sábado, 15 de agosto de 2009

OPINIONES

- Pues a mí Coincidencias me ha resultado una lectura divertida, un libro muy recomendable, de un derroche imaginativo extraordinario.
- Pues a mi no me gusta,
- Pues para mi es un libro que me ha encantado, lo he leído dos veces, una maravilla de la sátira y el humor, una visión ácida y necesaria de nuestros días.
- Pues a mi no me gusta.
- ¿Por qué, rechazas el texto?
- Pues porque sí, y ya está.

Sección para añadir comentarios, opinar, despotricar, e insultar al cerdo malnacido que es el autor de un texto que sólo merece la hoguera.

viernes, 14 de agosto de 2009

EXTRAS, ANEXOS, Y DIMENSIONES




Extras, anexos y otras dimensiones del texto Coincidencias, de Sergi Durà. Son algunos no todos, por ello nos tenemos el placer de invitar e invitamos a añadir nuevos aspectos y enlaces a placer del albedrío de cada cual.

Canciones.
Jorge Drexler http://www.youtube.com/watch?v=oCjpqx3cXs0
Franz Ferdinad
http://www.youtube.com/watch?v=25sBhhOR4lw
The Killers
http://www.youtube.com/watch?v=3Oec8RuwVVs
Albert Pla
http://www.youtube.com/watch?v=SJnpjmBFutk
Manic Street Preachers
http://www.youtube.com/watch?v=EoMX-yLB7m0
The Smiths
http://www.youtube.com/watch?v=xgtitHA22i0
Kid Creaole & The Coconuts
http://www.youtube.com/watch?v=N0Tv8mi7VnQ
http://www.youtube.com/watch?v=t2YPqGv3vPM
Radios
FIB RADIO
http://fiberfib.com/es/comunidad/radio/
Atiawa Toa FM, Lower Hutt, New Zeland
http://www.atiawatoafm.com/
Films
El Resplandor.
http://www.youtube.com/watch?v=JA0vW6QC7Lw&NR=1
http://www.youtube.com/watch?v=Rmn6FRgYwBQ
Un hombre lobo americano en Londres.
http://www.cinetube.es/indices/peliculas.html

Diálogo Camps - El Bigotes.
http://www.casttv.com/video/hrgn161/conversacin-entre-francisco-camps-y-el-bigotes-grabada-por-la-polica-video

Receta Pastel de Chocolate.
http://www.youtube.com/watch?v=iCEBhYSNvXM

Lenceria
Vistoria´s Secret 2008. Part I.
http://www.youtube.com/watch?v=xW7mrUEspz0
Victoria´s Secrets 2008. Part II.
http://www.youtube.com/watch?v=Ltic-yrtCzM

Sergi Durà Fans Club
http://sergidurafansclub.blogspot.com/



COMIENZOS


Una muestra bastante significativa. Así, fueron los comienzos fríos, húmedos, y hostiles como la tarde en la cual me acerqué a una antigua Oficina de Correos donde con apenas 18 recibí mi primer rechazo editorial. Guardo con especial cariño ese papel impersonal de rechazo que parece escrito a máquina, sin que mediara en él medio informático alguno.
Tras esta nota rechazando EL PRECIO DEL DESEO especie de ensayo rabioso en el que volqué algunos de mis pensamientos sobre la vida, la muerte y el deseo, decidí que un día esos que me habían rechazado se comerían sus palabras.
En fin que seguí escribiendo, y a esta carta de rechazo le siguieron muchas, muchas más de otras editoriales, de agencias literarias, etc, y de todos a los que envié la que resultó ser mi primera novela, Pistolas y Rosas.

EL PROCESO

El Proceso es un libro de Kafka.
En cuanto a otro tipo de procesos, como el que media en la creacción literaria, lo voy a hacer tan sencillo como pueda, pues si me extiendo y extiendo, convertiré la mantequilla en margarina desprovista de proteinas y vitaminas.
PARTES DEL PROCESO LITERARIO, SEGUIDAS EN CONCEPCIÓN Y ESCRITURA DE COINCIDENCIAS (1995-2009).

  1. La idea: partimos de una idea de amor imposible, como lo son las rosas azules.
  2. Primeros pasos: escribo unas 50-60 páginas, que para nada valen.
  3. Organización: leo unos cuantos libros de Cómo escribir un libro, Cómo escribir un best-seller, El arte de escribir, el arte del colmo triunfar en dos pasos y medio, y mi clara inteligencia me indica que necesito una especie de guión, de estructura previa al acto de escribir.
  4. Estructura: como un mapa con el punto de partida, como planos antes de comenzar a edificar, tan necesaria como importante.
  5. Contenido: una vez los personajes van y vienen por una historia, entiendo la trama necesita escenario de conflicto. Manejo dos posibilidades Inmigración africana a España, conflicto vasco.
  6. Elegido conflicto vasco, me traslado a Navarra y comienzo a escribir.
  7. Como autor novel, tiendo a volcar demasiados elementos, en la que resultará mi primera novela que titulo Pistolas y Rosas.
  8. Una vez terminada, la reescribo, la repaso, la reescribo y la vuelvo a reescribir.
  9. La presento a editoriales, certamenes literarios, agencias literarias.
  10. Y cuando en 2009 se alinean los planetas y bailan las estrellas al son de una publicación ocurre lo siguiente:
    A- Me veo obligado a releer el texto para, pienso, hacerle alguna revisión antes de su publicación.
    B- Al releer el texto primero entiendo está correcto. Segundo, comprendo es un tanto romántico-ñoño.C- Así pues decido realizar algunos cambios que hagan de el texto una obra actual, decido la sustitución del personaje principal por una mujer, busco refugio en Juvenal, y realizo el primer cambio en el texto sustituyendo la palabra moto por motocicleta, comienza aquí un proceso que denominaré sin más, DARLE LA VUELTA AL CALCETÍN (con sección propia) y con él la concepción y escritura de un nuevo texto Coincidencias.

PISTOLAS Y ROSAS

PISTOLAS Y ROSAS
SERGI DURÀ
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PRIMER CAPÍTULO
Puedes descargarte el texto integro gratis en



MARZO 98. MADRID.

A partir de las ocho de la mañana el tráfico en las calles de Madrid era denso y lento. A las diez avanzar unos metros podía suponer interminables minutos entre los humos despedidos por los tubos de escape y las continuas luchas por ganar unos centímetros, conducir se hacía insoportable.
Una moto roja con su cajón trasero de mensajería avanzaba serpenteando entre coches y autobuses. La conducía un hombre vestido con vaqueros, chaqueta plastificada, casco y guantes. Este es el momento, pensó. Este es el día.
El individuo subió a la acera montado en la moto, la dejó apoyada en una farola, sacó la llave del contacto y echó una rápida mirada a su alrededor. Bajo de la moto. A través de la piel de su guante tanteó el botón de encendido de la luz delantera, para luego acariciarlo. Se mordió el labio superior levemente y apretó aquel botón con firmeza, hasta el fondo.
Veinte segundos.
Aquel hombre empezó a alejarse de la moto sin quitarse el casco, no se preocupo de encadenarla ya que nadie tendría tiempo de robarla. Del bolsillo interior de su chaqueta saco un sobre color crema, tal como estaba previsto. Andaba sin prisas entre el tráfico y los coches aparcados sin apenas dejar espacio entre ellos, dirección a la Plaza de Tetuán siguiendo el plan elaborado semanas atrás. Pasó junto a dos mujeres que discutían de forma natural. Vio como una madre recogía el chupete que su hijo había tirado al suelo desde el cochecito. No le gustó que el bebé estuviera allí. Un señor mayor vestido con corbata y suéter azul marino de pico lo miró de arriba abajo a través de sus gafas, con aire de superioridad, al mismo tiempo que daba vueltas a su bastón de brillante madera granate, haciéndolo girar sobre sí mismo. Deseó su muerte.
Catorce segundos. Trece.
Atrás quedaban dos hombres que se daban la mano en la puerta de un bar. El semáforo cortaba el paso a un grupo de estudiantes que reían carpetas en mano. Un coche rojo se le cruzó a menos de medio metro, en dirección contraria a la suya. Él sabía cual era esa dirección. ¿Quién sino él podía saberlo mejor? Él, quien durante semanas había dedicado gran parte de sus pensamientos conscientes, y la mayor parte de sus actos, hora tras hora, día tras día, a preparar todos y cada uno de los detalles para que todo saliera bien, para conseguir el mayor éxito, el mayor número de heridos, la cantidad máxima de cadáveres.
Siete. Seis segundos.
El autor de la masacre que se produciría cuando los 35 kilos de amosal, goma-2 y metralla reventaran explotando en el cajón trasero de la moto seguía alejándose del lugar donde en breve se presentaría la muerte acompañada del dolor, las lágrimas y el más áspero llanto. Tras el gran fogonazo algún zapato quedaría para siempre fuera de su pie, alguien pediría oxígeno a gritos, los periodistas intentarían sacar fotos al pálido rostro de los moribundos. Mantas cubrirían cuerpos sin vida y cintas puestas por la policía frenarían el paso a los curiosos hasta que llegara el juez para ordenar el levantamiento de los cadáveres.
Tres, dos.
Mantenía la calma aunque en su interior el pulso frenético hervía la adrenalina, paso a paso, mostrando tranquilidad el terrorista daba la espalda a la inminente tragedia preparada por él con la astucia de una alimaña sedienta de sangre. Lanzándose a matar de lleno, obsesionado, sin ningún tipo de duda o sombra en su corazón. Tres muertos mejor que dos, fueron sus ultimas palabras antes de salir para Madrid.
Un escalofrío recorrió su cuerpo justo antes de la explosión, sintió angustia. Lo siguiente fue un trueno retumbando en su nuca. Al mismo tiempo el aire se convirtió en un muro de piedra que lo golpeó por la espalda, levantándolo del suelo, para dejarlo caer dos metros más adelante. Quedó enrollado en posición fetal, tardó en reaccionar el tiempo de un segundo. No había sufrido daño alguno. Se quitó el casco y lo dejó en el suelo. Se levantó. Tenia que huir, seguir alejándose del lugar del atentado que en pocos segundos sería tomado por la policía. El tiempo corría en su contra. Tenía que seguir el plan como había hecho hasta ahora, si no lo hacía todo podía fracasar. Recordó entonces que debía deshacerse de la chaqueta, se la quitó dejándola caer tras él.
Seguir el plan, el plan era lo único que debía tener en su mente. Entre las directrices de éste había una prohibición muy concreta: No mirar nunca hacia atrás.
Sabía que no debía de volver la vista atrás, tenía muy claro que debía seguir caminando en dirección a Tetuán. Pero sin poder explicarse cómo, quizás debido a estupidez, a la falta de disciplina, a ese instinto humano llamado curiosidad que a tantos ha llevado a la tumba, o el anhelo de ver con sus propios ojos lo que el mismo había provocado hizo que se diera la vuelta.
Se sintió muy mal.
Llovían trozos de cristales que venían del cielo. Oyó gritos de pánico de gentes que se alejaban corriendo en todas direcciones, estos gritos dieron paso a los quejidos del daño y del dolor de gentes a las que quizás les faltaba una pierna, gentes a las que no podía ver debido al humo. Ningún coche tenía cristales, y las carrocerías parecían haber sido golpeadas por cientos de piedras. Una naranja perdida para siempre terminaba de rodar. Más allá, veía como un coche se había convertido en una bola de fuego, el calor de las llamas llegaba a su cara. Podía oír cientos de alarmas aullando, alertando de lo sucedido, lo mismo que campanas avisando del cercano fuego. Los berridos de un niño desesperado se metieron dentro de su cabeza. En el semáforo había gente tirada en el suelo en posiciones que no parecían humanas, tuvo que apartar la vista. Olía a quemado, a plástico, a hierros. En medio de la calle entre el humo ahora blanco que empezaba a diluirse una mujer vestida de harapos contemplaba absorta sus temblorosas manos de las que brotaba sangre.
La farola junto a la que había dejado la moto estaba partida en dos, tronchada a un metro del suelo, algunos cables la unían con la otra mitad caída sobre los coches, inerte.
Quedó cautivo por la brutal transformación y sufrimiento que había provocado. De su cerebro surgió un mensaje urgente. Huir. Fue entonces, antes de volverse y no mirar nunca más atrás, cuando vio algo que paralizó por completo todos sus movimientos, pensamientos y recuerdos. El tiempo y el espacio dejaron de tener sentido lo mismo que su propia vida.
Pasó un tiempo, milésimas de segundo, quizás siglos, en el que su mente no podía admitir lo que sus ojos estaban viendo con total nitidez. No. No. Se negaba a admitir la evidencia. La adrenalina que lo inundaba se transformó de golpe en sudor frío y oscuro que mojó toda su piel. Siguió inmóvil, su garganta quedó seca, los músculos de sus ojos se esforzaban por fijar más y más aquella imagen en su retina. No había duda, la visión era perfecta. De repente recordó el mal sabor del café que tomó esa misma mañana, enfrente de la parada de metro. Estaba flojo, insípido, ni siquiera estaba caliente. Malísimo. No, no volvería a tomar café en ese bar. Ni café ni ninguna otra cosa. Si no sabían hacer un café, cómo harían un bocadillo.
Más que creer deseaba, necesitaba ser presa de una alucinación, aquello no podía ser verdad, no podía ser verdad porque además no había ocurrido. Cerró los ojos. Cerró los ojos y respiró profundamente deseando que lo que antes había visto, fuera un producto de su mente, quizá ahora vería caballos atravesando un río. Entonces sabría que su mente se había trastornado, y por eso fallaba haciéndole ver horribles imágenes. Quizás me haya vuelto loco, imaginó con alegría, todo antes de que su visión fuera real. Despacio y con miedo empezó a abrir los ojos y de nuevo vio.
Sintió tanto dolor, tanto daño, tanta pena... quedó vacío. Sólo deseo haber muerto mucho tiempo antes de haber nacido.
Nunca la vida se había mostrado tan caprichosa y despiadada. Antes de ver aquello hubiera clavado agujas en sus ojos, antes de ser el causante de aquella aberración hubiera acabado con su vida tragando vidrios, enterrándose vivo o prendiéndose fuego después de rociarse con gasolina.
-Sube -oyó gritar a su lado.
Junto a él había aparecido un coche blanco, su puerta trasera estaba abierta invitándole a entrar.
-Sube. Ahora.Alguien lo cogió por el brazo metiéndolo dentro del coche. La puerta se cerró. El coche se alejó por la primera a la izquierda

COINCIDENCIAS




© SERGI DURÀTexto Protegido en Registro Propiedad Intelectual. Queda prohibido cualquier uso no autorizado por el aútor.


© BROSQUIL EDICIONES. SL








PRIMERAS PÁGINAS




Antes de las ocho de la mañana el tráfico en las calles era denso y lento, luego colapso continuo e insoportable. A esa hora, nuestra protagonista en delicada prenda articulada por finas tiras elásticas y porción de tela en triángulo isósceles perfecto, y en este caso semitransparente tanguita frambuesa, retozaba inquieta entre la sábana caprichosa que se colaba acariciándole suave entre las piernas, suave muy suave pero con firmeza rítmica un caballo negro era cepillado por un hombre desnudo de espalda sudorosa que su deseo paladeó salada de mar, culo prieto y piernas como columnas, ajeno a su presencia el hombre seguía cepillando al animal, y sólo el equino en mirada cómplice, la veía acercándose entre olores de cuadra, establo caballo, hombre y paja, contempló su mano de uñas fresadas y la deslizó por entre los muslos del cepillador para al tiempo lamerle la nuca cuando aquel dios manifiesto se giró transformado en quien por desgracia conocía, intentando besarla con dientes aderezados con algún trozo de hamburguesa por masticar, briznas de lechuga, y pasta de patata frita en los asientos de las muelas.
Con nombre de estrella o de pez, y apellido resonando en copa de vino, Yisel despertó en el momento exacto para evitar un horrible fin. Sobresaltada pero aliviada ante la evaporación del terrorífico monstruo, pensó en quedarse dormitando un ratito pero apenas dispuso de tiempo para ponerse una bata de raso que tan corta como azul apenas la cubría permaneciendo desnudas sus bien formadas, vigorosas, y espléndidas largas piernas, que la llevaron de puntillas pies descalzos al baño para asomada al infinito agujero de espacio y tiempo que es todo váter, vomitar la angustia agria que ahogaba succionándole el estómago, estrangulándole la garganta, tras haber vuelto a mal soñar con el Chico Cocodrilo.
Ni en Dios, ni en Satanás, Yisel no creía en esos cuentos pero si en el poder revelador que encerraba la ciencia adivinatoria de los sueños. Podía consultar el libro Sommeils, Clés d'Interprétation que le había regalado su amiga Jessica, la exocupa de Barcelona. Lo tenía ahí mismo, encima del escritorio bajo unas piedras volcánicas de Lanzarote, pero qué falta le hacía consultar ningún libro para entender el significado de ese sueño. Llevaba cinco días sin sexo, por lo que tenía ganas de tío, y si era potente y la tenía grande como la de un caballo pues mejor que mejor, esto por un lado, lo más preocupante era la aparición de a quien Yisel, que desconocía y para nada le interesaba su nombre, denominaba Chico Cocodrilo, porque de las pocas veces que lo había visto ya la primera y subsiguientes siempre llevaba, verde y antiguo, un pequeño cocodrilo cosido en sus ropas, Continuó con la segunda parte que toda buena vomitera reclama, y asumió el presagio impertinente que el sueño tornado pesadilla le anunciaba, comprendiendo que antes que la próxima luna estuviera blanca, amarilla, o rojiza redonda brillando en el cielo el Chico Cocodrilo reaparecería, una vez más, estropeándole el día.
- Qué mal gollo. –afirmó sin separarse de el váter, que en ese momento le trajo a su memoria esa mañana deslumbrante de sol, calor inhumano, y pegajosos insectos en la que se entrecruzaron sus pasos. Comenzó a cepillarse los dientes, y con su boca fresca de menta prosiguió a examinar e higienizar la bolita pearcing que habitaba bajo el labio inferior de su boca y le colocó aquel chico ruso, unos días antes de aquella tarde de fiesta en que visitaron los bosques cercanos a Barcelona para comer hongos en la noche en la que conoció a la ocupa que luego le regaló el libro, a un psicólogo reciclado jardinero y escribía un libro de ajedrez en inglés, a Toni más vale cabeza de ratón que rabo de león, decía superingenioso, a una pareja de chicos uno de ellos primero enamorado luego de las setas encarnación de Jorge Drexler, el otro el alemán con quien pasados unos días compartió habitación, y hablaban tanto de tíos, de pollas, y de la situación en el tercer mundo, que entre reír y llorar, fumar y fumar, y algunas salidas a discos, esa semana apenas durmieron veinte horas. Me voy a trabajar a Sri Lanka para Dentistas sin Fronteras le comunicó él, para todo seguido aparecer, cual arte de magia frente a los ojos de Yisel, dos entradas para el FIB.
- We’re going down to the music, to the fiesta!
Sonaron los pitidos nada más saltaron dentro del tren que casi pierden, se cerraron puertas y comenzó a moverse primero lento, luego más rápido y de tanta risa que les había entrado compartieron una pastilla que primero los hizo hablar, luego bailar en un vagón donde todos los que estaban iban al festival, y el alemán se besó con otro alemán, y Yisel tras participar la cola de gentes que daban a los servicios usos múltiples, se encerró en el lavabo con un inglés durante doce minutos casi trece en los que no les hizo falta decirse ni una palabra pues ambos llevaban música en los oídos, sintió Yisel el pasar fugaz de otro tren muy rápido en dirección contraria y en el vientre orgasmo, venía que venía el verano rojo intuición de frutas, bailes nocturnos descalza sobre arenas canela, guitarras lejanas, aromas a pino, vinos, estrellas adornando su piel, pezones excitados, gafas de diseño, labios calientes de sol, salivas, sustancias corrosivas, presentía olas acercándose y regresando, ciclos de luna, penetraciones intensas, miradas azules, las estrellas brillando en tiempo acordeón notas yendo y viniendo, sintiendo momentos por llegar, hablando con camareros en ciudades por visitar, paladeando humos, ginebras, caramelos, pastillas, endorfinas y cocaínas, lenguas de nicotina, un pene a la mantequilla, la danza de un cigarrillo hipnótico, el azul de la Tierra, perfumes y pólvora en el aire, deseos carnívoros de hombre en sus manos, de carne en sus labios, viento en el pelo, y en el pelo noche durante toda la noche, saludos diversos, subían los tonos, se preparaban los vatios, llegaba el momento, se estremecía, desesperaba, se felicitaba, abrazaba, besaba, reía, compartía, contemplaba, vibraba la llegada de la música, se abría receptiva, y frente al escenario fue el alemán, su zapato cobró vida, escuchó risas rápidas de niños pedaleando entre campos de vainilla, amor bajo tormenta, el trasero de un chico, el aire tocado dulce marihuana, el calor de un beso que se dieron más alante, mientras coreaban a los teloneros un estudiante chino moriría, de quien nunca sabría, un rapero chileno, una peluquera de nombre María que había viajado a Kenia, Londres, París, Nueva York, Madagascar, Kocomo, India, Australia, Arrecife de Coral, Marruecos, Buenos Aires, Panamá, en El Amazonas, en Dubai hace tres meses hizo el amor, les gustaba follar varias veces por semana, echar un polvo de tanto en tanto, practicaba submarinismo, besaba, bailaba, trabajaba, iba a clases de francés, pero que importaba nada cuando el escenario que todos formaban prometía inminente amanecer verde cerveza láser y hierba, qué se diluyera el universo y se volviera a refundir, estallaron las luces, Adalbert le metió una pastilla en la boca y compartieron instante eternidad en escenario Franz Ferdinand.
Rememoró músicas, sensaciones violeta se agachó un tanto para bajar dejando caer el tanguita a sus pies, y como si se supiera observada desanudó lentamente su cintura para girarse hacia la ducha y abrir el agua mientras los rasos azules ondeaban en libertad cosquilleándole los pechos, qué noche tan fantástica y brisa mediterránea que evolucionó su mente para que en ella pudieran entrar sonidos, luces, músicas, imágenes y sensaciones, tanteó la temperatura del agua probándola con una mano, y primero un pie y luego otro, entró en la ducha y corrió la cortina para entregarse al agua, como en esa noche a los miles de vatios luz y sonidos que la penetraban, cerró los ojos para mojar cara y pelo, vibrando desde la punta de los deditos de los pies paseando y recreando la piel de todo su cuerpo recorriéndola con esponja jabonosa en cuello, brazos, pechos y ombligo jugueteando en vientre y entre piernas una y otra vez utilizando el gel de el estudiante de química que terminaba de instalarse en la habitación del fondo, se excitó sabiendo que el chico utilizaba ese mismo gel para enjabonarse pecho, vientre, pene, y testículos más pequeños o más grandes que los de el escocés a quien le propuso la penetrara con el primer canto de las aves que despiertan al alba, porque le apetecía en ese momento, y porque sí, le dio un condón con una sonrisa, y la penetró en el interior de una tienda de campaña donde sobre sacos de dormir ella lo abrazó con su vagina, y los dos fueron felices durante unos instantes, se besaron, y vistió sin decir nada, sin despedirse para salir de la tienda con los primeros claros, la lona era azul, dos de los amigos del chico esperaban fuera mientras seguían bebiendo cerveza, y a ellos sí les dijo adiós, y nunca se habían vuelto a ver, comenzó a dirigir los hilillos de agua para el retirando todo el jabón y espuma de pelo y cuerpo resbalando suave por espalda y culo, por vientre y entrepiernas, por pechos y caderas, suave por brazos y muslos, sin querer ir dejando de resbalar por ese cuerpo, piel y curvas.
Y en la mañana que llegó tras esa noche andaba por la carretera donde todo tenía tan mala pinta, que si no hubiera encendido el cigarrito de hierba hubiera vomitado, como cuando casi lo hizo al oír su propuesta de matrimonio, y la impresión de verse disfrazada de novia primero le causó risa, luego una extraña angustia. Pero eso sucedió algo después, algunos meses pasada la mañana en la que después de esa noche se halló así misma caminando por una carretera que no sabía a dónde llevaba, con el sol que cada vez calentaba más en la cabeza, y tenía tanta sed, tanta sed que sabía si paraba de caminar moriría, caminaba y caminaba con la esperanza de encontrar agua, transitando su inconsciente por entre pasillos de armarios frigoríficos de puertas transparentes repletos de botellas de cervezas doradas y verdes, de botes rojos, negros y azules alineados en formación para ser bebidos, de botellines de mil y un zumos naranjas, fresas, limón, reconfortantes compuestos energéticos, frescas botellas en cristal verde de agua transparente mineral natural con gas, y ella sólo podía caminar, caminar sobre el recalentado asfalto de la carretera que la encarrilaba sin saber a dónde, pero siempre adelante siguió marcha pues todos los caminos conducen a Roma y aunque no quería ir a esa ciudad de curas donde gobernaba un ex-animador de cruceros, machista, corrupto, superoperado, y mujeriego al tiempo que más conservador que el Papa, seguiría caminando, caminando si no se la comían las moscas caminando hasta llegar a algún sitio, y en ese sitio seguro abría agua. Caminaba y caminaba hasta que tras filtrar córnea, cristalino y líquidos varios se formó una imagen desdibujada que recogieron las miles de células nerviosas de la retina, conos y bastones, para a toda prisa ser transmitidas a través de los nervios ópticos en forma de señales al cerebro donde una vez transformadas en imágenes invertidas, se les daba la vuelta, ¡alehop! para poner el sol arriba y abajo el asfalto que pisaba acercándose a aquel objeto brillante brillante, blanco, grande pero sin pasarse, y extraño situado en el arcén de la carretera, en mitad justo en medio, impidiendo, cortando, obstaculizando su camino. Ralentizó su marcha para acercarse cada vez más lentamente a ese objeto no identificado, hasta que la mente siempre curiosa, juguetona, y zalamera, ante aquella visión aún lejana, inconclusa e interrogante, le recordó que seguía teniendo la boca seca, sed, y le presentó cuatro posibilidades para ese híbrido de formas tanto lineales como curvas.
A- Era un frigorífico de tamaño medio repleto de toda clase de refrescos.
B- Era un ovni que había descendido allí mismo y no se parecía en nada a los que el cine americano nos mostraba.
C- Un inodoro.
D- Un mueble de oficina para un ordenador muy antiguo, o un ordenador muy grande y antiguo.

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LA VUELTA AL CALCETÍN

La Vuelta al Calcetín, esta podría ser la definición, la fórmula, el concepto expresivo que toma y transmuta un texto Pistolas y Rosas, que podemos denominar como arcaico, rancio, romántico, en Coincidencias, narración actual, viva, con ciertos puntos de interés literario, una obra suelta como látigo en manos de adolescente.Realizar La Vuelta del Calcetín, es romper el puzle para volverlo a unificar desde su cara oculta, es cambiar roles para poder observarlos con mayor claridad, es mostrar el efecto que causamos en el espejo, estirar el chicle, jugar con el hacer grande, más y más grande la bola hasta que podemos ver en ella un pecho rosa, o un planeta artificial por el que nos movemos apenas utilizando el sentido de la agudeza humor y sátira, a los que Sergi Durà saca punta para mostrarnos aspectos imposibles de un mundo imposible, que de forma increible ya están en este texto, y en esa Vuelta del Calcetín pronto en nuestra realidad.

FUTUROS


Como bien muestra la foto, los caminos son múltiples, pero sólo hay un camino continuar adelante, y esa continuación pasa por seguir escribiendo, te apetece leer el primer capítulo de mi próximo libro, a mi también. Es broma, a continuación muestro el texto del cual probablemente partira.
TEXTO EN PROCESO
TÍTULO PROVISIONAL
EN BUSCA DEL DEPORVITO ROJO
Caminaba con decisión sobre los miles de pequeños círculos en relieve que componían la superficie plastificada del finger, Mauro, se dirigía al interior del avión preguntándose si repartirían esas servilletas calientes para refrescarse las manos cuando accedió al Boeing correspondiendo a la bienvenida de dos miembros de la tripulación con la soltura de quien saluda a unos amigos con los que acostumbra a cenar los fines de semana. Tenía hambre.
Ocupó su plaza. A su izquierda el pasillo como había solicitado, a la derecha una pareja ya madura que intuía no le molestarían. Despasó su cinturón, aflojó los cordones de sus botines y dejó caer los párpados sobre sus ojos. El asiento era bastante cómodo, la señal luminosa con un cigarrillo tachado le recordó que no podría fumar en las aproximadamente catorce horas, sin escalas, que duraría el vuelo. Rememoró a Fidel Castro. ¿Aguantaría aquel mítico personaje catorce horas sin fumar uno de esos emblemáticos Habanos? No sabía con seguridad si eran seis o siete los meses que habían transcurrido desde aquella tarde en que coincidió con algunos guardaespaldas y el mismísimo Comandante paseando por una playa al Norte de La Habana. Qué extraordinario sentarse a la sombra de un cañizo junto a quién el padre de su madre y otros millones de personas consideraban un semidiós digno de veneraban, mientras para tantos otros era un bastardo que sólo merecía morir. Revivió aquella tarde de tranquila conversación con el camarada Fidel. Qué bueno el sabor dulce y suave del ron que ese hombre había compartido con él hablándole de justicia con esa mirada infinita y su voz rotunda y lenta sobre las olas.
Comenzaron a circular sobre la pista. Se sentía bien, relajado, a gusto consigo mismo y en armonía con el mundo en el que habitaba. Constantes y repetidos confinamientos en aviones habían llevado a Mauro a adquirir la costumbre de componerse una imagen objetiva de si mismo cada vez que volaba. Sacar la foto de su existencia le resultaba cada vez más sencillo y menos distraído. Procedió. Estaba a punto de cumplir 29 años y exceptuando sus lagunas mentales y penosa memoria, las extrañas sensaciones de hormigueo en brazos y piernas, repentinas punzadas en el corazón que prefería ignorar y algunas molestias de espalda consideraba su estado de salud como aceptable. En cuanto a su familia hacía años que lo había dado por un caso perdido, incluida su santa madre, que gracias a dios o al demonio, vivía ajena a sus viajes y quehaceres. Algunos de sus amigos apenas recordaban su nombre, y dos de las tres de sus ex-novias ya se habían casado con otros. Sin un patrimonio que administrar, sin rentas por cobrar, sin empleados por los que velar, sin un jefe que lo estresara, su ultimó trabajo de los denominados estables le había durado cinco meses. Sin trabajo, sin coche, sin un techo al que regresar. Sin hipotecas, sin créditos a devolver, sin facturas a pagar y sin platos sucios por fregar, nadie lo había despedido con lágrimas, ha nadie le había prometido su pronto regreso y nadie lo recibiría con una cena caliente al aterrizar. Mauro no compraría souvenirs, no tomaría fotos, ni enviaría postales ya que nadie sabía donde se encontraba y menos hacía donde volaba. Su apellido no figuraba en la partida de nacimiento de ningún crío, sus dedos estaban libres de metales de compromiso, su bolsa de viaje era ligera y su billete de vuelta inexistente, finalizó Mauro el estudio sobre si mismo sintiéndose libre, libre y feliz.
La megafonía confirmó que habían entrado en pista de despegue. Terminado el pasatiempo y ante la necesidad de mantener su mente ocupada Mauro quiso considerarse como un pájaro, un gran pájaro a punto de iniciar una larga travesía en la que sólo su capricho y el de los vientos fijarían el rumbo. Quiso ser un albatros, un gran albatros, dispuesto a surcar los vientos para planear sobre mares y cruzar océanos de norte a sur acompañando con su vuelo a los buques mercantes navegados por marineros supersticiosos hasta arribar a costas de nombres desconocidos. Notó la aceleración. Un albatros, se vio como un albatros hasta que su mirada se posó en la nuca rosada bajo el pelo recogido de una joven azafata que se sentó ocupando su plaza para el despegue. Cómo podía la naturaleza haber creado un cuerpo de serpiente para rematarlo con el rostro de un ángel de manos enguantadas en cuero negro. La fuerza de la aceleración pegó a Mauro al respaldo. Ya no quiso ser más un albatros. Ahora prefería ser un colibrí. Y es que tres segundos de meditación le hicieron comprender que los albatros pasaban la mayor parte de su vida volando sobre los océanos, obligados a dormir en pleno vuelo, bebiendo agua salada y comiendo peces muertos. Mientras por su parte, los colibríes residían en jardines tropicales, vestían llamativos colores que brillaban bajo el sol, podían quedarse suspendidos en el aire y pasaban su tiempo visitando flores siempre receptivas a sus picos. Su mente le ofreció distintas posibilidades e imágenes que le indicaron que La Diosa de la Nuca Rosada valía mucho más que para servir zumos.
Volaban en un cielo entre negro y azul. Echó un vistazo a las revistas y se dio un paseo por los canales de audio y video. Todo funcionaba correctamente. Se detuvo en el canal de información de vuelo donde aparecía la posición exacta del avión, primero sobre un mapa local, después en un mapa continental y por último en uno mundial donde también se mostraba la ciudad de destino del vuelo. Mauro retrocedió un año en el tiempo. Por aquel entonces la astrología, la quiromancia, la cartomancia o cualquiera de los posibles millones de mancias que al parecer existían se le antojaban simples patrañas, cuentos chinos para embaucar y sacar dinero a los incautos. Por esa razón, si doce meses atrás el más afamado y prestigioso de los adivinos lo hubiera mirado fijamente a los ojos vaticinando, jurando y perjurando sobre cualquier dios o sobre la gloria de su madre que, con todo seguridad los astros, las cartas, la bola, el vuelo de las aves al amanecer y la forma en que apagaba los cigarrillos en combinación con Nostradamus y su nuevo número de móvil anunciaban de forma rotunda e inequívoca que él, Mauro Páramo, iba a viajar a la Bahía de los Perfumes, él, Mauro, se hubiera echado a reír tomado a ese individuo por un lunático chiflado cuyas palabras carecían de todo fundamento y valor. Un año atrás ni tan siquiera podía situar con exactitud esa ciudad en un mapa. Y ahora allí estaba volando a 28,953 pies, a una velocidad de 799 kilómetros hora, restaban por recorrer 11.590 kilómetros lo que daba un tiempo estimado de vuelo de 14:02 horas para aterrizar en Hong Kong y la temperatura en el exterior era de menos treinta.
Jugueteó con los controles escuchado diferentes músicas hasta que los luminosos indicando permanecer sentados con los cinturones abrochados se apagaron. Se metió en un lavabo donde tras realizar ciertas necesidades, consultó su particular oráculo sin obtener respuestas. Por último tropezó con su imagen reflejada en el espejo, un rápido vistazo le bastó para llegar a la conclusión de que su dentadura blanca y alineada, su importante nariz, su pelo rapado y su piel morena perfilaban un aspecto agresivo y salvaje. Arregló el cuello de su camisa azul, que calificó como irresistible para cualquier mujer, se sonrió.
Ver aparecer el carrito de las bebidas conducido a lo lejos por dos azafatas poco a nada atractivas le causo desilusión. Tener que contemplar los lentos avances y paradas de ese carrito que nunca llegaba lo traslado a los días de colegio. Estaba sentado en clase y sabía que todavía faltaban dos interminables semanas para que les dieran las vacaciones que nunca llegaban. La tortura resultaba insoportable.
-Red wine, please. -eligió preguntándose por qué no podía servirle La Diosa de la Nuca Rosada.
La azafata a la que Mauro califico igual de excitante como podría haberlo sido la madre de Heidi colocó un vaso y dos botellas, cada una de un cuarto de vino tinto, sobre su tabla-mesa, le regalo una sonrisa de empleado de McDonald´s al entregar a un niño su Happy Meal y siguió con lo suyo. Ahora bien. Debía interpretar el que le hubiera colocado dos botellas, y no una, como un gesto de deferencia hacía él, ¿o acaso aquella señora había reconocido ciertos rasgos de alcohólico en su rostro?
Aunque la comida no fue anunciada con toalla caliente para aclararse las manos, ni incluyó nada parecido a caviar iraní servido sobre una base de hielo azulado. Después de haber comido, bebido las dos botellas de tinto, tomado el té y apurar un digestivo gin-tónic, nuestro protagonista sólo pudo cubrirse con su manta de vuelo, cerrar los ojos, reclinar su asiento al máximo y dejarse acunar por el vino mientras la ginebra jugaba con sus neuronas volando sobre países quizás en paz, quizás en guerra, donde por extraño que se le antojará muchos metros por debajo nacían y morían personas ajenas a su existencia. Claire vestida de negro entre el verde del bosque, las Torres ardiendo, pepinos gigantes, y algunas palabras escritas sobre la lápida que cubría la tumba de Shakespeare acompañadas por ruidos de cacharrería y sirenas de policía dieron comienzo a la memoria de lo que sigue.
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Este texto aún no está disponible en las mejores librerías, ni en las peores, aún no está publicado, pero podéis y agradeceré que preguntéis y preguntéis por En Busca del Deportivo Rojo, de Sergi Durà.


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