tu forma de trabajar y pensamos que por tu perfil y actitud podrías encajar muy notablemente en la siguiente propuesta. Como el de toda empresa nuestro interés está en conservar a los clientes actuales, hacer que contraten más servicios, y ganar nuevas confianzas en este sector de servicios a oenegés de carácter ciertamente terroristas. Como sabes trabajamos para reconocidas organizaciones tanto a nivel nacional como internacional, y queremos seguir creciendo, por lo que vamos a abrir sede en países emergentes, uno de ellos es Turquía donde tenemos grandes esperanzas de abrir nuevos mercados. Allí ya tenemos contactos con algunos posibles clientes y un franquiciado dispuesto a desarrollar nuestro know-how, implantar la marca, y ceñirse a las directrices de nuestra enseña y su éxito probado. Queremos proponerte que te traslades a Estambul durante el periodo de tutelaje de tres meses en los que la matriz proporciona a sus franquiciados personal de refuerzo, tú irías como apoyo a todas las tareas front-office y Antonio Sanz reforzando el área en cuanto a todo lo que sería back-office.
- Queremos decirte –intervino Mercader- que esta es una posibilidad de importante desarrollo en tus expectativas profesionales ya que te convertirías en directora ejecutiva de proyectos y estrategia en implantación de operaciones y consolidación de nuevos asociados.
- ¿Y cuánto más ganagé?
- Bueno, ganarás una experiencia que…
- De dinego.
- Bien ganarás mucho más, pues aunque el sueldo seguirá siendo el mismo la vida en Turquía está mucho más barata. ¿Qué te parece Yisel?
- Me pagece un cargo muy largo y un sueldo muy cogto. Me voy a Longdres en unos días, y me pagece que ya no quiego seguig trabajando con vosotros.
- Bueno siempre podríamos ver la posibilidad de aumentarte un poco el sueldo en un dos o tres por ciento, pasados unos meses claro está. Además de esta posibilidad, de la que Tomás te dará más detalles, queríamos saber si estarías en disposición de realizar un último trabajo, aparte de lo del fútbol, un último trabajo que no tienes porque hacer pero que siempre te agradeceremos, y pagaremos como horas extras dobles. Sería en -sonó un teléfono-… Disculpar un momento. Easy-Bomb dígame. ¡Idoya que alegría! ¿Cómo estáis? Sí, sí… No me digas que te han hecho jefa militar, pues me das un alegrón. Enhorabuena mujer. Además a mí siempre me gusta más tratar con mujeres. Dime… claro, claro que sí. Bueno vamos por partes Idoya. Lo que no podemos hacer es secuestrar dos aviones porque esto no es América, pero si podemos tirar algún edificio en Benidorm, que también es muy mediático. El presupuesto te lo envio por mail. Claro a más plantas más dinero. Bien, no te preocupes podemos buscar uno con aluminosis que saldrá más económico. No, ya se que vais mal de fondos, buscaremos lo más económico un hotelito de unas veinte plantas con aluminosis, que allí en Benidorm hay unos cuantos, no te preocupes, que no son 110 pero bueno el colapso ya puede quedar bien en una grabación que luego… Sí, sí en primera línea, te digo cosas, seguro, agur, agur.
Entre tanto a Yisel le habían entrado algunos mensajes.
Si conectas cam y pones en tetas, te enseño lo grande que la tengo.
HOLAAA, PARA SEXO REAL LLAMA AL 806696969.
3.000 € YA. www.tudinerosinesfuerzoya.com
Teddy Bear says Hi
Teddy Bear says Hi this is Teddy from Toronto.
- Pues bien, otro encargo, luego tenemos lo de los uzbecos que quieren hacer un dueto con los corsos, y proponen París para así ahorrar costes, habrá que estudiarlo, además los árabes acaban de recibir dinero de Ryad y ya quieren probar una atómica. Lo vamos viendo. Perdónanos Yisel ya sabes como son estas cosas días de mucho trabajo y días en que falta actividad te voy a pedir un favor, un favor casi personal. ¿Podrías… digamos mañana, dinamitar un hotel?
- Homgbre me coinside con la menstruasión, pego si sólo es volag un hotel.
- Gracias muchas gracias Yisel, sabía que podíamos confiar en ti, y una cosita más, ya que vas encargarte de lo del fútbol podrías aprovechar y colocar un coche bomba.
- ¿Dónde?
- Cómo que dónde pues donde se ponen normalmente todos los coches bomba, en una comisaría de la Policía Nacional, en un cuartel de la Guardia Civil, o al paso de una comitiva militar o política. ¿Es qué no ves la tele, o qué?
- Yisel es extranjera.
- A claro, discúlpame. Ahora comprendo es que Yisel como hablas tan bien el castellano… ¿Está con contrato?
- Sí, sí. Es belga, comunitaria. Todo legal.
- Bueno pues eso –volvió Mercader-, en un sitio así, y que muera el que muera, en la puerta de el Congreso, donde quieras.
- ¿Pego a quién hay que matag?
- Eso da igual, si es por salir en las noticias. Mira Yisel. Colocas el coche bomba junto al Cuartel General del Ejército, que muera el que muera, y en paz.



José María retornó del sueño arrullado por trino de gorriones, por canto de jilgueros, y al abrir las lamas de madera apareció ante él un mundo deslumbrante inundado de sol bajo el que cientos de flores de todos los colores se mecían en ligera brisa acompañada con el revoloteo de algunas pequeñas mariposas en un fondo de árboles y cordillera de montañas en cumbres coronadas por nieves vírgenes centelleando bajo el sol, todo ello enmarcado en un cielo azul Kandinsky armonizado en sinfonías de pajarillos, petirrojos y ruiseñores conversando de la construcción de sus nidos, y de amor de mucho amor.
Su pene erecto se relajaba con un intenso desperezo de boca abierta y brazos estirados, más estirados abriendo a más no poder la boca, se colmaban células y bronquios, músculos y venas en un desperezar largo, prolongado, bucólico.
Terminado su desperezo, al otro lado de la ventana halló a una jovencita risueña de cabellos de oro recogidos en dos trenzas con mirada celeste concentrada en lo que a él le colgaba, sorprendida al hallarse descubierta corrió alejándose saltando entre flores la muchacha.
Jarra de leche, gran cafetera humeante de aroma embriaguez, bollos tiernos dorados de horno recién sacados, miel dorada de abejas, miel de romero, con menta, y miel de azahar recogida en el valle, tes de Ceylán, mermeladas de pera y albaricoque, confituras de manzana, higo, de moras silvestres, quesos de cabra y de oveja, y azul y cremoso para untar, yescas de pan, bandeja con patés y sobrasada, bandeja con fiambres rojos, otra colmada con longanizas, chorizos, y morcillas, cazuelas con pisto, cazuela con cebolla frita, platos con tortillas de patata, de calabacín, de espárragos, de espinacas, una cazuela con gambas, otra cazuela con pollo, jamón, salmón, turrón, huevos revueltos, huevos duros, huevos fritos, chocolate caliente, chocolate para un untar, chocolate en cuadraditos, cereales con chocolate, cereales con muesli, y cereales con un señor tigre que sonreía en la caja, zumos de naranja, de piña, de pomelo blanco, de pomelo rosa.
Desayunaron con tranquilidad, y comía José María una sabrosa almeja que también habían, cuando entre alegres saltos apareció moviendo sus coletas, para en el tarro abierto de la confitura de higo meter un dedo que sacó impregnado de la dulce masa y mirándolo fijamente con sus celestes ojos metió hasta el fondo de su boca rosa para chuparlo metiéndolo y sacándolo, chupándolo para sacarlo muy lento y limpio, luego cogió apretando con su mano la longaniza más grande y la lamió, y la lamió paseando su lengua rosa por la punta, finalmente cogió la jarra de leche y derramó sobre su boca abierta un hilo de la misma para marchar relamiéndose los labios rosa mojados en leche la jovencita risueña de cabellos de oro recogidos en dos trenzas con mirada celeste.
- Es nuestra sobrina Linda, la criatura es sordomuda y por eso no habla. Pobrecilla -se lamentó Lucía-, no conoce lo que es una campanada, ni el badajo que la hace sonar.
- Ya. ¿Y por qué hacen esto de los secuestros?
- Bueno no hacemos daño a nadie, y nos ganamos un dinero. Mi marido era camionero pero con la crisis, los clientes empezaron a escasear, un dinero del ayuntamiento todavía se lo deben, el banco embargó el camión, y nos hemos hecho antisistema.
Tras el desayuno, y cuatro copitas de orujo de cerezas con Ignacio, José María salió a caminar la frondosa vereda, seguir la corriente de esas aguas cristalinas le produjo tanto sosiego que al ver una cesta con pequeñas fresas, moras y otras bayas silvestres junto a unas braguitas blancas colgando de la rama de un manzano no quiso ni oler, ni imaginar, siguió caminando sin más y entonces sus ojos cual lenguas de camaleón se proyectaron sobre los rosas entredorados que la jovencita risueña de cabellos de oro recogidos en dos trenzas con mirada celeste lavaba agachada piernas abiertas con agua del río.
Observó José María en posición perro marcando la presa, cuando un rayo rompió el cielo seguido de un trueno, comenzó a diluviar y desde debajo de un árbol vio entre ráfagas de lluvia a la jovencita risueña de cabellos de oro saliendo del río, chorreando agua sus pechos manzanas y pubis dorado, vestirse rápida bajo otro árbol, coger, coger, coger, la cesta y correr, dejándolo allí, con la tormenta, medio empalmado y medio perdido, tardó más de tres horas en encontrar la casa donde agotado y tiritando salvó su vida gracias a cuatro orujos de cerezas que le sirvió Ignacio y al baño, que antes que marcharan de compras al pueblo le dejó preparada Lucía. Oyó el coche que se alejaba desnudándose y tuvo que entrar en el agua despacio, sutilmente despacio para evitar quemarse, el calor, los orujos y el silencio lo dejaron relajado entre vapores, y entre vapores al abrir los ojos lo miraban los celestes de la jovencita risueña de cabellos de oro recogidos en dos trenzas que junto a la bañera soplaba la vela de un barquito blanco navegando entre vapores las aguas serenas de esa bañera en la que el velero se hundió, y al ir a rescatarlo bajo las aguas la pequeña mano de la joven lasciva de pelo rubio que había soltado su melena, se adueñó de su pene para hacerlo levantarse y una vez puesto en pie dentro de la bañera, devorarlo entero primero con su mirada azul, enseguida con su cálida boca rosa.
José María despertó perezoso, risueño, feliz como hacía años que no lo era, casi tenía que remontarse a su infancia para recordar cómo podía ser de agradable la vida. Desde entonces nunca se había vuelto a sentir tan arropado y seguro, y es que ese día que llevaba en la casa y los orujos de cerezas le hacían percibir con claridad el calor del hogar. Abrazar y besar a Yisel era cuestión de días. Pronto iría a recogerlo o le dirían sobre su paradero, iría hasta donde Yisel estuviera y si no se quedaría con la jovencita risueña de cabellos de oro recogidos en dos trenzas con mirada celeste, sordomuda, y virgen. Qué sorda no ¿ya que a ver cómo le pedía una cerveza viendo la tele desde el sofá cuando ella estuviera preparando la comida en la cocina? pero muda y virgen bien le apetecía.
Abrió ventana para desperezarse ante un nuevo día y allí halló a Linda, jovencita risueña de cabellos de oro recogidos en dos trenzas con mirada celeste, sordomuda, y virgen esperando para ver como se estiraba desnudo y erecto se desperezó para complacer a esa criatura.
Tras el desayuno lo invitaron a llevar agua y echar de comer a los animales, y dio de comer alfalfa a un caballo, maíz a las ariscas gallinas, y algunas hojas de lechuga y pequeñas zanahorias a los suaves conejitos con los que jugó y jugó hasta que decidió lavarse un poco las impregnadas manos todas oliéndole a conejo. Camino del agua percibió nuevos perfumes a lavanda, tomillo, y dulce espliego encontró sábanas de un blanco irreal secando henchidas a la brisa del noreste, ondulando al sol y entre ellas culito y nalgas firmes al tiempo que inocentes, que tan tersas como rosadas, el capricho del viento jugando con la falda adolescente retiró algo más la tela y mostró a José María desde detrás la jugosa intimidad de esa jovencita de risueños labios vaginales en asalmonados tonos adornados de rubios. Yeguas salvajes y potros pastaban en lontananza. José María se arrodilló sobre la hierba fresca, verde que aún nadie había pisado, y ante ese manjar carnoso regalo de dioses a punto de llorar tanta dicha su lengua colibrí comenzó a degustar la tibia miel de ese meloso panal que se entreabría como mar partido en dos, invitándolo a pasar.
Descapullaba sentimientos hacia la jovencita risueña de cabellos de oro recogidos en dos trenzas con mirada celeste, y hacia Yisel con su pene curva de esperanza y erección, y así mientras el orujo digería el gran pez que había comido, se quedó dormido.
Con la caída de la tarde acompañó a cerrar corrales, luego encendieron el fuego y mientras las manos de Lucía tejían una bufanda para Ignacio, José María aprovechó para arrancarse pieles de las uñas y antes de cenar llamar a su casa.
- Mamá, soy yo tu hijo José María, escucha que no iré a cenar… No. No mamá no estoy en ningún bar, estoy secuestrado… Sí, sí de verdad… ya os pedirán el rescate… ya se que no hay dinero… pero que te digo qué estoy secuestrado… Ya… que quieres prepararte la cena antes de que empiece la película… Bien… Sí… Vale, vale… sí me lo pasaré bien… y no mezclaré bebidas. Vale mamá adiós, adiós.
Sintió tristeza al ver que en su casa sufrían tanto su ausencia, pero sólo hasta que se sentó para la cena.
- Esta noche probaremos un licor de moras silvestres recolectadas en noche de luna llena. –anunció Ignacio sirviéndole vino para acompañar al cordero y a las patatas.
Qué alegría daba ver a Ignacio que aunque ya algo mayor, seguía comiendo como un chaval y bebiendo como un borracho. Cayó en la cama acompañado por cuatro copas de licor de moras silvestres recolectadas en noche de luna llena, y roncó en esa cómoda cama, en esa habitación de la casona que reposaba bajo las nubes la jovencita risueña de cabellos de oro recogidos en dos trenzas con mirada celeste le sonrió mostrándole los pechos donde el izquierdo era la cabeza de su primera novia Cristina, y el derecho Yisel con su pearcing fumando un cigarro.
- Despierta José María, despierta.
- ¿Qué pasa? ¿Qué pasa?
Una hora más tarde y con la maleta en la puerta Lucía le dio 20 euros para que pudiera pagar el taxi que lo esperaba bajo las estrellas del alba junto a los chopos, y con tristeza despedirse pues sintiéndolo mucho su estancia en la casa había terminado.
- ¿Y si no quiero irme, y si regreso mañana? – habló con desespero a Ignacio y Lucía. La buena de Lucía le palmeó el brazo y comentó con dulzura.
- Ay hijo mío. Son algunos los secuestrados que han vuelto una vez liberados, vienen por que están a gusto, y sus vidas aquí cobran un sentido, pero no podemos teneros a todos, por que no cabríamos en la casa. Al que viene se le dice con educación que se vaya, que ya no puede estar más, y si no hace caso o se le ocurre regresar, mi marido no porque no vale para esas cosas, entonces voy yo y lo invito a que pase a la cocina y le pregunto lo que prefiere. ¿Té o café? y me da igual que sea hombre o mujer yo no discrimino, seguidamente elija lo que elija le doy con un palo en el estómago, luego en la cabeza, y cuando se está retorciendo de dolor otro palo, y otro y otro con todas mis fuerzas, así continúo zurrándoles por su bien, hasta que oigo el crujir de algunas costillas, o el hueso de alguna rodilla, luego machaco un poco más y cuando me fatigo llamo al Ignacio, que viene con una carretilla saca al señor o señora a la carretera y lo deja allí tirado, al cabo de un rato se oyen sirenas y eso es que se lo llevan. No ha vuelto ninguno.
Marchó a pie la cuesta de hierba dejando atrás esa casa que guardaría en el recuerdo como su hogar, mientras en el cielo, una a una, se apagaban las estrellas.



Esa misma mañana Yisel esquivó a un grupo de ancianos alemanes con sus sandalias y sus calcetines, sorteó a una pareja de octogenarios ingleses vestidos de blanco y rosa, y huyendo del griterío de unos jubilados aragoneses consiguió llegar a la arena donde se sentó y comenzó a grabar. Oyó un gran ¡boom! y por un segundo siguió todo igual, luego como si se quisiera sumergir en la tierra el hotel rascacielos con aluminosis fue bajando, cayendo, hundiéndose sobre sí mismo, colapsando hasta que de sus 24 plantas no quedó otra cosa que una gran, grande, grandísima nube amarilla que primero creció como espuma se quedó unos segundos flotando y luego aplacándose, expandiéndose, diluyéndose, diluyéndose hasta que a Yisel le dejó de parecer interesante y cortó la grabación.
Sin otra cosa que hacer hasta que saliera el autobús fumó un cigarrito de hierba caminando por la orilla de la playa mientras contemplaba una isla preguntándose cuantos miles de años llevaría en ese lugar, luego se sentó en una de las terrazas donde tomó una cerveza viendo la noticia de la voladura del hotel donde debido a la acuciante crisis económica no había ningún cliente y a los tres empleados que en ese momento estaban en la puerta fumando, al oír la explosión les había dado tiempo de salir corriendo.
Yisel subió al autobús y ocupó su plaza sabiendo que sólo le quedaban dos trabajos por hacer, y en cuatro días volaría a Londres donde haría realidad su sueño.



Diecinueve minutos para el comienzo del partido, caía la noche, y Yisel esperaba aburrida sentada sobre un coche a su compañero de faena que ya se retrasaba, seguía viendo gente entrando y saliendo de los bares con agitación, coches pitando desde donde banderas eran vitoreadas con bocinas y cánticos en tono de alcohol, banderas, pañuelos y bufandas con los colores de cada equipo, algunos ultras.
- Soy Edwin soy tu compañero –se presentó azorado un ecuatoriano con gorra roja y arrastrando un carrito de la compra azul, como los que utilizan las madres para ir al Mercadona SPB-. Me resultó imposible acudir antes ya que tuve que atender a mi esposa para que pudiera relevarme al cargo de Osvaldo, Ildefonso, y Katherine que son mis tres niños, luego tuve un problema con…
- ¿Llevas el material?
- Sí está todo aquí dentro. –levantó la tela de el carro dejando al descubierto la punta roja de un misil.
- Bueno, ya es de noche –miró Yisel la fachada blanca iluminada de la mole cuyas últimas plantas se perdían a la vista en un fondo de nubes anaranjadas por las luces de la ciudad-, hagamos el trabajo.
Se dirigieron andando a Torre Picasso, vieron una furgoneta de reparto de comida árabe, pasaron dos tarjetas con bandas magnéticas y pulsaron el 41.
Las puertas del ascensor se abrieron en un espacio que daba acceso a varias puertas, utilizaron otra tarjeta para franquear la puerta con el rótulo Terraza A2.
El abismo alfombrado con la ciudad de avenidas iluminadas en hileras de rojo y amarillo, y otros edificios aparecieron a sus pies. Al igual que Supergirl se disfrutó volando por encima edificios y carreteras, sobrevolando océanos en segundos, dándose una vuelta por La Luna y lejanos planetas. Anduvieron unos metros y al girar, el estadio, inmenso resplandeciendo luz blanca con reflejos de césped, desde donde llegaban olas de cánticos y gritos formadas por las miles de personas que lo inundaban.
Yisel y Edwin comenzaron a sacar las cosas de el carrito. Oyó un sonido de entrada de mensaje.
Teddy Bear, aparecía con una gran sonrisa junto a un gran pez que sujetaba de la cola con una mano. El mensaje tenía como fondo una voz masculina y tranquila que decía sentía por ella algo especial, y la invitaba a visitar Canadá para poder conocerse. Prosiguió ordenando las piezas en el suelo para armar el lanzamisiles y sembrar el terror.
Hijo de puta. Hijo de puta. Escuchaban gritar a la masa terminando de orientar la lanzadera hacia las gradas, y sólo quedaba montar el misil para lanzarlo.
- As Salaam 'Alaykum.
- Wa `Alaykum As-Salaam. –respondió Yisel por inercia para seguir montando el misil y dándose cuenta, allí no debía haber nadie, encontrar a su derecha a un hombre alto, que cabeza y rostro envuelto en turbante negro, la fascinó con la claridad de unos ojos deslumbrantes entre grises y azules.
De esos a los que les quedaba bien incluso la ropa mal confeccionada y las camisetas baratas, el árabe primero le ofreció un cigarrillo a ella, luego al de la gorra roja. Dio fuego a Yisel, al de la gorra roja, y fumando los tres comentó que se llamaba Hassan y que al parecer todos estaban allí para lo mismo ya que llamó a alguien llamado Ali, y este en unos segundos apareció a cara descubierta mostrando una sonrisa en la que faltaba un diente, y un misil de punta roja, que Yisel no pudo apreciar muy bien pero hubiera asegurado idéntico al que ellos estaban montando.
- ¿Bueno y ahoga que hasemos?
Edwin, Yisel, Hassan y Ali se sentaron en unos escalones para ver como podían solucionar el problema. Pronto estuvieron de acuerdo en que ya que estaban allí, uno de esos dos misiles debía sembrar el terror, pero no se ponían de acuerdo en quién tenía prioridad, ambos contaban con las lanzaderas montadas y listas, al parecer los árabes habían llegado antes pero Edwin y Yisel estaban realizando una subcontrata para una organización que había atentado en esas tierras desde finales de los 50 con lo cual estimaban, tenían prioridad sobre cualquier otra organización, no obstante Hassan que se había quitado el pañuelo argumentó con esos ojos que a Yisel le sabían a piscina de verano, que ellos estaban allí en nombre de un Dios, que una lucha sagrada y global que pretendía la guerra de civilizaciones conllevaba mucha más importancia y trascendencia histórica que cualquier conflicto territorial de carácter independentista que por mucho que algunos aranistas dijeran hablar euskera acercaba a Dios, seguía siendo un conflicto de carácter doméstico. Además su firma, proseguía Hassan había cometido atentados en todos los continentes, y como alegato final expuso que fueron ellos quienes derribaron las Torres Gemelas en un golpe tan extraordinario y magistral, que no había salido ni en las películas, además de hecho en Spiderman 3 tuvieron que modificar escenas del final por que las torres ya no estaban.
Vista la situación Yisel llamó a su jefe, y como no le respondió comenzó a liarse un cigarrito de hierba. Edwin sacó una botella de esencia oscura y dulzona, Ali bajó a por unos kebabs para todos, y Hassan tras decirle a Yisel que su sonrisa era como espejismo fugaz que una vez vio sobre las arenas rojas del Sinaí –afinó voz y casi acunando-, comenzó a contarle de una sultana que por las noches se escapaba de un palacio para besar a un aprendiz de mago que en una caravana de Damasco encontró una tela verde bordada con hilos de oro y romance continuó en susurro la historia al oído de Yisel que ojos cerrados dejaba las huellas de sus pies descalzos en arenas escapando de un palacio bajo La Luna.
Ali repartió los kebabs que comían cuando de súbito y con impacto apareció en la terraza un japonés con un pañuelo blanco con un punto rojo atado a su frente, y una especie de extintor en su espalda.
- Konnichiwa. –saludó con leve reverencia.
- Yo te conozco. Tú eres uno de esos del Gas Sarin y no perteneces a este libro, que es qué además aquí ya está todo el pescao vendido.
- Pues anda que no tenéis libros, y lugares para atentar allí en Japón.
Murakami supo que tenían razón con lo que pidió permiso para sentarse, Ali le repartió comida, y junto con la botella de sake que aportó terminaron de comer, bebieron, fumaron, y sin darse cuenta el partido había terminado, y el estadio se vaciaba. Con lo que ya sin prisas siguieron hablando en aquella terraza que tan a gusto se estaba y fumando hierba Yisel le preguntó por el gris azulado de sus ojos, y fumando hierba Hassan le comentó que nacido en Marrakech pero sus padres beduinos, en su tribu nómada todos tenían piel oscura y ojos claros, le habló Hassan de encantadores de serpientes, del canto de las aves al amanecer, tipos de arenas, formas de las dunas, había estudiado filología hispánica y ponía bombas para ganarse un sueldo. Yisel se quiso enamorar y tomada la decisión de volar le propuso Venecia, Estambul, Beijin. Hassan besó su frente, y dijo lo sentía, su chico lo esperaba en Granada. Y es que, al contrario de lo que promulga un anuncio todas las margarinas engordan, y todos los hombres interesantes o son gays o están pillados. Lo cual nos obliga a apuntar delicado e importante asunto como es el debate abierto que mantiene dividida a la sociedad, y enfrentadas a naciones y culturas. ¿Mantequilla o Margarina? Elección y trascendencia. ¿Son alimentos saludables? ¿Engordan?
Intentaremos arrojar luz, taquígrafos y grabadoras digitales sobre este asunto, que trataremos con el debido respeto, pues no deseamos una demanda que nos lleve a ruina y condena de cadena perpetua.



Mantequilla y Margarina
Dos historias paralelas



Pudiera ser que una agitación casual de la leche diera origen a la mantequilla, ya empleada en las primeras transformaciones de lácteos allí por Mesopotamia, unos 10.000 años atrás.
Paralelamente es Napoleón III quien en 1860 solicita un sustituto barato de la mantequilla que sería destinado a pobres y ejército. Hippolyte Mège-Mouriés, químico, inventa la sustancia oleomargarina, después margarina. Ahorraremos a nuestros queridos lectores, el detalle en cuanto al refinado, endurecimiento, y la fabricación propia de la margarina, por ser procesos que entendemos, como decirlo, demasiado vomitivos.
Las mantequillas suelen contar con un porcentaje de materia grasa del 80% y alto contenido de grasas saturadas, las margarinas en torno al 50% y grasas trans. La mantequilla provee beneficios nutricionales propios mientras la margarina contiene sólo los que le hayan sido añadidos al fabricarla. Por cada cien gramos la mantequilla aporta unas 800 calorías, 500 la margarina.
Recordaremos que una persona adulta requiere en torno a un total de 1.500 calorías diarias, y que en 1993 la OMS, determinó que las grasas trans eran ligeramente peores que las saturadas, pero en cualquier caso, ambas debían evitarse lo máximo posible.
Así, y aunque sabe mejor la mantequilla, de cuatro a ocho tostaditas de pan bien cargadas de mantequilla o margarina son una forma como otra de comenzar el día de una forma sana y saludable, pues cómo no va a ser beneficioso para la salud extender sobre el pan productos con esbeltos, livianos, y casi volátiles nombres que nos hablan de lo ligero, floras y tulipanes.
Lo que no cuentan los anuncios es que no es aconsejable utilizar margarinas vegetales en la elaboración de tartas, dulces horneados, y otros similares pues carecen de consistencia, y obtendremos un producto de aspecto untuoso que no mantendrá la forma deseada. Así mismo, ciertos rumores apuntan que la margarina se creó para engordar a los pavos, y por si fuera poco que únicamente le falta una molécula para ser plástico. Añadiremos que como lubricante sexual ambas sustancias se comportan, aunque una vez más la mantequilla sabe mejor. Y sin más dilación, cojamos nuestro helicóptero, aterricemos en la puerta de un colegio, y preguntémosle al pueblo SU opinión.
- ¿Señora qué opina usted y su familia de la nueva margarina Fulipán enriquecida con leche y vitaminas A, D, y E?
- Yo, yo señor, entiéndame usted –sujetaba con fuerza al niño alejándolo del periodista como si tuviera la peste bubónica, aún vigente en algunos países-, yo es que se eso, la verdad, yo es que no sé, además que tengo que hacer la comida, que mi marido tiene mu mal genio, sabe usted, vamos que tengo prisa y no puedo atendelo, como quisiera. Porque si no, le iba yo a contar, que a mi marido le deben dos sueldos y no se los pagan, claro entre que no cobra y los vinillos que se toma, cada día viene a casa más caliente, viene rojo y cabreao. Vamos que sólo le falta comer con retraso, por que a mí no, pero a la vecina del segundo se ve que le han tocao la cara. Mi Antonio es mu bueno y trabajador como el que más, mi Antonio me quiere un mogollón va diciendo por ahí, ¿y el ojo ese morao que lleva de qué es? que ni con las gafas de sol se le tapa. Quien te quiere no te pega, le dije, al pan pan, y al vino vino, y tres por cuatro quince, vamos que hay denunciar, asín de claro, pero claro, luego espérate a que te contesten que salen todos los días en la tele muertas y los asesinos tomando cañas. Señor, por cierto mi hija Nati, la llamamos Nati porque es más corto, se llama Natalia, está en paro y también podría hacer preguntas de estas para la tele, que ella ya trabajó haciendo encuestas de chocolates por las casas, ¿usted cree que la pueden coger? o si no pa lo que sea pa coger el teléfono digo, o pa limpiar.
- ¿Señora y que opina usted de la corrupción?
- Ah, yo de eso si que no sé na. Qué en mi casa somos mu pobres pero mu, pero a mucha honra, no como se dice es que no se está quieto el niño. ¡Borja estate quieto o te estampo! –gritó a la criatura-. Es mi nieto. Eso, que en mi casa somos mu pobres pero muy honraos. Y ni tenemos helicóptero, ni cojemos un avión Falcon para asistir a un mitin de las Europeas en Sevilla, sabe usted. Vamos que aquí el que no corre vuela. Porque yo aparte la Maru que vive aquí arriba de el Mercadona, también tengo una hermana en Sevilla, ¿y yo me pregunto? cuándo yo quiera ir a visitar a mi hermana por algún interés o a pedirle algo? como ha ido el señor Zapatero a Sevilla a pedir votos, también me van a dejar un Falcon de esos, que me recuerda a Falcon Crest, que serie más bonita. Y bueno ya no digo más na.

















































Regresaremos ahora, por favor, a esa imagen atesorada en nuestros corazones, viva en nuestras memorias colectiva e individual, fotograma mítico y nítido, primero una pierna, luego otra, Yisel terminando de ponerse y acomodar el tanguita verde manzana. Y que no se me quejen mujeres o colectivos, pues creemos haber proporcionado alimento para faunos, unicornios, y ninfas.
Así pues, con el tanguita y una vez el verde manzana ajustado bien comodamente al perfil de su pubis totalmente depilado, procedió Yisel a encajar las dimensiones de sus pechos colocándose el sujetador de mismo verde manzana, y de este modo conjuntada descargó dos combinaciones de puños al saco, fantaseando la mirada oriental y manos expertas de quien en Londres haría realidad su sueño.
Alisó su falda negra sobre piernas, anudó los cordones de su corpiño, pintó labios, alargó pestañas, cogió un bolso fresa y sus pies de uñas a lo francés pisaron la calle vestidos con sandalias amarillas planas.
Your love alone, subió el volumen al 8, is not enough, not enough, not enough, la corriente de gente la colocó en el vagón, trade all your heroes in for ghosts, in for ghosts, in for ghosts, los pasillos al cambio de línea, you said the sky would fall on you, fall on you, fall on you, otro tren, but your love alone won´t save the World, you knew the secret of the Universe, subió escaleras a la calle.
El taller donde debía presentarse estaba con la persiana medio bajada, coló la cabeza y dijo hola.
- Hola soy Yisel –repitió resonando su voz en todo el garaje- Vengo a recogeg el cose.
Un señor con mono azul y guantes de seguridad levantó la persiana para que pasara. Empezó a explicarle el mecánico que lo habían intentado pero que las cosas estaban muy mal, y como no había dinero ni muchos medios, en vez de un coche, tendrían que conformarse con una motocicleta bomba. Qué más o menos era lo mismo, le mostró una antiguaya negra con cajón rojo de mensajería donde, de vez en cuando la miraba a los ojos, de vez en cuando a los pechos, habían instalado una atómica sucia.
- ¿Qué es una atómica susia?
- Es lo mismo que una bomba atómica pero sin marca, y con algo menos de potencia. Así que si me hace el favor –le entregó portafolio y bolígrafo - de firmar abajo sobre la línea de puntos.
- Ega un cose, un cose bomba, pego me da igual. No quiego sabeg nada. –firmó, atendió dos explicaciones sobre el mecanismo activación de la bomba, se colocó auriculares, el casco, arrancó la moto y salió de el garaje juntando las piernas para ocultarle al señor el verde manzana, uniéndose al tráfico dirección cuartel General del Ejército, Girlfriend in a coma I know I know, it's serious, circulando entre conductores salidos que se le ponían en paralelo para mirarla, y contenta de terminar el trabajo hacía como que se rascaba subiendo desde la rodilla para provocar There were times when I could have "murdered" her, notaba todo el airecito colándose, refrescándola toda por entre sus piernas, but you know, I would hate anything to happen to her.
Se frenaba, se detenía, se detenía, le dio gas, le dio gas, se paró la moto, my, my, my, my, my, my baby, goodbye, intentó arrancar, arrancarla empujándola en carrera, y vio clara la posibilidad de dejar aquel cacharro tirado allí mismo, que explotara la bomba cuando quisiera, y trabajo terminado. There were times when I could have "strangled" her pero le reventaba tanto terminar así aquella etapa que sin tomar la decisión ya estaba empujando la moto que llevaría, calculó unos cinco minutos andando, aunque se derritiera en el asfalto empujaría la moto y allí la dejaría y allí.
- ¡Ah, putain! –gruñó volviéndose al serle pisado el talón de una sandalia.
- Perdón. Ha sido sin querer –se disculpó nuestro hombre-. Es que vengo desde tu casa detrás de ti, pero te has metido en el metro, luego en el garaje, la moto.
- ¿Qué hases tú aquí? – le preguntó quitándose los cascos.
- Coincidencias.
- ¡Y una miegda que me vienes siguiendo todo el libro! Estoy trabajando. Tengo prgisa. Chao.
- ¿Y dónde trabajas, como te va? –se puso a caminar a su lado.
- Bien. – seguía Yisel empujando la moto.
- ¡Bien! Bien claro, bien. A mí… también me va bien y… cuánto tiempo sin vernos ¿verdad? ¿eh?
- Juan Magía –se detuvo Yisel-, que quieges.
- José María, como José María Aznar, como Josémaría Escrivá de Balaguer. Yo lo que quiero es que nos conozcamos, pasear, conocerte como persona que eres y ver si hay una buena comunicación y tenemos cosas en común para, yo qué sé dentro de un tiempo sin precipitaciones, dentro de tres cuatro años casarnos, besarnos, ser felices, poder iniciar una vida en común basada en la comunicación, la confianza, el compromiso, el respeto, y la complicidad de dos personas que se quieren y sienten cariño que va más allá del amor, que supera los años, y contigo tener niños, y contigo ir a Cancún y engordar y envejecer para ir juntos al callista y…
- Bueno quédate con la moto aquí, que yo voy a la toilette.
- ¿Al toillette?
- Sí al lavabo de ese barg.
- Voy contigo no me separaré de ti.
- ¿Prgo tú estás idiota? – exclamó sorprendida al escucharse la pregunta-. Quédate aquí con la moto y pog favog no toques los botones de ensendido de la lus, ¿está clago?
- Vale tranquila. ¡Joder que pesada!
- ¿Que has diso?
- Qué vayas tranquila, que te quiero.
Yisel se encerró en el baño apoyándose contra la puerta. ¿Cómo se podía quitar a ese tío pelma de encima? Denunciándolo, podía denunciarlo, si lo encontraban con una bomba atómica sucia, seguro lo detenían y un día o dos de comisaría no se lo quitaba nadie, con lo que tendría tiempo de escapar. También podía salir apretar el botón y que fueran pasto del Hongo Atómico, podía salir darle una patada en los huevos y echar a correr, pero las sandalias no eran el mejor calzado para correr. Otra posibilidad era echar un polvo con él, y así ya se le quitaban las ganas consideró mucho más digno y placentero quitarse la vida en ese cuarto de baño, ¿pero cómo hacerlo con algo de estilo? Además era imposible ¿cómo iba a poner fin a su vida sin antes haber colgado uno o dos vídeos en la red, y enviado unos mails? Se arreglaba el pelo algo destrozado por el casco dispuesto a salir a la calle y afrontar cualquier desenlace cuando oyó un ruido extraño y rotundo, como una explosión, como si hubiera explotado una bomba. La bomba.
Y pog favog no toques los botones de ensendido de la lus, le había dicho con algo de acento francés pero bien clarito.
Al llegar a la calle Yisel sólo pudo ser espectadora. La gasolinera de la esquina estaba envuelta en una bola de fuego naranja de unos treinta, cuarenta o más de cincuenta metros de altura, y en algún sitio una toma de agua como esas de los dibujos y las películas americanas formaba un bonito surtidor de unos cinco o seis metros de altura cuya agua caía sobre el memo que le había pisado la sandalia y una rubia con coletas cara de niña buena y cuerpo de mujer mala lo miraba con ojos azules, y él a ella con ojos miel, y parecían dos pollos enamorados bajo la lluvia del amor, y Yisel comenzó a liarse un cigarrito de hierba.
- José María, te fuiste sin despedirte, sin una palabra, sin una caricia, sin un lametón.
- Tuve que hacerlo. No tenía otra elección. ¡Pero Linda, estás hablando! ¿Tú no eras sordomuda?
- Pues sí, es verdad. No sé, me habré curado con la explosión.
- Claro. –añadió José María sin tenerlo nada claro.
- ¿Y qué hacías por aquí?
- Pues yo -Yisel le devolvió una mirada de hastío que acompañó con una calada aburrida ante tanto preámbulo, José María pareció comprender, y aferró con ambas manos la cintura de la jovencita risueña de cabellos de oro recogidos en dos trenzas con mirada celeste a la que continuó diciendo-… lo único que he hecho desde aquel día que terminé de desperezarme y te conocí, pensar en ti.
En ese momento apareció un violinista ruso que vestido con frac pasaba por allí interpretando un romántico vals, y un niño impertinente de tos asmática al que los dos se quedaron mirando, les indicó debían quererse mucho, y empujar y empujar. Un vendedor de flores hindú que también pasaba por allí les ofreció rosas chrysler imperial rojas terciopelo en fragancias evocadoras de los jardines alejandrinos, vamos la hostia. José María quiso regalarle una a su chica pero era tan cara que no llevaba bastante dinero y el orgulloso vendedor no accedió a rebajar precio.
Para compensar tal revés, y por si el violinista ruso que seguía tocando a una distancia prudencial fuera poco, las nubes expectantes se pusieron de acuerdo e hicieron un claro en el cielo, que en forma de corazón permitió al astro Sol llegar hasta José María y Linda que en ese momento sólo pudieron besarse y ya siempre estuvieron juntos para intercambiarse frases entrañables, tales como.
- Joder no te cortes las uñas aquí que estoy comiendo.
- A ver si cambias la bolsa de la basura que está que revienta.
- Vete tú a dar un paseo, y no molestes más que estoy viendo la tele.
- Podías limpiar un poco el baño después de afeitarte que siempre dejas todo lleno de pelos.
- Y tú darme un masaje donde yo te diga.
Yisel desplegó el teléfono y se alejó de tanto amor y gasolinera envuelta en bola de fuego, experimentando una sensación de agrado similar a cuando se desprendía de un molesto zapato, o del bikini para bañarse desnuda meciéndose con el mar.



- Tengo un tema gordo en Valencia, con un PAI prácticamente cerrado, el tío pide 1.000 kilos de más. Compramos a 10.000 y vendemos a 20.000. Ganamos 12.000 kilos. Un empresario pone el 50% y yo otro 50%. De mi 50% yo reparto con Ramón Blanco, con Álvaro, con Pablo y con el alcalde... Hay un tema medioambiental que lo desbloqueo yo".
Los PAI (Programas de Actuación Integrada) de la Comunidad Valenciana han sido cuestionados desde el Parlamento Europeo por su supuesta ilegalidad. Para intentar burlar esas reticencias europeas, que aún continúan, el Gobierno Valenciano modificó la Ley Urbanística.



Tomó la salida del metro camino de su sueño, pisar Picadilly Circus la sumergió en aroma intenso, cálido, excitante, embriagador comenzó a buscar girándose alrededor, a unos pasos encontró la causa world´s best cinnamon rolls.
Dentro del minúsculo local increíbles y fantásticos bollos, pidió uno, y mordió tierno, jugoso de canela recién hecho, otro bocado hasta que su boca estuvo satisfecha, colmada por esa delicia.



Tierras de comercio denominadas ante la egipcia y faraona Hatshepsut, como el País de la Canela, británicos, franceses, e italianos ocuparon milenios después algunos de esos territorios que en 1960 pasaron a constituirse en país de nombre Somalia, gobernado por su presidente que resultó asesinado en 1969, seguido por otro elegido por la junta militar tras un golpe de estado.
Por estos años Somalia tuvo a la URSS como amiga y protectora hasta que Moscú se puso de parte del enemigo, la vecina Etiopía con la que Somalia había entrado en guerra.
Las condiciones extremas de pobreza llevan a un grupo opositor al poder. Pero enfrentamientos entre clanes y etnias conllevan a la desintegración del país en varios gobiernos y zonas como Somaliland, Jubaland, Puntland.
Ya sin un gobierno central, en 1992 la ayuda humanitaria es rechazada junto con las tropas estadounidenses que la reparten.
Se realizan algunos intentos internacionales por reunificar y gobernar un país cultivado de miseria y muerte, mientras en el mar pesqueros y buques de distintas naciones aprovechan la desprotección de las aguas para acabar con la pesca y verter residuos frente a sus costas. En 2001 Estados Unidos reaparece en el Golfo de Adén liderando una coalición antiterrorista, que reordena el Cuerno de África en distintas porciones, entregándolas al mando y control de señores de la guerra. Cansados de extorsiones y pagar enormes tributos a los anteriores, comerciantes de la urbe buscan estabilidad y dan soporte a la Unión de los Tribunales Islámicos que en junio de 2006 toman la capital, Mogadiscio.
Pero este nuevo orden no satisface al Pentágono y se acusa a los islámicos de dar cobijo y nutrir a organizaciones terroristas, con lo que se procede a terminar de armar hasta los dientes a tropas cristianas etíopes, que ya venía Washington entrenando y mimando desde 2002. Armados y con apoyo de aviones, buques de guerra y otras tecnologías estadounidenses, en una semana y un día los etíopes toman Mogadiscio, y junto con unos 20.000 soldados se instaura un nuevo presidente de transición al gusto de los Estados Unidos que una vez hecha la guerra, llamó instando a la ONU para que desplegara en la zona un ejército de Paz.
Así las cosas, el número dos de Al-Qaeda, Ayman Al-Zawahiri, llamó a la resistencia. Instó a todos los musulmanes a responder al llamado de la yihad en Somalia. (...) La verdadera guerra va a comenzar con múltiples ataques contra las fuerzas etíopes de agresión. (...) Recomiendo las emboscadas, las minas, las operaciones suicidas, la guerra de guerrillas en Afganistán e Irak. Al tiempo, Abdulharim Ali Modei, portavoz de los Tribunales Islámicos, aseguró que su movimiento “no había sido vencido. Sus hombres se rehicieron al sur del río Juba, fronterizo con Kenia, territorio en el que los etíopes en combinación con fuerzas especiales estadounidenses, y aviones de combate AC-130 con base en Djibuti, persiguen y dan muerte a los islamistas.




«En agosto de 2006 recibió nuestra carta. Desde entonces no ha dado ningún paso para contactar con ETA y pagar ese dinero a pesar de tener las vías para hacerlo. Le hicimos llegar una segunda carta en abril de 2007 recordándole la deuda que tenía.

Sr. Ygriega, le hicimos la petición de 80.000 euros. Según los datos que tiene ETA no tendría que tener problema para juntar ese dinero. Por lo tanto esa petición sigue en pie y además le queremos hacer saber lo siguiente:

Desde este momento en adelante, señor Equis Ygriega, usted y sus bienes (Transportes «ZETA, S.A.») son objetivo operativo de ETA, quedando en manos de ETA cómo y cuándo actuar contra usted. Para que esta situación sea reversible, la única solución sería que recibiéramos el dinero pedido».




7°59′N 49°50′E. Eyl Tohwn, Puntland.

Tras combatir para algunos ejércitos, y cuando no había guerra pescar, Abshir por fin a conseguido estabilizar su situación, hoy a dormido con su segunda esposa y echo el amor con ella mientras su primera amamantaba los lloros de Osama su segundo niño y cuarto hijo.
Al asomarse por la ventana y mirar donde el Mar Rojo se abría océano encontró un mar plata picado y una columna de humo negro que partía denso, de alguna embarcación en llamas diez o quince millas mar adentro.
Aún desnudo encendió un cigarro, cogió teléfono, y llamó al geek ucraniano de cuya tripulación era el segundo de abordo, para obtener explicaciones sobre esa columna negra que debía estar humeando al mismísimo Alá.
Con más de veinte embarcaciones algunas retenidas mar adentro, otras en el puerto, todos los días traían novedades. Colgó tranquilo y sabiendo que no tenían nada que ver se puso unos minutos a jugar béisbol con la Wii, y siguió camino, al salir de casa charló con uno de los traductores, y conduciendo su nuevo Hyundai llegó al muelle donde habían amarrado al carguero alemán con bandera argentina y dieciséis tripulantes.
Saludado por varios centinelas y sus AK-45 al hombro, que vigilaban en cubierta, procedió a revisar el confinamiento y bienestar de los retenidos, relevó al que había comandado la noche terminando de desayunar y siguiendo lo establecido para conocer la última hora en cuanto a las negociaciones, y tramitación de el abono de 1,5 millones de dólares requerido como concepto de liberación, solicitó comunicación con Londres.



Tal y como le sugirieron y únicamente con agua Yisel procedió a lavarse el pubis, dos días antes exquisitamente depilado a la cera, secó ligeramente y pasó a la camilla de trabajo donde sin notarlo, en oídos, pies, y quizás otros lugares le insertaron agujas para que durante el proceso sólo sintiera, calma y relax al hilo de una reposada melodía oriental, la enfermera retiró la tela que la cubría y conforme le indicaron, abrió y colocó piernas para que el maestro en el arte pictórico del tatuaje pudiera comenzar a trabajar su sueño. Una mariposa carmesí volara cada vez que abriera sus piernas, que hipnotice a los hombres con el movimiento de sus ojos alados de malva, capaz de mover y cambiar el mundo con su batir, aleatorio capricho que estimule voluntades y cambie destinos, que venga y vaya perfumando ambrosía y como puertas de baptisterio acoja a nuevos creyentes en la doctrina del placer, suave armonía inspiración de amor, creatividad incienso y violetas entre la noche y el alba, fue saludada y el maestro se dispuso, comenzando a crear.
Tras Las Vegas viajaría a Dubai, a Sanghai, toda mariposa necesitaba volar, pasaría por Suecia y allí haría el amor con alguno de esos nuevos piratas que terminaban de alcanzar más de 200.000 votos y aunque uno o dos representantes en el Parlamento Europeo no pasaran de anécdota, eran luz en el mar anunciando opciones más allá de, derecha e izquierda, y puede si más jóvenes entraban en participación, todo pudiera ser, un tanto más amable, más humano.



Con una media anual de 1.945 horas de Sol, superior a la de cualquier lugar de el Reino Unido, y una economía de servicios financieros que hace disfrutar a sus habitantes de una privilegiada renta per capita, equiparable a otros paraísos fiscales como Luxemburgo, o Bermudas. Emiten su propia moneda y entre inglés y francés, conservan un dialecto proveniente del normando, jerseiés.
Actualmente vinculada a La Corona Británica que por su codiciada ubicación estratégica, de 1940 al 45 ocupada por la Alemania Nazi, ya en el 1066 esta junto con otras islas vecinas fueron anexionadas a Gran Bretaña.
Antes normandas, y antes vikingas donde al añadir la partícula ey indicadora de posesión al nombre de posible héroe local de nombre Geir. Se pudo obtener el nombre de la isla. Geirey, por donde ya habían pasado los romanos.
Les Minquiers, Les Écréhous, Les Pierres de Lecq, y la isla de Jersey junto a otras forman parte de un grupo de islas ubicadas en el Canal de La Mancha.
Capital, Saint Helier. 28.000 habitantes.
Población, 92.000 habitantes.
Superficie, 116 km².
Isla de Jersey, Reino Unido.
La película que se desarrolla en la isla de Jersey, con posibles reminiscencias a Henry James en Otra Vuelta de Tuerca, fue la coproducción española más taquillera hasta su fecha, protagonizada por Nicole Kidman nominada candidata a la mejor actriz, y 8 entre el de mejor película los premios Goya que ganó.
Ágora, (2009).
Mar Adentro, ( 2004). Oscar a la Mejor película de habla no inglesa.
Los Otros, (2001).
Abre los Ojos, (1997).
Tesis, (1995).
Director de cine.
.(Chile ,Santiago). 2791 sotnaC rabanemA odnanreF ordnajelA



Margaret Carter, recibió a Lucy y a Ely con retóricos abrazos. Sentadas en torno a tazas y jarra de té, unos sandwiches, y pudin comenzó a reproducir una a una las fotos de su viaje de novios a bordo de el Seabourn Spirit, charlando, comiendo, pasando las fotos del crucero, una tras otra tomando el sol en cubierta, leyendo el periódico en cubierta, bañándose en la piscina de cubierta junto al recién estrenado marido, foto tras foto hasta que en la pantalla apareció una imagen que enmudeció a sus amigas, ella misma Margaret Carter sonriendo pegada a un corpulento pecho desnudo de inmenso hombre negro, vestido con unos pantalones rojos y al hombro un fusil de asalto.
Lucy y Ely la miraron esperando el pie de foto. Comenzó Margaret explicando estaban en la cubierta disfrutando unos daiquiris cuando sin previo aviso fueron atacados con lanzagranadas por dos lanchas de piratas. Eran realmente negros, altos, gigantes, muy peligrosos, apenas hablaban nuestra lengua, y sus pieles sudadas olían como a hierro oxidado. Nos encerraron en el restaurante, y allí estuvimos hacinados durante dos días. Cuando anunciaron que habían obtenido el rescate y quedábamos en libertad le pedí una foto a uno de ellos como recuerdo y Oliver tomó esta que ahora estáis viendo. Fueron unas horas realmente terribles. ¿Un poco más de té?



Agradecemos a los corruptos, su colaboración indirecta pues sin ellos no hubiera sido posible este libro en el que se ha pretendido un texto agradable, distendido, pues para tramas enrevesadas sólo tenemos que ir un poco más allá de las noticias que nos ofrecen cada día los informativos de la televisión, y obtendremos en cualquier terreno, personajes, tratamientos, y realidades que superan con creces, y por desgracia seriedad las de cualquier texto de ficción, en crueldad, en dramatismo, e incluso a veces en comicidad, pero bueno, sin pretender ser un manifiesto, que ya los hay, y los escribieron otros que frecuentaban bistros de París y otras ciudades, mencionaré que entiendo el humor como una de las mejores maneras de enfrentarse a los asuntos más graves que nos depara la realidad, que nos depara la vida. Es por eso que Inspirado en un texto de aires dramáticos terminado de escribir en el 99, decido reinventar, parodiar, trasladar a farsa, sátira, o como los estimados críticos tengan a bien interpretar, un tema de extrema gravedad como es el del terrorismo, que junto a la corrupción de algunos políticos, la crisis económica mundial, la crueldad hacia los animales, merecen ser presentados, puestos encima de la mesa, abordados desde la óptica del humor que en ocasiones olvidamos y es válvula de escape, capaz de reequilibrar y solucionar, dar entrada y propiciar soluciones a problemáticas que han de ser tratadas y desde otros enfoques resultan difíciles de contemplar.
Y nos quedamos con ganas de escribir más sobre esta sociedad y el ser humano, sobre los Niños Piraña que se prostituyen, delinquen y drogan compartiendo residuos alimenticios, vertederos y callejones con las ratas de Lima www.madrecoraje.com, y de otros, pero no a lugar en este texto, donde hemos, y al decir hemos estoy diciendo he, practicado una escritura neutra, si no un tanto lo contrario y es que tras una visita a Barcelona en la que tomando cervezas nuestro amigo Luis, nos dijo a Javi y al que escribe.
- Zapatillas o zapatos, hay que definirse.
Comencé a entender la imparcialidad, es un tanto como el marrón papel de estraza, que ni para escribir carta de amor, ni de textura ideal para limpiarse tras cagar. Y es que las guerras y bombas no son neutrales, ni imparciales, tampoco el hambre, el sufrimiento, las desigualdades, la vida. Y bueno ya vamos terminando con una simpática canción que espero os guste, Don´t take my coconuts, The Coconuts.



Doris, You can take my Frosted Flakes
Doris, You can take my Shake 'N' Bake
Doris, You can take my Burger king
Doris, You can take my Ring Ding

[Chorus]
But Don't don't don't Don't take my Coconuts
Don't don't don't Don't take my Coconuts
Don't don't don't Don't take my Coconuts
Don't don't don't Don't take my Coconuts



Qué dulce lujo divagar entre músicas y nubes acompañado por la ensoñación de lo incierto, ¡y qué hambre! Para finalizar agridulce y picante, chocolate puro, naranjas y guindilla. Un postre ideal para antes y después de lo que cada uno quiera, pueda, y le dejen, que además permite acompañarse con cafés, carajillos y chupitos, besos, amor y champán, más champán.



Doris, you can take my Shrimp Fried Rice
Doris, you can take my Italian Ice
Doris, you can take my Chocolate Mousse

Doris, you can take my Cous-Cous

[Chorus]
But Don't don't don't Don't take my Coconuts
Don't don't don't Don't take my Coconuts
Don't don't don't Don't take my Coconuts
Don't don't don't Don't take my Coconuts



Tarta Rabiosa de Chocolate y Naranjas.

Ingredientes:
150gr chocolatito purito (70%).
1/2 cucharadita guindilla molidita.
1/2 cucharadita de cafetito instantáneo.
75gr harinita de repostería.
11/2 levadurita en polvito.
125gr de azuquita.
125gr de mantequillita.
5 huevecitos.
Pizquita de bicarbonatito.
2 cucharadas y media de cacao en polvito.
1 cucharada de agüita.
1 cucharada ron doradito.
Piel ralladita de media naranjita.
1 cucharadita esencia de vainilla, vainillita.

Para la coberturita:
300gr azuquita glass.
25gr cacao en polvito.
125gr de mantequillita.
4 cucharadas de agüita.

Elaboración:
Precalentar horno a 160º y forrar y engrasar un molde para tartas de 20-22cm.
Fundir el chocolate al baño maría o en microondas. Una vez fundido, añadir el café y guindilla en polvo. Remover bien, retirar bol y dejar enfriar.
Mezclar bien la mantequilla con el azúcar en el robot de cocina o con una cuchara de madera. Poco a poco incorporar el chocolate fundido y 4 yemas de huevo. Añadir la harina, levadura y cacao. Mezclar todo y luego añadir la piel rallada de naranja. Mezclar con una cucharada de metal grande y finalmente, añadir el ron, la vainilla y el agua.
Montar a punto de nieve las 5 claras. Incorporar a la masa con infinita delicadeza, combinando las claras con el resto de la mezcla con una cuchara grande, haciendo pliegues u ochos para mezclarlo bien.
Verter la mezcla en el molde y colocar en el horno durante 40-50 minutos (el tiempo puede variar según hornos). Para saber si está hecha, pinchar el centro con un pincho o palillo. Si sale limpio, está terminada la tarta.
Sacar del horno con mucho cuidado y dejar la tarta enfriar sobre una rejilla de cocina. Una vez fría, podemos hacer la cobertura de chocolate.
Para hacer la cobertura combinar el azúcar glass y el cacao en polvo en un bol. Fundir la mantequilla con el agua en un cazo a fuego muy lento (no debe burbujear). Una vez fundida, vertir sobre la mezcla de azúcar y cacao y mezclar muy bien. Untar la parte superior y los lados de la tarta con la cobertura con un cuchillo ancho o una espátula. Se puede dejar así, o adornar con naranja confitada y virutas de chocolate puro.

Un consejito:
Si la cobertura sale demasiado líquida, simplemente añade un poco mas de azúcar glass. Debe tener la consistencia de nocilla / nutella. Para lograr que se quede lisa una vez untada por la tarta, calentar una cuchara en agua muy caliente, y pasar esta sobre la superficie de la cobertura en la tarta. Le da un acabado muy alisado.



Doris, you can take my Marmalade
Doris, you can take my Sugar Cane
Doris, you can take my Baby Ruth

Doris,z
[Chorus]
But Don't don't don't Don't take my Coconuts
Don't don't don't Don't take my Coconuts
Don't don't don't Don't take my Coconuts
Don't don't don't Don't take my Coconuts.